Julio Hernández López
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■ ¿Otro espectáculo por venir?
■ Anulaciones, libretos y autodestape
A ciento veintidós días de distancia, la anulación de las elecciones perredistas sólo parece reabrir el camino emponzoñado de comicios similares en que los mismos vicios intocados vuelvan a dar material mediático para continuar la demolición chuchinera del partido de la izquierda electoral mexicana. A estas alturas, el punto no es la declaración oficial de que se han desconectado los aparatos de vida procesal artificial de unos comicios políticamente sepultados desde meses atrás, sino la carencia tanto de sanciones por las pasadas prácticas de fraude electoral como de reformas y planteamientos de fondo que impidan que se repita lo que con eufemismo ha sido denominado “conductas atípicas”. La clave del futuro no está en protocolizar la defunción del primer proceso Encinas-Ortega, tan fúnebre y funesto que produjo el llevar a la presidencia sustituta a un personaje sin respeto por sí mismo, que se ha dedicado con absoluto descaro a jugar el papel de colaboracionista con el calderonismo petrolero a sabiendas de que nada le quemará, que es incombustible porque su sustancia es inexistente. Pero sí está esa clave en la manera ética y política en que el partido del negro y el amarillo supere el trauma de la interesada y selectiva exposición mediática intensiva de sus veras vergüenzas y en la forma en que se habrá de realizar una segunda contienda en la que podrán repetirse las prácticas y costumbres, principalmente chuchistas, que obviamente no sólo no están erradicadas, sino que están prestas para volver a ensuciar las elecciones venideras, a sabiendas de que el verdadero triunfo de Jesús Ortega no será el llegar a una presidencia partidista que sabe que nunca podría ejercer a plenitud y con reconocimiento global de quienes presuntamente serían sus dirigidos, pero sí el volver a dar parque pesado a los destructores del PRD que creen que minando la base partidista del lopezobradorismo social podrán acabarlo.
En esta nueva etapa, los Chuchos tienen guión y libretista. Todo lo que hacen busca favorecer los intereses del calderonismo, con el que mantienen una alianza provisional, apenas aferrada a los réditos inmediatos del poder de facto, y los del beltronismo que es su apuesta de 2012, en una presunta convergencia de fuerzas “nacionalistas” decididas a echar fuera a la derecha panista para instalar a la propia derecha del priísmo y el perredismo. Toca, pues, a Alejandro Encinas el papel de volver a buscar la reivindicación de esa izquierda electoral y su reorientación ideológica y práctica. Le llega una segunda oportunidad luego que esperó con pasmo a que los órganos institucionales resolvieran conforme a términos tardados y laberínticos. Esa parte salvable del PRD, que le postuló candidato, no se atrevió a emitir con rapidez, luego de la evidente catástrofe del 16 de marzo, un manifiesto de ética política (que mucho habría valido si se hubiese producido en su momento, a unas horas, cuando mucho a unos poquísimos días del estallido de la suciedad interna), pero hoy tampoco debe quedarse en el acompañamiento de una autopsia tardía o el llenado de un acta burocrática de defunción en busca de cobrar un falso seguro de vida que, además, ya caducó. Tampoco se resolverá el fondo del litigio, largamente pospuesto, con las negociaciones en lo oscurito que según eso se están dando en relación con los nombres de Lázaro Cárdenas Batel, Javier González Garza, Ricardo Monreal y Carlos Navarrete.
La mencionada declaratoria de anulación de los difuntos comicios de marzo reinstala la contienda interna en términos que afectan el buen desarrollo de la consulta ciudadana capitalina. Los Chuchos tendrán más pretextos para alejarse de ese proceso y ahondar en las maniobras de boicot que están realizando. Es obvio que, luego de más de cuatro meses de silencio, nada hubiera costado a los órganos perredistas de decisión trasladar su resolución al lunes venidero, dando así a la consulta un espacio libre de mezquindades facciosas. Y, como si estos tiempos de Noticias Divinas fueran los mejores para autodestapes, Marcelo Ebrard aprovecha para declararse precandidato presidencial, en un gesto que servirá para que sus adversarios le acusen ya no sólo de gastar recursos y tiempo en organizar preguntas sobre temas petroleros sino, además, de estar en el futurismo abierto. Entrevistado por Univisión, y en relación con lo que sucedería con López Obrador, dijo que la candidatura correspondería a quien “esté mejor posicionado” en el PRD. Por lo pronto, aseveró que “un gobernante que diga que no aspira está mintiendo”, lo que inevitablemente lleva a considerar mentiroso a quien siempre pidió que se le considerara políticamente muerto como aspirante presidencial cuando era jefe de gobierno capitalino. Más de uno se preguntará si Ebrard no encontró mejor vitamina autorrecetada que declararse oficialmente precandidato para subir con premura escalones futuristas que todos sabían recorrería pero tal vez él sentía endebles o en riesgo de desvanecimiento.
López Obrador se asoma brevemente al tema de la anulación para decir que está de acuerdo, tratando de que el tema no tenga más presencia mediática que el litigio social y político por el petróleo. Jesús Ortega anuncia que impugnará y se dice castigado por vetos impuestos por el tabasqueño. La atención de la semana será ganada, sin embargo, por la triquiñuela priísta con que Manlio Fabio Beltrones tratará de ser el ganador de la batalla iniciada por Felipe Calderón y por el final de los debates senatoriales que marcarán el inicio del tictac histórico, con los privatizadores empeñados en cerrar su negocio del siglo y la resistencia civil lista para entrar en acción.
Y, mientras Benedicto XVI solamente ora, consuela y escucha a las víctimas de pederastia clerical, y Sanjuana Martínez gana en la Semana Negra de Gijón el premio Rodolfo Walsh de la Asociación Internacional de Escritores Policiacos a la mejor obra de no ficción, con Prueba de fe, el libro en que se habla de la complicidad de cardenales mexicanos con curas abusadores, ¡hasta mañana!
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