Julio Hernández López
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■ Termina la tregua
■ Debates ganados
■ Nuevos disfraces
Ayer concluyó la tregua forzada por la resistencia civil pacífica para frenar la pretensión calderónica de hacer que se aprobara con la mayor rapidez procesal posible una propuesta de reforma petrolera que a estas alturas, después de 21 foros de debate en el Senado, parece derrotada en sí pero en vías de ser parcialmente recuperada y replanteada con disfraz por priístas y ciertos perredistas convertidos por las circunstancias en zapateros legislativos remendones.
Lo que se había planeado como madruguete, descontón o albazo devino en sesiones de análisis que acabaron venciendo las pretensiones privatizadoras por abrumadora mayoría de razones, en términos de cantidad pero también de calidad, apenas contravenidos, de una manera tímida, sin convicción ni profundidad, por funcionarios y allegados al oficialismo. De las movilizaciones callejeras encabezadas por las Adelitas, a los actos formales de reflexión y discusión en inmueble senatorial. De la cancelada aprobación al vapor, a la confrontación institucional de ideas.
El simple ejercicio de los llamados “debates” debería ser suficiente para que las bancadas legislativas decisorias (PRI, PAN y PRD) desecharan el planteamiento reformista llegado de Los Pinos con un ADN de corrupción que no acepta cirugías condescendientes, mucho menos si los presuntos médicos de urgencias tienen evidentes puntos de contacto e interés con los promotores originales, es decir, con los Calderón, Mouriño, Nava y demás políticos panistas que están empecinados en convertir en negocio privado lo que en años anteriores tocaron apetitosamente como funcionarios públicos y ahora sienten al alcance accionario de la mano en función de que consideran tener poderes políticos plenos (consideración, como se ha visto, absolutamente infundada: tienen poderes de facto, pero insuficientes, acotados tanto por el origen electoral profundamente viciado como por la incapacidad operativa de los personajes de segundo nivel que ocupan el primero).
Sin embargo (si el show debe continuar a pesar de todos los pesares, la tesis de que el negocio es negocio también predomina), la prenda caída, la derrota sin atenuantes, pretende ser convertida en nueva moneda y nuevo banco por los socios priístas, y el segmento agregado del PRD-Nueva Izquierda. De lo que algunos voceros de la empresa de tres colores han adelantado se deduce que la voracidad del panismo-felipismo ha sido atemperada y que sus peores muestras de ambición privatizadora han sido eliminadas. Pero es natural que, siendo los máximos especialistas en el oficio de convertir lo público en privado, los grupos priístas que empujan la nueva propuesta de reforma petrolera hayan labrado con cuidado la letra chiquita de los supuestos contratos del futuro para abrir camino a similares pretensiones a las calderónicas originales, pero sin burdas expresiones ni desfiguros explícitos. Ya se verá hoy lo que empujan los Beltrones, Gamboa y Labastida, pero la simple conjunción heráldica hace mantener fundadas reservas.
Cerrado el paréntesis convenido entre las fuerzas enfrentadas, en vías de presentación las nuevas propuestas de salvamento, y comenzando a correr los tiempos legislativos que deberán desembocar en la aprobación o rechazo de los planes reformistas del momento, es evidente que la franja social activamente opuesta a cualquier rasgo privatizador entra también en una etapa de realineamientos y preparativos. El principal promotor de la oposición a los planes felipenses aprovechó para recorrer el país y afinar el ejército civil que está dispuesto a acciones de protesta cuya magnitud irá en consonancia con lo que la mayoría pripánica decida en los ámbitos camarales. Ha sido notable la manera en que el movimiento de resistencia pacífica ha sido más o menos resguardado de contaminaciones y divisiones que podrían haberse derivado de los pleitos internos del PRD, de sus fraudes internos y de los burdos intentos de suplantación de liderazgo y banderas que han querido hacer algunos personajes menores, encaramados en representaciones sustitutas. A partir de hoy, vuelven a estar frente a frente las dos posiciones originales: la voracidad privatizadora frente al movimiento nacionalista de resistencia. El albazo fue detenido y ganados los debates. Falta la culminación del proceso legislativo y, ante los indicios de que, vaya a ser como vaya a ser, el propósito original será aprobado (aunque formalmente sea en el cuerpo de otra iniciativa, o con maquillajes de ocasión), falta ver el tamaño y la fuerza de la resistencia civil pacífica.
Astillas
¡Guau, esta sí es la izquierda bonita (gracias, gobernador Juan Sabines, por imponer en Chiapas la frivolidad extrema)! Léase lo publicado en la sección de sociales del diario Cuarto Poder, que se imprime en Tuxtla Gutiérrez: “Una velada muy especial e inolvidable fue la que disfrutó el buen Alejandro Gamboa la noche del sábado 19 de julio, fecha en que celebró con sus amigos su nombramiento como presidente estatal del Partido de la Revolución Democrática”. El “acontecimiento” fue celebrado “con una amena reunión en conocido bar de nuestra ciudad, en la que su esposa, Annie D’Jardins, se lució como anfitriona (…) En un ambiente lounge, con deliciosos bocadillos, variados drinks, grata música y los mejores deseos, aunado a muchas congratulaciones, el festejado se la pasó sensacional”. El citado Gamboa fue impuesto por Sabines, que es un gobernador dizque perredista pero de opciones múltiples y que ha llevado al sol azteca a niveles de indignidad peores que los conocidos con el antecesor, Pablo Salazar. El “líder” partidista fue llevado por Sabines de un cargo en el gobierno al emplazamiento como “candidato oficial”. Según sus opositores, Gamboa era regidor del Partido Verde en Atizapán de Zaragoza, estado de México, al mismo tiempo que cobraba en la nómina chiapaneca. En Tuxtla Gutiérrez apareció en notas de sociales como visitante de “antros” y convidado a reuniones de “alta sociedad”… Y, mientras el precandidato Ebrard hace guiños visitantes al godoyismo cardenista, ¡hasta mañana, en esta columna jalapeña sin salmonela!
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