La duda sigue vigente
josé gil olmos
josé gil olmos
México, D.F., 2 de julio (apro).- Han pasado dos años de la elección presidencial y las dudas que entonces surgieron siguen vigentes, no obstante que en la memoria oficial se quiere cerrar el expediente.
La elección del 2 de julio del 2006, como lo fue la del 6 de julio de 1988; y mucho antes, la 1929, cuando participó José Vasconcelos en contra de Pascual Ortiz Rubio –el candidato impuesto por el caudillo Plutarco Elías Calles--, son de esas experiencias políticas que han dejado huella indeleble en la historia del país por las desconfianzas que han generado en la población.
En 1988, como se recuerda, Cuauhtémoc Cárdenas compitió en contra de Carlos Salinas de Gortari. Ese domingo el sistema priista no soportó el voto mayoritariamente en contra del candidato oficial y, ante la clara derrota que ya se perfilaba, el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, anunció la famosa “caía del sistema electoral”; al final del proceso no se tuvo conocimiento de más del 50 por ciento de las actas de escrutinio.
Antes, la elección de 1929 que fue también una elección de Estado, quizá la primera de la historia nacional, José Vasconcelos decidió enfrentar al jefe máximo de la Revolución, el general Plutarco Elías Calles, quien había elegido como su sucesor al también general Pascual Ortiz Rubio con la idea de manejar el país detrás de la silla presidencial.
El entonces secretario de Educación decidió participar apoyado por un fuerte grupo de intelectuales de la época, pero el peso del poder del caudillo surtió efectos y los resultados fueron apabullantes: 99% de los votos a favor de Ortiz Rubio y 1% para Vasconcelos. Nadie creyó que se había realizado una elección limpia; a partir de entonces inició el llamado “maximato” con tres presidentes manipulados por Plutarco Elías Calles.
Las victorias de Ortiz Rubio, como la de Salinas, dejaron una herida abierta en la historia política nacional y cuando se esperaba que esto fuera una deuda ya archivada en los anaqueles históricos, el 2 de julio del 2006 nuevamente se presentó una elección que generó una inconformidad social que no ha sido satisfecha y que, por lo que vemos, quedará abierta a la duda.
Este martes el politólogo José Antonio Crespo presentó su libro 2006, las actas hablan, donde desgrana las anomalías que se presentaron en una muestra de 16 mil actas de escrutinio –de un total de 135 mil--, donde se reflejaron 316 mil votos irregulares, cifra superior a los 233 mil con los que ganó Felipe Calderón.
El debate que suscitó la presentación del libro de Crespo fue una evidencia de que la polarización que generó la elección del 2006 aún se mantiene entre la población, pues la mayoría del público que asistió aplaudió los argumentos del autor y de dos de los ponentes, quienes criticaron la actuación del Instituto Federal Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los cuales dejaron más dudas que certezas sobre el desarrollo del proceso electoral en el que ganó Felipe Calderón.
Otra parte del público aplaudió la opinión de dos de los presentadores, quienes afirmaron que no hay dudas de que no hubo fraude y ganó Calderón.
Cuando la editora Randon House Mondadori tuvo en sus manos el proyecto de Crespo algunos de los editores tenían dudas de sacar a la luz pública el libro, pues argumentaban que después de dos años poco interés habría entre los lectores seguir con el tema de lo que ocurrió el 2 de julio de 2006. Pero una vez que empezó a circular el libro del politólogo donde se analizan el cúmulo de errores del Instituto y del Tribunal Electoral en la calificación de la elección presidencial, se dieron cuenta de que una buena parte de la población mantiene la incertidumbre y el cuestionamiento de si el triunfo de Calderón fue legítimo.
Crespo no concluye en su investigación que tenga pruebas para afirmar que hubo fraude o un complot en contra de Andrés Manuel López Obrador. Nunca dice esto. Lo que afirma, con base en el análisis de las actas, es decir, de documentos oficiales del IFE, es que hubo demasiadas irregularidades en el conteo de votos y eso impide saber que el triunfo del panista Felipe Calderón fue transparente y legítimo, como se demanda en un sistema democrático.
La pertinencia de la presentación del libro es más que evidente. La elección presidencial de hace dos años no fue limpia ni imparcial, en ella intervinieron el presidente Vicente Fox, la Iglesia católica, los empresarios, las empresas televisoras, así como otros actores políticos en franca violación a la ley y bajo la permisividad de las autoridades electorales.
Lo preocupante del caso es el daño que provoca en la sociedad que se mantengan irresueltos estos casos y los efectos que ocasionan en el ánimo social. Habría que preguntarnos lo siguiente: Si en una relación personal los conflictos que no se resuelven a tiempo provocan dificultades individuales, qué ocurrirá cuando se trata de problemas sociales irresueltos a lo largo de mucho tiempo y que se repiten una y otra vez.
