15 jun 2010




Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
15 de junio de 2010


ABC: tiempo de hipócritas


Casi nunca he hablado de mi propia labor periodística; hoy haré una excepción porque se ha hecho asunto público. Y es que ahora resulta, según algunos, que el Informe Smith dado a conocer aquí es una cortina de humo para empantanar el proceso deliberatorio en la Corte o una maniobra salvadora de los inculpados actuales.
Mentira por partida doble. Está muy claro que la Corte puede considerar o desestimar este peritaje porque, como me dijo una distinguida ministra: “lo que importa es que murieron 49 niños quemados en la guardería… cómo empezó el incendio es lo de menos”. En el otro sentido, sólo a un estúpido disfuncional o a un interesado inmoral se le puede ocurrir que una cosa invalida a la otra. Es decir, que determinar el origen del fuego atenta contra la esperanzadora tesis del ministro Zaldívar de responsabilizar a todos los funcionarios públicos de sus actos y omisiones. Es más, el Informe Smith estaría ampliando la tesis Zaldívar a los funcionarios de los gobiernos municipal y estatal de Hermosillo y Sonora que ejercían cuando el incendio. Y que conste que, hasta ahora, no se ha cuestionado el prestigio, la experiencia o la imparcialidad de su autor. Lo que afirman los obtusos es que su difusión beneficia a Molinar, Karam y Bours, señalados como responsables por el propio ministro Zaldívar y a quienes yo siempre he apuntado como culpables de este crimen múltiple. Lo he reiterado una y otra vez: las pésimas condiciones de la guardería —producto de abusos y corruptelas— hicieron que el fuego matara a 49 niños y marcara a otros 100. Por eso, en esto de las responsabilidades no hay que olvidar a los dueños, por más influyentes que sean.

Por cierto, no se trata —como dicen mañosamente— de empezar de cero y buscar a malditos desconocidos que provocaron las llamas. Hay que interrogar a Manuel Gaxiola, Francisco Arturo Bracamontes, Juan Parra, Ignacio Alduendas, Álvaro Pacheco, Jorge Antonio Lavandera y Arturo Torres; los empleados de la bodega. Se quiere saber la verdad ¿o no?

Finalmente, a mí nadie me filtra nada. El cobardón piensa que todos son de su condición. Yo fui a reportear, indagar y marchar con todos los padres de Hermosillo. Así, buscando, encontré una información que difundí porque éticamente debía de hacerlo, independientemente de sus consecuencias. Pero no me extraña el dolo de quienes durante décadas encubrieron y justificaron matanzas tan horrendas como la de Jaramillo, Tlatelolco y Aguas Blancas y que creen poderse quitar el peso de su conciencia con una lavadita de cara. Patético.






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