México SA
Carlos Fernández-Vega
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■ Puras promesas incumplidas
■ Presidente emocionadísimo
El michoacano de las mil promesas incumplidas ha intentado sortear con propaganda y discursos fatuos los compromisos que en campaña daba por realizados si llegaba a Los Pinos. Del empleo “para todos” a la “seguridad” pública de los mexicanos; de “erradicar” el crimen organizado a “desmantelar” monopolios y oligopolios que impiden el avance del país; de los precios “accesibles” a las tarifas “bajas” para los que menos tienen; del “navío de gran calado” a la economía “envidiada por todos”; en síntesis, del futuro promisorio a la dicha plena, “para vivir mejor”.
A estas alturas, sin embargo, una de las promesas incumplidas que más deterioran su de por sí ajada imagen y ofende en grado sumo a los mexicanos de todos los colores y sabores, porque a todos daña, es aquella que, ya como inquilino de Los Pinos, pomposamente asumió hace poco más de un año, el 28 de septiembre de 2007: “nunca más habrá una crisis económica”.
En pleno zarandeo económico-financiero, cuando tirios y troyanos exigen acción inmediata al patidifuso inquilino de Los Pinos y en medio del hecho insólito de que la Cámara de Diputados ponga al Ejecutivo un plazo perentorio para que en un máximo de 48 horas modifique su paquete económico para 2009, porque si no el propio Legislativo actuará en consecuencia, aquella promesa de septiembre de 2007 le pone la cereza al cada día más grande pastel del fracaso calderonista.
Sólo alguien más fatuo que Calderón –aunque éste va que vuela para llevarse la medalla de oro– se animó a prometer en público que México “nunca más” registraría una crisis, y ese no fue otro –imposible que no lo fuera– que el de las ideas cortas y la lengua larga, el mismísimo Vicente Fox.
Pocos acontecimientos contribuyen a la unidad de los mexicanos, pero el inquilino de Los Pinos es un suertudo y le toca protagonizar uno de esos momentos, aunque sea en su contra: la delicada circunstancia económico-financiera que vive el país, previsible de cuando menos dos años atrás, ahora provoca la unión de voces, reclamos y exigencias de sectores productivos y especulativos, gobernadores, partidos, legisladores y mexicanos todos, para que la administración calderonista deje a un lado el discurso, salga de su letargo, reaccione ante lo obvio y actúe de inmediato para hacer frente a la enorme bola de nieve que se deja venir.
A estas alturas del zarandeo, ¿qué tan “emocionado” se sentirá el inquilino de Los Pinos?, toda vez que en otra de sus célebres frases de ocasión, pronunciada a principios del presente año aseguraba: “me emociona un poquito el escenario preocupante de 2008”, ante el cual “no nos quedaremos de brazos cruzados”.
Sin duda debe ser “emocionante” observar cómo se pierde el escaso empleo generado y se cancela el existente, cómo se reduce a su mínima expresión el crecimiento económico, cómo se debilita el tipo de cambio (ayer a 12.40 pesos por dólar), cómo en unos cuantos días el mercado bursátil mexicano perdió todo lo ganando durante sus 22 meses y pico en Los Pinos, cómo regresan al país cientos, tal vez miles, de paisanos ahora doblemente expulsados por la crisis estadunidense (la primera fue por la mexicana), y cómo, en fin, el “catarrito” y la “gripa” adquieren su dimensión real.
Allá por septiembre de 2007, en este espacio comentamos que el inquilino de Los Pinos tendría que definir qué es lo que entiende por crisis, porque, al igual que en el sexenio pasado, lleva ya varios discursos al hilo con dicho tema como elemento central y con los mismos lentes oscuros. Entre la frases utilizadas por Felipe Calderón destacan, con todo y sintaxis oficial, las siguientes: “que nunca más una crisis económica afecte a los mexicanos… nos costó mucho trabajo, pero trabajamos de manera decidida para no volver nunca más a una crisis económica… trabajamos para que no se repita una crisis económica… estamos trabajando para que nunca más volvamos a tener una crisis económica”, y así por el estilo.
Decíamos también que el michoacano retomaba el discurso y el decreto de la “inexistencia de la crisis”, y lo hacía con igual falta de visión, insensibilidad o cinismo que sus antecesores en Los Pinos, porque de qué otra manera, que no sea crisis, se puede calificar a un país en el que la mitad de su población sobrevive en la pobreza y la miseria; en el que millones de personas no tienen para lo elemental; en el que la economía “crece” a niveles similares o incluso inferiores a los reportados por una nación como Haití; en el que alrededor de 65 por ciento de los ocupados obtienen un ingreso menor a tres salarios mínimos; en el que la mitad de los trabajadores se emplea en el sector informal; en el que millones de personas han salido del país en su desesperación por mejorar su precario nivel de vida; en el que el salario mínimo vigente es totalmente anticonstitucional; en el que la mayoría de los empleados no tiene prestaciones de ley, y tantas otras carencias y deficiencias. Si esto no es crisis, ¿qué es?
De allí el discurso vacío, repetitivo y temerario de que México está libre de crisis. En septiembre de 2007 dijo el inquilino de Los Pinos: “hoy nos encontramos en un momento muy diferente de nuestra historia y estamos trabajando de manera decidida para nunca más volver a tener una crisis económica en el país; ese es un compromiso muy claro que tiene este gobierno con todas las mexicanas y con todos los mexicanos, que nunca más una crisis económica afecte el patrimonio nacional… pensar en 25 años atrás es pensar en lo que había en México en aquel entonces y lo recordamos perfectamente. A veces se nos olvida a los mexicanos lo que se ha sufrido y lo que ha pasado el país, y quizá por eso no se aprecia cabalmente el logro que se tiene”. ¿En serio las condiciones de vida, las perspectivas para el grueso de los mexicanos han cambiando en esos 26 años? ¿Realmente, en lo social y económico, México es diferente que hace cinco lustros, como se presume en el discurso oficial?
Todo indica, puntualizábamos, que para el clan que lleva cinco lustros en el poder lo único que entiende por crisis es devaluación, tasas de interés en las nubes, elevado riesgo-país, déficit y demás síntomas de inestabilidad macroeconómica, pero no pobreza, miseria, desempleo, marginación, migración, salarios de hambre y conexos.
Pues bien, con el “catarrito”, ahora también en lo macroeconómico.
Las rebanadas del pastel
La trasnacional Chevron-Texaco mordió el polvo. Una corte de Justicia de Estados Unidos falló en contra del consorcio en el proceso judicial por daños ambientales en los yacimientos por ella explotados en Ecuador de 1965 a 1992. Ahora deberá someterse a la justicia ecuatoriana, por lo que es previsible que sea obligada a pagar una indemnización de entre 8 mil y 16 mil 500 millones de dólares por la catástrofe ambiental por ella provocada.
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