Calderón y sus mafiosos
Álvaro delgado
MÉXICO, D.F., 14 de julio (apro).- Se denomina capo al jefe de una organización mafiosa y ese es, precisamente, el nombre que le da Manuel Espino a cada uno de los miembros del grupo compacto de Felipe Calderón, una imputación que revela el nivel de la disputa interna en el Partido Acción Nacional (PAN), pero que implica --también-- conductas delincuenciales de la facción gobernante.
Tildar de "capos" a miembros de su propio partido no parece ser un acto irreflexivo de Espino --político profesional que conoce lo que significan las palabras--, sino resultado de una decisión deliberada, que inequívocamente alcanza a Calderón: El jefe de jefes de la facción del PAN que se autodenomina "calderonista".
Pero si son de interés público las revelaciones que hace Espino sobre los "capos del calderonismo" en su libro Señal de alerta. Advertencia de una regresión política --como el ilegal espionaje a que fue sometido antes de la toma de posesión de Calderón y cuyos detalles ahora se tratan de ocultar mediante un operativo instrumentado desde el gobierno federal, como lo publica el semanario Proceso--, lo son también las imputaciones que hace sobre la concertacesión de Calderón con el senador Manlio Fabio Beltrones, a su vez el jefe de facto en el PRI.
Espino, quien llegó a la presidencia del PAN en marzo del 2005 luego de que se observaron "actitudes sesgadas y comportamientos subrepticios que en nada corresponden con las normas de transparencia" del PAN --como dijo el burocratizado prócer Luis H. Alvarez--, y echado del cargo por los "capos del calderonismo" antes de concluir su periodo, alerta sobre los "arreglijos" de Calderón y Beltrones, cuya connivencia actualiza la complicidad que, desde 1988, se estableció entre Carlos Salinas y, justamente, "don Luis".
A lo largo de las 213 páginas del libro, Espino intercala su experiencia como enviado del CEN del PAN presidido por Calderón a Sonora, a partir de 1996 --donde Beltrones gobernaba con métodos que ahora repudia, como el espionaje--, con la que tuvo como presidente de su partido y los continuos choques con los "capos del calderonismo", entre ellos Juan Camilo Mouriño, y Germán Martínez, que prevalecen hasta ahora.
Espino, quien dedica su libro a Vicente Fox, a Calderón y a su familia, narra cómo --ya con Calderón en Los Pinos-- padeció el uso de la estructura gubernamental para que los "capos del calderonismo" lograsen apoderarse de la instancia que elige al presidente nacional, que incluyó la memorable rechifla en León, Guanajuato, en junio del año pasado, y que fue el paso previo a la imposición de Martínez como presidente del PAN.
Y son, justamente, Mouriño y Martínez --aun con sus propios pleitos por disputarse la preferencia de Calderón para ser a uno como candidato presidencial en el 2012-- los que operan la complicidad con Beltrones, con la fe de que cumpla con el apoyo para aprobar la reforma petrolera:
El primero de ellos, con acuerdos desde la Secretaría de Gobernación que le confieren al priismo un poder que no tiene por ser la tercera fuerza política del país, y el segundo enalteciendo inclusive a los gobernadores priistas, como Mario Marín y Ulises Ruiz.
En realidad, es preciso recordarlo, esta complicidad viene desde el proceso electoral del 2006, cuando Beltrones le garantizó a Calderón el quórum para la toma de posesión en la sesión de Congreso General, en la Cámara de Diputados, a donde llegó por una puerta trasera y envuelto en nubes de soldados.
Un personero de Beltrones, el senador bajacaliforniano Fernando Castro Trenti --miembro de una cofradía del mismo signo ultraderechista a la que pertenece Espino, sólo que antagónica, incrustada en el priismo--, lo reconoció sin sonrojo: "Nos vimos obligados a aceptar los resultados de una elección fraudulenta en 2006, que impuso a un presidente en donde estábamos nosotros en la disyuntiva de reconocerlo o desconocer las instituciones."
Por eso, y no por otra cosa, se explica la impunidad de ejemplares de la talla de Marín y Ruiz --déspotas y corruptos---, así como de Elba Esther Gordillo y Romero Deschamps, emblemas del cacicazgo sindical, educativo y electoral.
A la par que se estrechaban alianzas entre estos grupos mafiosos priistas en la campaña presidencial del 2006, algunas de ellas tejidas por el propio Espino –como con Marín--, Calderón y sus operadores incurrían en otras conductas delictuosas, por ejemplo el trasiego de recursos en efectivo de los grandes consorcios gasolineros relacionados con Mouriño.
