¡Hipócritas!
Álvaro Delgado
MÉXICO, DF, 7 de diciembre (apro).- La derecha está jubilosa: El Congreso “fundacional” del Partido de la Revolución Democrática (PRD), celebrado este fin de semana en Morelos, ratificó en los hechos su condición de agrupación marginal, sectaria y corrupta, contrapuesta al espíritu de cambio verdadero para la nación que ofreció hace dos décadas.
Si alguna refundación se produjo en el Congreso del PRD fue hacer más eficiente la lógica de facción de las corrientes que, en realidad, sólo robusteció a una de ellas, Nueva Izquierda (NI), que es y seguirá siendo hegemónica en ese partido.
Por eso la derecha no cabe de contenta.
Más allá de discursos y posturas triunfalistas de las cabezas de corriente --Jesús Ortega, de NI; Alejandro Encinas, de Izquierda Unida (IU), y Amalia García, de Foro Nuevo Sol--, las promesas y compromisos de nueva ética política son retórica harto conocida para la militancia que ha resistido la corrupción interna y para los cada vez menos simpatizantes en la sociedad.
Dijeron exactamente lo mismo luego del fracaso del 2000 y lo repitieron luego de la trama de Rosario Robles, Carlos Ahumada y René Bejarano.
La oligarquía que domina el país, a través de priistas y panistas, no tiene nada de qué preocuparse.
Porque, además, los Chuchos de Nueva Izquierda garantizan que seguirán controlando todos los internos de ese partido, con el fin no de ganar el poder político nacional, estatal y municipal, así como posiciones legislativas para bien de la sociedad, sino seguir siendo una agencia de colocaciones para usufructuar presupuestos públicos.
La derecha está más que relajada.
Porque en los estados el PRD pertenece a los gobernadores priistas y panistas, que hace inviable la demagógica política de alianzas partidarias: En los gobernados por el PRI, ir unidos con el PAN y, en los administrados por éste, ir con los priistas, siempre como cabús, como ocurrió en Guanajuato en su alianza con priistas amigos del chuchista Carlos Navarrete.
La derecha está radiante, sobre todo, por una jugada de los Chuchos que revela su astucia: Al anunciar Navarrete su propósito de ser candidato presidencial --que lo podría ser, si acaso, a alcalde de Celaya--, esboza el objetivo principal: Que sea Jesús Ortega el aspirante a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal.
La jugada es la misma ecuación de ganar perdiendo que tantos buenos resultados les ha dado a los Chuchos y que, ante el 2012, pareciera que también les resultará frente a los prospectos presidenciales Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador.
Está muy claro: El precio de la declinación de Navarrete será que Ortega sea el candidato a suceder a Ebrard, quien no oculta ya ese pacto que se robustecerá ante la próxima salida del gabinete capitalino de Martí Batres, cuya corriente --Izquierda Social-- fue la única que repudió los acuerdos “refundacionales” del PRD.
La derecha, entonces, es dichosa: Su brazo político en el PRD, la “izquierda moderna”, ha ganado otra vez.
Apuntes
Hay un torneo entre el PRI y el PAN para ver cuál partido es más reaccionario: Por una parte los priistas aprobando leyes que castigan con cárcel a las mujeres que abortan, aun en caso de violación, y con su prospecto de candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, yendo al Vaticano a besar el anillo papal, y por otra parte el PAN ostentando su clerecía, como Felipe Calderón engallado por su herencia cristera… El país, mientras tanto, se va al carajo.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
MÉXICO, DF, 7 de diciembre (apro).- La derecha está jubilosa: El Congreso “fundacional” del Partido de la Revolución Democrática (PRD), celebrado este fin de semana en Morelos, ratificó en los hechos su condición de agrupación marginal, sectaria y corrupta, contrapuesta al espíritu de cambio verdadero para la nación que ofreció hace dos décadas.
Si alguna refundación se produjo en el Congreso del PRD fue hacer más eficiente la lógica de facción de las corrientes que, en realidad, sólo robusteció a una de ellas, Nueva Izquierda (NI), que es y seguirá siendo hegemónica en ese partido.
Por eso la derecha no cabe de contenta.
Más allá de discursos y posturas triunfalistas de las cabezas de corriente --Jesús Ortega, de NI; Alejandro Encinas, de Izquierda Unida (IU), y Amalia García, de Foro Nuevo Sol--, las promesas y compromisos de nueva ética política son retórica harto conocida para la militancia que ha resistido la corrupción interna y para los cada vez menos simpatizantes en la sociedad.
Dijeron exactamente lo mismo luego del fracaso del 2000 y lo repitieron luego de la trama de Rosario Robles, Carlos Ahumada y René Bejarano.
La oligarquía que domina el país, a través de priistas y panistas, no tiene nada de qué preocuparse.
Porque, además, los Chuchos de Nueva Izquierda garantizan que seguirán controlando todos los internos de ese partido, con el fin no de ganar el poder político nacional, estatal y municipal, así como posiciones legislativas para bien de la sociedad, sino seguir siendo una agencia de colocaciones para usufructuar presupuestos públicos.
La derecha está más que relajada.
Porque en los estados el PRD pertenece a los gobernadores priistas y panistas, que hace inviable la demagógica política de alianzas partidarias: En los gobernados por el PRI, ir unidos con el PAN y, en los administrados por éste, ir con los priistas, siempre como cabús, como ocurrió en Guanajuato en su alianza con priistas amigos del chuchista Carlos Navarrete.
La derecha está radiante, sobre todo, por una jugada de los Chuchos que revela su astucia: Al anunciar Navarrete su propósito de ser candidato presidencial --que lo podría ser, si acaso, a alcalde de Celaya--, esboza el objetivo principal: Que sea Jesús Ortega el aspirante a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal.
La jugada es la misma ecuación de ganar perdiendo que tantos buenos resultados les ha dado a los Chuchos y que, ante el 2012, pareciera que también les resultará frente a los prospectos presidenciales Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador.
Está muy claro: El precio de la declinación de Navarrete será que Ortega sea el candidato a suceder a Ebrard, quien no oculta ya ese pacto que se robustecerá ante la próxima salida del gabinete capitalino de Martí Batres, cuya corriente --Izquierda Social-- fue la única que repudió los acuerdos “refundacionales” del PRD.
La derecha, entonces, es dichosa: Su brazo político en el PRD, la “izquierda moderna”, ha ganado otra vez.
Apuntes
Hay un torneo entre el PRI y el PAN para ver cuál partido es más reaccionario: Por una parte los priistas aprobando leyes que castigan con cárcel a las mujeres que abortan, aun en caso de violación, y con su prospecto de candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, yendo al Vaticano a besar el anillo papal, y por otra parte el PAN ostentando su clerecía, como Felipe Calderón engallado por su herencia cristera… El país, mientras tanto, se va al carajo.
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