20 oct 2008


Astillero
Julio Hernández López
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Felipe mueve Peón

■ Lo policiaco, sobre lo político

■ Cemex, El Chapo, García Luna


Al designar a Jorge Tello Peón como su asesor en asuntos de seguridad nacional, el ocupante de Los Pinos delata el carácter prioritario que lo represivo tiene en su enfoque respecto de la posibilidad de que se desaten protestas sociales vigorosas por motivos petroleros. Frente a los aprestos adelitos de combate cívico, Felipe Calderón ha preferido dejar sin académico jefe de vigilancia a Cementos Mexicanos que idear maniobras políticas impactantes (por ejemplo: cambiar de secretario de Gobernación, o encarcelar a algún político, legislador o empresario que simbolice el aprovechamiento de recursos públicos para negocios particulares, o responder públicamente a la oferta de negociación que le hizo días atrás su principal opositor y comprometerse a cumplir algunos de los puntos propuestos). Es decir, el gobernador sustituto de Michoacán (tomó posesión el pasado 15 de septiembre, por la noche, y al otro día instaló a una de sus hermanas como poderosa secretaria de elecciones del PAN estatal y prematura aspirante a la gubernatura, lo que incluso ya hizo al siempre obediente Germán Martínez anunciar que un año de éstos el partido blanquiazul tendrá su primera mujer candidata a gobernar) no busca ni construye salidas políticas, sino policiacas, de espionaje, de coordinación de militares y civiles para así enfrentar con la fuerza lo político y social.

Tello Peón proviene de un entorno empresarial puesto en entredicho recientemente, pues Cementos Mexicanos ha sido acusado, junto a otros gigantes de los negocios, de realizar maniobras jurídicamente válidas, pero moral y socialmente reprobables, para hacerse de ganancias mediante un “ataque” al peso que mermó más del 10 por ciento de las reservas nacionales de dólares. El secretario de la hacienda neoporfirista llamada México, Asustín Catarrarstens, lanzó originalmente denuncias llamativas contra esos empresarios ventajosamente compradores de divisas extranjeras, pero sus aires justicieros se desinflaron entre intentos de explicaciones que a fin de cuentas sólo confirman que ese grupo de grandes capitalistas no merecerá ninguna variante oriental de cuello porque en su momento coopelalon electoralmente con quien hoy no puede castigarlos ni con una denuncia periodística sostenida.

El nuevo asesor felipense tiene también encima el baldón correspondiente a la fuga de quien luego sería considerado el capo favorito del sexenio zedillista y del actual, Joaquín Guzmán, conocido como El Chapo, quien se puso en libertad del penal jalisciense de presunta alta seguridad denominado Puente Grande (rebautizado popularmente como Puerta Grande). Cuarenta días después de aquella reincorporación plena del jefe máximo del cártel de Sinaloa a sus tareas empresariales solapadas mediante cuota se produjo la renuncia de Tello Peón a la subsecretaría federal de seguridad pública. Hayan sido razones personales (específicamente, de salud) las que le llevaron a dimitir, o hubiera una especie de sanción informal porque se le considerara responsable de la plácida salida de prisión de El Chapo, lo cierto es que ese detalle agrega veneno a las aguas rojas de la guerra gubernamental contra el narcotráfico que, según expresiones públicas diversas, sobre todo mediante narcomantas, les parece enteramente facciosa a los Zetas que consideran que el actuar oficial está cargado absolutamente contra ellos y en favor de quien el 19 de enero de 2001 salió/entró por la Puerta Grande a dirigir en libertad su banda.

Por otra parte, la designación del ingeniero Tello Peón cae en el terreno muy peligroso de las indefiniciones calderonistas respecto de responsabilidades y funciones en materia de seguridad pública. Hasta ahora, la debilidad del presidente formal de México ha permitido que se entronice el secretario del ramo, Genaro García Luna, quien ha logrado el despido del gordillista Roberto Campa Cifrián; el aniquilamiento de su anterior creación, la Agencia Federal de Investigación, y el funcionamiento absolutamente ilegal de una Policía Federal, además de que pretende usar el presupuesto federal para obligar a los gobernadores a que coloquen en las secretarías estatales a recomendados de las oficinas federales y crear y controlar una red “única” de inteligencia –que incluiría el trabajo de las secretarías de la Defensa y de Marina–, todo lo cual le colocaría como el hombre más poderoso, por encima del presidente virtual. Ahora, Calderón le enfrenta a García Luna a otro ingeniero (éste, civil; Genaro, mecánico; ambos, de la Autónoma Metropolitana), lo que constituye casi una garantía de pleitos explosivos en las alturas.

Mientras, las brigadas de defensa del petróleo están listas para entrar en acción, en un escenario mediáticamente dominado por los esfuerzos de algunos legisladores perredistas históricamente merecedores de profundo recelo que insisten en convencer al público de que no hay ni pizca privatizadora en el paraíso de buenas intenciones llamado reforma petrolera. Según los victoriosos izquierdistas enchapopotados, el problema de última hora estaría centrado en algunos párrafos, o frases, o palabras que frente al gran avance conseguido no deberían ser motivo de exagerada suspicacia, pues de hecho la amenaza original calderonista de privatizaciones ha recibido una especie de trasfusión total de sangre, quedando ya sólo el monigote, la cáscara, la apariencia, aunque en realidad por dentro todo es la esencia de las propuestas ¡triunfadoras! del movimiento encabezado por un tabasqueño... salvo algunos detallitos (esta columna renegada recuerda que el cambio constitucional de una sola letra, la conjunción “y” por “o” en cuanto a padres mexicanos de aspirantes a la Presidencia, abrió el paso al extranjerizado Vicente Fox a Los Pinos).

Y, mientras Emilio González Márquez siembra mentadas y cosecha pendejeadas (“¡cállate, pendejo!”, le gritaron en un acto luctuoso con policías de Jalisco), y los Moreira se van con todo contra el panismo en Coahuila, ¡hasta mañana, con el canciller cubano hilando fino en México!





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