4 ago 2009




El sexenio perdido


No será necesario esperar hasta 2012 para concluir que el presente será un “sexenio perdido”. Las tendencias son claras. Recuperar los 1.5 millones de empleos esfumados en el primer trienio y regresar a su nivel de vida a los 5 nuevos millones de pobres extremos que reportó el INEGI en el mismo periodo, requerirá de un crecimiento sostenido del PIB de 4 por ciento y de un gasto social directo del doble de lo actual en los próximos tres años, algo que sólo un milagro haría posible. Una hazaña económica y fiscal de esta dimensión no podrá verse ni en EU, donde se espera una recuperación económica sostenida hasta el 2011.

Pero el déficit no es sólo económico. Con una guerra irregular escatológica que mide el “éxito” de sus metas por el creciente número de ejecutados en la vía pública (2 mil 500 el primer año; 5 mil el segundo y 7 mil el tercero), México es ya el primer país del mundo con más muertes violentas sin existir una guerra civil de por medio (si consideramos secuestros y desapariciones, el ranking aumenta).

Y la misma observación puede hacerse en el campo de la educación, uno de los factores claves para salir de cualquier crisis, donde el déficit medido por alumnos reprobados en materias clave (matemáticas, español, civismo) no se ha revertido, debido en gran medida a la alianza política del actual gobierno con el sindicato oficial del magisterio, que ha convertido a las escuelas en fábrica de votos en lugar del semillero de los nuevos ciudadanos que el país exige.

No es la primera vez que el país registra un sexenio negro, sin luz ni brillo. El PAN bautizó como la “docena trágica” a los gobiernos priistas consecutivos de Luis Echeverría y José López Portillo (1970-1982), por su secuela de devaluaciones, inflación, déficits públicos inmanejables y finanzas públicas quebradas. Carlos Salinas llamó “la década perdida” al periodo mancomunado de Ernesto Zedillo y Vicente Fox (1995-2006), donde hubo democracia, alternancia y estabilidad económica, pero no empleo, educación ni redistribución de la riqueza.

En un siglo, de 1907 a 2008, México ha tenido diez crisis económicas, casi una por década, pero pocas como la actual. 1907: depresión en el sector agrario, crisis financiera en EU y quiebra de bancos regionales mexicanos detuvieron el auge económico del porfiriato; una mala chispa política, la reelección de Díaz en 1910, terminó por incendiar al país.

1929: Debido a la Gran Depresión, las exportaciones mexicanas cayeron y el crecimiento de la minería, la industria, el petróleo y la agricultura comercial se estancaron. Las finanzas públicas cayeron 25 por ciento ocasionando una larga atonía económica. La clase política venía de un largo periodo posrevolucionario de ajustes internos y se encontraba en proceso de unificación a través de la creación del PNR.

1937: Alza de precios de bienes de consumo, déficit crónico en las finanzas públicas y escasez de alimentos sumieron al país en un bache recesivo. La expropiación petrolera de 1938 sería la salida política y económica a esta crisis. 1943: una devaluación del peso sumiría al país en una espiral inflacionaria y en una recesión durante tres años. 1954: la etapa del “desarrollo estabilizador” inició con una devaluación del peso que fijó la paridad frente al dólar en 12.50 y un aumento a la gasolina de 40 a 55 centavos el litro; ambos precios no se modificarían durante 22 años, reportando tasas sostenidas de crecimiento del PIB por arriba de 6.5 por ciento; era la época del “milagro mexicano”, una combinación de proteccionismo económico y autoritarismo político.

1976: una mezcla de recesión mundial y populismo financiero hizo tronar al “desarrollo estabilizador”, que devino en crecientes déficits públicos, deuda externa, inflación y devaluación, iniciando el periodo de las crisis sexenales. 1982: primera gran crisis mexicana causada por la deuda externa y la petrolización de la economía. 1987: primera crisis económica provocada por lo contrario del populismo y el proteccionismo: la liberalización y la privatización de la economía. 1994: megacrisis económica y financiera, originada en el primer terremoto de los mercados emergentes globales, con una clara salida política liberal en 2000. 2008-2009: primera gran crisis sistémica del siglo XXI, con estanflación, caída de las finanzas públicas, desempleo, inseguridad, riesgos de salud pública y desánimo ciudadano, con una clara salida política a la restauración conservadora.

Crisis sistémicas similares han existido dos: la crisis del maíz y los minerales en 1795-1810, y la crisis agraria, financiera y petrolera de 1905-1910. Hace 200 y 100 años respectivamente. Tener conciencia sobre el sexenio perdido que estamos viviendo debe servir por lo menos para no tropezar tres veces con la misma piedra, la del fatalismo histórico, y construir una salida política diferente a la del gatopardismo conservador, donde todo cambia para seguir igual.










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