El Despertar
De la decadencia al renacimiento
José Agustín Ortiz Pinchetti
Acontracorriente de la mayoría de los análisis, ensayemos el optimismo: todo indica que estamos en la fase final de un ciclo histórico de treinta años. Según los historiadores estos ciclos se agotan y terminan en la decadencia. En seguida se comienza uno nuevo que rompe con los paradigmas desgastados y se inicia una revitalización. En general, hoy el tono de los comentarios expresa que no hay salida. ¿Pero tenemos derecho a desesperación?
No conozco estudios serios sobre la forma en que el fracaso de la política económica y de que la transición política han afectado en lo profundo la vida de los mexicanos.
Estamos acostumbrados a los sondeos prelectorales o a los que descubren el grado de aceptación de los distintos personajes. Pero, ¿sabemos cómo estamos viviendo nuestra frustración y, sobre todo, cómo podemos responder a ella?
¿Cómo se expresa el sufrimiento de la falta de empleo, la imposibilidad de progreso, el atrapamiento, la violencia? ¿Cómo estamos reaccionando en lo profundo al darnos cuenta de que hemos sido traicionados en forma sistemática por nuestros gobernantes?
¿Hasta qué punto hemos perdido la confianza en nuestro destino como pueblo?
Pero la oscilación negativa empieza a modificarse: la gente está mejor informada que nunca y más inconforme. Repudia a los partidos, a los líderes formales, a las instituciones. Ésta es la primera señal de que empezamos a despertar. Quienes han estudiado los procesos de decadencia y revitalización saben que la consciencia de la descomposición, el repudio a las instituciones, se convierte en una incitación que obliga a las sociedades a nuevas respuestas vigorosas, inéditas, a un renacimiento.
Ésta debe ser nuestra esperanza: que la confianza del pueblo en sí mismo comience a fortalecerse y empiece a organizarse, porque sin organización cualquier impulso es efímero. No podemos volver a un pasado de corrupción y de cinismo ni continuar la desastrosa vía que se nos ha impuesto. Los optimistas apostamos a que signos indudables de este despertar se harán evidentes en 2010.
jaorpin@yahoo.com.mx
No conozco estudios serios sobre la forma en que el fracaso de la política económica y de que la transición política han afectado en lo profundo la vida de los mexicanos.
Estamos acostumbrados a los sondeos prelectorales o a los que descubren el grado de aceptación de los distintos personajes. Pero, ¿sabemos cómo estamos viviendo nuestra frustración y, sobre todo, cómo podemos responder a ella?
¿Cómo se expresa el sufrimiento de la falta de empleo, la imposibilidad de progreso, el atrapamiento, la violencia? ¿Cómo estamos reaccionando en lo profundo al darnos cuenta de que hemos sido traicionados en forma sistemática por nuestros gobernantes?
¿Hasta qué punto hemos perdido la confianza en nuestro destino como pueblo?
Pero la oscilación negativa empieza a modificarse: la gente está mejor informada que nunca y más inconforme. Repudia a los partidos, a los líderes formales, a las instituciones. Ésta es la primera señal de que empezamos a despertar. Quienes han estudiado los procesos de decadencia y revitalización saben que la consciencia de la descomposición, el repudio a las instituciones, se convierte en una incitación que obliga a las sociedades a nuevas respuestas vigorosas, inéditas, a un renacimiento.
Ésta debe ser nuestra esperanza: que la confianza del pueblo en sí mismo comience a fortalecerse y empiece a organizarse, porque sin organización cualquier impulso es efímero. No podemos volver a un pasado de corrupción y de cinismo ni continuar la desastrosa vía que se nos ha impuesto. Los optimistas apostamos a que signos indudables de este despertar se harán evidentes en 2010.
jaorpin@yahoo.com.mx
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