Miguel Carbonell y la izquierda que México necesita
Federico Arreola
Voy a debatir, en tuiter, con Miguel Carbonell, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y coordinador del área de derecho constitucional del mismo. A partir de las 10:00 AM intercambiaremos puntos de vista en ese entretenimiento de internet bajo el lema #IzqMx.
El doctor Carbonell es un abogado joven que posee muy buen prestigio. Estudió su carrera en la UNAM y se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid, España. Es investigador nacional nivel III del Sistema Nacional de Investigadores desde enero de 2005, “siendo uno de los más jóvenes científicos del país en alcanzar ese nivel”, dice su biografía oficial en la red.
Al margen de si un jurista debe ser considerado científico (pienso que no), la parte por lo menos exagerada de su currículum es la siguiente: “Autor de 33 libros y coordinador o compilador de otras 38 obras… Ha publicado más de 330 artículos en revistas especializadas y obras colectivas de México, España, Italia, Inglaterra, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, República Dominicana y Uruguay… Ha dictado más de 570 cursos y conferencias en México y otros países”.
Con respeto para el doctor Carbonell, debo decirle que eso puede ser útil para impresionar a universitarias impresionables, pero yo no me la creo, lo que afirmo solo para equilibrar el debate: No quiero ser aplastado por el prestigio gigantesco de alguien con tanta obra publicada.
Si Carbonell fuese un hombre de más 100 años de edad, eso podría ser creíble: pero él tendrá unos 40 años de vida o menos aún. Así las cosas, las cuentas no salen. Y lo reto a que las haga.
Escribir un buen libro, en un promedio bajo de sentido común, implica trabajar en él durante un año completo prácticamente sin hacer otra cosa. Insisto, un buen libro. Es decir, para creer lo que dice su currículum habría que pensar que él en los últimos 33 años de su existencia solo ha escrito libros. Digo, si va a suponerse, como supongo yo, que se trata de libros excelentes, no solo de obrillas realizadas a la carrera o de recopilaciones de artículos.
Ahora bien, el doctor Carbonell ha compilado otras 38 obras. Pues sí. Digamos que para compilar correctamente una obra se requiere trabajar unos seis meses en promedio de sentido común también bajo. O sea que ha pasado 19 años de su vida compilando trabajos de sus colegas juristas. Digo, porque debe tratarse de compilaciones serias, de las que exigen un gran esfuerzo.
En resumidas cuentas, ha dedicado 52 años que no ha vivido todavía a escribir y compilar libros complejos. Y aparte ha redactado más de 300 artículos profundos para revistas especializadas (no columnas periodísticas, que estas se escriben en un ratito) y ha dictado más de 500 cursos y conferencias en México y en el extranjero.
O sea que el doctor Carbonell ha vivido unos 15 años más de los que tiene y, desde luego, no ha tenido tiempo para ir al cine, al futbol, de pesca, a caminar en el parque, a la borrachera, con la novia, con los cuates.
Y ya no agrego que, en promedio de sentido común, por cada libro académico que alguien escribe debe haber leído unos diez. Digo, si se trata de que el nuevo libro de verdad aporte algo. O sea que, para escribir 30 Carbonell tuvo que leer 300. Pero un libro académico se lee, en promedio muy bajo, en dos meses sin hacer otra cosa. Así que ha leído 600 meses. Y bueno, 600 meses son 50 años de vida.
Todo esto lo comento para destacar que, como buen académico, el abogado Carbonell es muy exagerado al hablar de sus méritos.
No dudo que haya escrito y compilado tantos libros. Lo que creo es que unos deben ser simples repeticiones de los otros. Casi podría exagerar que sus artículos y conferencia integran sus libros, lo que no está mal, pero ya se habla de entonces de otro nivel de obras. Si no fuese así, insisto, las cuentas no saldrían. Y yo le tengo mucho respeto a la aritmética.
Es típico del intelectual tener en su casa o en su oficina miles de libros perfectamente acomodados. Esos libros son reales, pero no todos han sido leídos. Es imposible.
Un hombre que viviera 80 años y que durante 77 hubiese leído un libro al mes, habría podido terminar la lectura de 924 obras, y se está hablando de una exageración, ya que si bien es posible leer una novelita en una semana, una novelota requiere meses de paciente lectura, y ya no se diga de profundos textos jurídicos, como los que se ve obligado a estudiar el doctor Carbonell, que requieren mucho tiempo de duro trabajo para ser leídos.
Voy a debatir con un académico inteligente y prestigiado, que ha escrito varios libros muy buenos, sin duda, pero necesariamente unos son repeticiones de otros (el clásico la misma gata pero revolcada); un académico que ha leído bastante, pero mucho menos de lo que el público pensaría; un intelectual, en fin, que para hablar de la izquierda cita a otros intelectuales, como en el video que me envió por tuiter y cuyo contenido resumo enseguida:
Dice Carbonell que un país como México, marcado por las desigualdades y los atrasos, requiere de una izquierda fuerte. Estoy de acuerdo con él.
Dice Carbonell, citando a Sartori, que la izquierda es la ética. Estoy de acuerdo con Carbonell y con Sartori, pero yo añadiría que en la derecha también hay ética.
Por cierto, yo no soy de izquierda, sino de derecha (sobre todo en lo referente a la política económica), aunque apoyo ahora a un político y a un movimiento de izquierda. Ya diré por qué.
Dice Carbonell, citando a Norberto Bobbio, que el propósito fundamental de la izquierda es conseguir la igualdad. Agregaré que el propósito fundamental de la derecha es conseguir la eficiencia productiva. El reto sería conciliar los dos objetivos.