La elección del 2 de julio del 2006, como lo fue la del 6 de julio de 1988; y mucho antes, la 1929, cuando participó José Vasconcelos en contra de Pascual Ortiz Rubio –el candidato impuesto por el caudillo Plutarco Elías Calles--, son de esas experiencias políticas que han dejado huella indeleble en la historia del país por las desconfianzas que han generado en la población.
En 1988, como se recuerda, Cuauhtémoc Cárdenas compitió en contra de Carlos Salinas de Gortari. Ese domingo el sistema priista no soportó el voto mayoritariamente en contra del candidato oficial y, ante la clara derrota que ya se perfilaba, el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, anunció la famosa “caía del sistema electoral”; al final del proceso no se tuvo conocimiento de más del 50 por ciento de las actas de escrutinio.
Antes, la elección de 1929 que fue también una elección de Estado, quizá la primera de la historia nacional, José Vasconcelos decidió enfrentar al jefe máximo de la Revolución, el general Plutarco Elías Calles, quien había elegido como su sucesor al también general Pascual Ortiz Rubio con la idea de manejar el país detrás de la silla presidencial.
El entonces secretario de Educación decidió participar apoyado por un fuerte grupo de intelectuales de la época, pero el peso del poder del caudillo surtió efectos y los resultados fueron apabullantes: 99% de los votos a favor de Ortiz Rubio y 1% para Vasconcelos. Nadie creyó que se había realizado una elección limpia; a partir de entonces inició el llamado “maximato” con tres presidentes manipulados por Plutarco Elías Calles.
Las victorias de Ortiz Rubio, como la de Salinas, dejaron una herida abierta en la historia política nacional y cuando se esperaba que esto fuera una deuda ya archivada en los anaqueles históricos, el 2 de julio del 2006 nuevamente se presentó una elección que generó una inconformidad social que no ha sido satisfecha y que, por lo que vemos, quedará abierta a la duda.
Este martes el politólogo José Antonio Crespo presentó su libro 2006, las actas hablan, donde desgrana las anomalías que se presentaron en una muestra de 16 mil actas de escrutinio –de un total de 135 mil--, donde se reflejaron 316 mil votos irregulares, cifra superior a los 233 mil con los que ganó Felipe Calderón.
El debate que suscitó la presentación del libro de Crespo fue una evidencia de que la polarización que generó la elección del 2006 aún se mantiene entre la población, pues la mayoría del público que asistió aplaudió los argumentos del autor y de dos de los ponentes, quienes criticaron la actuación del Instituto Federal Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los cuales dejaron más dudas que certezas sobre el desarrollo del proceso electoral en el que ganó Felipe Calderón.
Otra parte del público aplaudió la opinión de dos de los presentadores, quienes afirmaron que no hay dudas de que no hubo fraude y ganó Calderón.
Cuando la editora Randon House Mondadori tuvo en sus manos el proyecto de Crespo algunos de los editores tenían dudas de sacar a la luz pública el libro, pues argumentaban que después de dos años poco interés habría entre los lectores seguir con el tema de lo que ocurrió el 2 de julio de 2006. Pero una vez que empezó a circular el libro del politólogo donde se analizan el cúmulo de errores del Instituto y del Tribunal Electoral en la calificación de la elección presidencial, se dieron cuenta de que una buena parte de la población mantiene la incertidumbre y el cuestionamiento de si el triunfo de Calderón fue legítimo.
Crespo no concluye en su investigación que tenga pruebas para afirmar que hubo fraude o un complot en contra de Andrés Manuel López Obrador. Nunca dice esto. Lo que afirma, con base en el análisis de las actas, es decir, de documentos oficiales del IFE, es que hubo demasiadas irregularidades en el conteo de votos y eso impide saber que el triunfo del panista Felipe Calderón fue transparente y legítimo, como se demanda en un sistema democrático.
La pertinencia de la presentación del libro es más que evidente. La elección presidencial de hace dos años no fue limpia ni imparcial, en ella intervinieron el presidente Vicente Fox, la Iglesia católica, los empresarios, las empresas televisoras, así como otros actores políticos en franca violación a la ley y bajo la permisividad de las autoridades electorales.
Lo preocupante del caso es el daño que provoca en la sociedad que se mantengan irresueltos estos casos y los efectos que ocasionan en el ánimo social. Habría que preguntarnos lo siguiente: Si en una relación personal los conflictos que no se resuelven a tiempo provocan dificultades individuales, qué ocurrirá cuando se trata de problemas sociales irresueltos a lo largo de mucho tiempo y que se repiten una y otra vez.
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