Y, claro, el pacto con los grupos empresariales que lo impusieron y que le exigen más concesiones, como Televisa, uno de cuyos ejemplos de poder más recientes es la destitución de Santiago Creel como coordinador de la bancada del PAN en el Senado, dócilmente operada por Martínez.
Así lo dijo Creel, este lunes 14: "Uno de los argumentos que dio el presidente de mi partido fue precisamente el del conflicto que yo tenía con las televisoras. Me parece un argumento igualmente reprobable por agraviante. Es lamentable que se haya utilizado un argumento como el del conflicto con las televisoras para proceder a hacer un cambio de la naturaleza como el que se dio."
Esos son los "capos del calderonismo". ¿Hay también "capos" en la facción antagónica a Calderón? Por lo que murmuran los que están en las nóminas del gobierno federal y del PAN, sí. Y pronto se verá…
Apuntes
Pero si así proceden los jerarcas del PAN en el gobierno a nivel nacional, elevados a rango de próceres por autocomplacencia, de igual y peor manera proceden los gobernantes en estados y municipios: En León, Guanajuato, donde el PAN-gobierno ejerce el poder desde hace dos décadas, se multiplican las conductas delincuenciales de los cuerpos policíacos y de sus superiores, el gobernador Juan Manuel Oliva y el alcalde Vicente Guerrero Reynoso, colocados al mismo nivel de primitivismo que Marín y Ulises. A la sevicia se suma la impunidad, antivalores contrapuestos a la "inminente dignidad de la persona humana (sic)", la proclama enlodada del PAN. Qué clase de seres humanos son los policías que juegan con un agónico delincuente sometido a balazos, muchacho que les sirve para bromear. Y la repugnancia: Vicente Guerrero arma una reunión con 300 incondicionales para la quema de incienso. Ese acto y los mítines del delegado perredista Francisco Chiguil son la misma cosa… En León, como en todo Guanajuato, hay mujeres y hombres que no se someterán jamás a los dogmas de la derecha: Son hombres y mujeres libres, como Yazmín, que exigen la renuncia de Guerrero, algo que lamentablemente no ocurrirá porque este personaje carece de una cualidad fundamental: Respeto a sí mismo y a su comunidad.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
Álvaro delgado
MÉXICO, D.F., 14 de julio (apro).- Se denomina capo al jefe de una organización mafiosa y ese es, precisamente, el nombre que le da Manuel Espino a cada uno de los miembros del grupo compacto de Felipe Calderón, una imputación que revela el nivel de la disputa interna en el Partido Acción Nacional (PAN), pero que implica --también-- conductas delincuenciales de la facción gobernante.
Tildar de "capos" a miembros de su propio partido no parece ser un acto irreflexivo de Espino --político profesional que conoce lo que significan las palabras--, sino resultado de una decisión deliberada, que inequívocamente alcanza a Calderón: El jefe de jefes de la facción del PAN que se autodenomina "calderonista".
Pero si son de interés público las revelaciones que hace Espino sobre los "capos del calderonismo" en su libro Señal de alerta. Advertencia de una regresión política --como el ilegal espionaje a que fue sometido antes de la toma de posesión de Calderón y cuyos detalles ahora se tratan de ocultar mediante un operativo instrumentado desde el gobierno federal, como lo publica el semanario Proceso--, lo son también las imputaciones que hace sobre la concertacesión de Calderón con el senador Manlio Fabio Beltrones, a su vez el jefe de facto en el PRI.
Espino, quien llegó a la presidencia del PAN en marzo del 2005 luego de que se observaron "actitudes sesgadas y comportamientos subrepticios que en nada corresponden con las normas de transparencia" del PAN --como dijo el burocratizado prócer Luis H. Alvarez--, y echado del cargo por los "capos del calderonismo" antes de concluir su periodo, alerta sobre los "arreglijos" de Calderón y Beltrones, cuya connivencia actualiza la complicidad que, desde 1988, se estableció entre Carlos Salinas y, justamente, "don Luis".
A lo largo de las 213 páginas del libro, Espino intercala su experiencia como enviado del CEN del PAN presidido por Calderón a Sonora, a partir de 1996 --donde Beltrones gobernaba con métodos que ahora repudia, como el espionaje--, con la que tuvo como presidente de su partido y los continuos choques con los "capos del calderonismo", entre ellos Juan Camilo Mouriño, y Germán Martínez, que prevalecen hasta ahora.