Dice Carbonell, entonces, que el futuro de la izquierda mexicana pasa por observar estos dos valores: el absoluto respeto a la ética, y su capacidad para proponerle a la nación un proyecto de igualdad que combata a la pobreza, la discriminación y los problemas del medio ambiente. Estoy de acuerdo con él.
Dice Carbonell que, por desgracia, en la izquierda ha habido casos de corrupción que han mermado su base electoral y su credibilidad. Es cierto, pero no han sido ni tantos ni tan grandes. En mi opinión, han sido magnificados por los medios masivos de propaganda, más que de difusión, que controlan el PRI, el PAN y los grandes empresarios mexicanos. Y, por cierto, no minaron en exceso la base electoral y la credibilidad de la izquierda. Le recuerdo al doctor Carbonell que, a pesar de los escándalos, la izquierda ganó las presidenciales de 2006. Si el PAN gobierna (muy mal, por cierto) es por el fraude electoral probado por muchas personas, entre otras científicos de la institución en la que él trabaja.
Dice Carbonell que la izquierda mexicana debería articularse en una oferta partidista seria, que aporte al debate, proponga y no solo reaccione. De acuerdo con él.
Dice Carbonell que numerosos intelectuales estuvieron en la formación del PRD, pero que el autoritarismo y el escaso diálogo que hay en este partido los han alejado. Eso ha ocurrido, sin duda, pero también es un hecho que desde los tiempos de Carlos Salinas los gobiernos federales han comprado a no pocos intelectuales dándoles proyectos de investigación, asesorías, patrocinios para libros, etcétera.
Dice Carbonell que el espacio del PRD debería dar lugar a un debate intelectual, de ideas, no solo de corrientes, de facciones, y aquí cita sin venir mucho al caso a James Madison. Estoy de acuerdo con Carbonell y con Madison.
En resumidas cuentas, dice el doctor Carbonell, es esencial para México y para el futuro de su democracia, una izquierda democrática y robusta. De acuerdo.
Como en casi todo estamos de acuerdo el doctor Carbonell y yo, tal vez no debería haber debate. Pero prometimos debatir, así que habrá que buscar los puntos de discrepancia. Creo que el fundamental es el papel de Andrés Manuel López Obrador, es decir, el movimiento que encabeza y que va mucho más allá del PRD y de los otros partidos, PT y Convergencia, que apoyaron en 2006 a la Coalición por el Bien de Todos.
No soy de izquierda, pero fui uno de los coordinadores de la campaña de AMLO en 2006. ¿Por qué creo en este personaje? Por honesto. En casi 30 años de oficio periodístico he conocido a numerosos políticos importantes, de medio pelo y de la tercera división. Todos viven como ricos, es decir, con lujos que no podrían pagar con sus sueldos. López Obrador, a diferencia de ellos, vive muy modestamente, esto es, no ha tomado un solo centavo de los enormes presupuestos que ha manejado como presidente nacional del PRD y como jefe de Gobierno del Distrito Federal.
En mi opinión, a México lo que más le hace falta es un gobernante honesto que no tenga el gusto por los buenos vinos, las comidas caras, los aviones privados, los yates, los viajes a todo lujo. Este es López Obrador, un político al que no seducen el dinero y lo que el dinero puede pagar.
Por otra parte, el único político que conozco que se ha tomado la molestia de visitar todos los pueblos de México, absolutamente todos, los más pobres, los más abandonados, es López Obrador. Eso le ha permitido estar cerca de la gente a la que nadie escucha. Es lo que México necesita: alguien que sepa lo que verdaderamente pasa allá abajo. Los otros políticos, inclusive en campaña, pasan por esos pueblos en helicóptero y solo llegan, por unos minutos, a las comunidades mayores.
Por lo demás, no veo en López Obrador ninguna intención de ir contra lo mejor que tiene la derecha en todo el mundo: su capacidad empresarial. No expropiará ni nacionalizará nada. Eso sí, obligará a los grandes empresarios mexicanos, tan protegidos por el gobierno, a abrirse a la competencia.
Empresas como Televisa o Telmex no pueden operar con el tamaño que tienen, simplemente porque no hay posibilidad real de que nadie les compita. Compañías como Televisa y Telmex tendrán que ser partidas en varias empresas para que la economía mexicana pueda funcionar en un ambiente de sana competencia.
Si ese fuera el caso, habría problemas con el “estado de derecho”, ya que los empresarios afectados denunciarían que sus derechos de propiedad no han sido respetados. El problema es hasta dónde llega la propiedad. Porque, es un hecho, los monopolios en México están prohibidos. Y se debe acabar con ellos. Son lo que más impide el desarrollo.
Creo que solo un presidente enfrentado a los grandes grupos empresariales, como López Obrador, los podrá poner en orden. Insisto, no para expropiarles o nacionalizarles nada, sino solamente para ponerlos a competir. Y de paso exigirles que paguen correctamente sus impuestos. Porque no lo hacen ahora. La verdad de las cosas es que el distanciamiento enorme que hay entre AMLO y los mayores empresarios sería, si Andrés Manuel llegara a la Presidencia, su principal ventaja: gobernaría sin pagarles favores y sin deudas de amistad con ellos.
En fin, vamos al debate. Y, por anticipado, le doy las gracias a Miguel Carbonell, un gran intelectual que no debería salir con el rollo de que ha escrito tantos libros y compilado más. Porque esto suena, más que a trabajo intelectual, a mercadotecnia.
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