Espino, quien dedica su libro a Vicente Fox, a Calderón y a su familia, narra cómo --ya con Calderón en Los Pinos-- padeció el uso de la estructura gubernamental para que los "capos del calderonismo" lograsen apoderarse de la instancia que elige al presidente nacional, que incluyó la memorable rechifla en León, Guanajuato, en junio del año pasado, y que fue el paso previo a la imposición de Martínez como presidente del PAN.
Y son, justamente, Mouriño y Martínez --aun con sus propios pleitos por disputarse la preferencia de Calderón para ser a uno como candidato presidencial en el 2012-- los que operan la complicidad con Beltrones, con la fe de que cumpla con el apoyo para aprobar la reforma petrolera:
El primero de ellos, con acuerdos desde la Secretaría de Gobernación que le confieren al priismo un poder que no tiene por ser la tercera fuerza política del país, y el segundo enalteciendo inclusive a los gobernadores priistas, como Mario Marín y Ulises Ruiz.
En realidad, es preciso recordarlo, esta complicidad viene desde el proceso electoral del 2006, cuando Beltrones le garantizó a Calderón el quórum para la toma de posesión en la sesión de Congreso General, en la Cámara de Diputados, a donde llegó por una puerta trasera y envuelto en nubes de soldados.
Un personero de Beltrones, el senador bajacaliforniano Fernando Castro Trenti --miembro de una cofradía del mismo signo ultraderechista a la que pertenece Espino, sólo que antagónica, incrustada en el priismo--, lo reconoció sin sonrojo: "Nos vimos obligados a aceptar los resultados de una elección fraudulenta en 2006, que impuso a un presidente en donde estábamos nosotros en la disyuntiva de reconocerlo o desconocer las instituciones."
Por eso, y no por otra cosa, se explica la impunidad de ejemplares de la talla de Marín y Ruiz --déspotas y corruptos---, así como de Elba Esther Gordillo y Romero Deschamps, emblemas del cacicazgo sindical, educativo y electoral.
A la par que se estrechaban alianzas entre estos grupos mafiosos priistas en la campaña presidencial del 2006, algunas de ellas tejidas por el propio Espino –como con Marín--, Calderón y sus operadores incurrían en otras conductas delictuosas, por ejemplo el trasiego de recursos en efectivo de los grandes consorcios gasolineros relacionados con Mouriño.
Y, claro, el pacto con los grupos empresariales que lo impusieron y que le exigen más concesiones, como Televisa, uno de cuyos ejemplos de poder más recientes es la destitución de Santiago Creel como coordinador de la bancada del PAN en el Senado, dócilmente operada por Martínez.
Así lo dijo Creel, este lunes 14: "Uno de los argumentos que dio el presidente de mi partido fue precisamente el del conflicto que yo tenía con las televisoras. Me parece un argumento igualmente reprobable por agraviante. Es lamentable que se haya utilizado un argumento como el del conflicto con las televisoras para proceder a hacer un cambio de la naturaleza como el que se dio."
Esos son los "capos del calderonismo". ¿Hay también "capos" en la facción antagónica a Calderón? Por lo que murmuran los que están en las nóminas del gobierno federal y del PAN, sí. Y pronto se verá…
Apuntes
Pero si así proceden los jerarcas del PAN en el gobierno a nivel nacional, elevados a rango de próceres por autocomplacencia, de igual y peor manera proceden los gobernantes en estados y municipios: En León, Guanajuato, donde el PAN-gobierno ejerce el poder desde hace dos décadas, se multiplican las conductas delincuenciales de los cuerpos policíacos y de sus superiores, el gobernador Juan Manuel Oliva y el alcalde Vicente Guerrero Reynoso, colocados al mismo nivel de primitivismo que Marín y Ulises. A la sevicia se suma la impunidad, antivalores contrapuestos a la "inminente dignidad de la persona humana (sic)", la proclama enlodada del PAN. Qué clase de seres humanos son los policías que juegan con un agónico delincuente sometido a balazos, muchacho que les sirve para bromear. Y la repugnancia: Vicente Guerrero arma una reunión con 300 incondicionales para la quema de incienso. Ese acto y los mítines del delegado perredista Francisco Chiguil son la misma cosa… En León, como en todo Guanajuato, hay mujeres y hombres que no se someterán jamás a los dogmas de la derecha: Son hombres y mujeres libres, como Yazmín, que exigen la renuncia de Guerrero, algo que lamentablemente no ocurrirá porque este personaje carece de una cualidad fundamental: Respeto a sí mismo y a su comunidad.
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