Ricardo Rocha
Juárez: última llamada
No sé qué pasará hoy luego de la visita del presidente Calderón a Ciudad Juárez. Mi ingenuidad me da todavía para pensar en la remota posibilidad de una terapia intensiva. A menos que se quiera decretar la extremaunción. Porque hoy, Juárez se muere. A pesar del diagnóstico facilón de los muchos expertos que tal vez jamás han estado ahí y que todo lo reducen a un pleito entre cárteles.
Como si pudiera ignorarse el largo proceso de descomposición: desde que fue puesta como ejemplo de crecimiento con sus miles de maquiladoras que jalaron el desarrollo no sólo para Chihuahua sino para todo el país; a la vez que imán irresistible para pobres sin esperanza de todas partes. De entonces a la fecha, el pudrimiento ha sido gradual y constante. Y de él son igualmente responsables los gobiernos priístas y panistas, que por corrupción u omisión han fracasado estrepitosamente en los niveles municipal, estatal y federal.
Por eso Juárez apenas sobrevive. Y no hay duda que la inseguridad, la pobreza, el deterioro económico, la guerra federal contra el narco y la violencia siempre creciente son factores que se entrecruzan e interactúan en perjuicio de sus todavía un millón 300 mil habitantes. Basten algunos datos para ilustrar el desastre generalizado: hay ahora 116 mil viviendas vacías, como en la que celebraban su fiesta los muchachos masacrados; más de 100 mil juarenses se han ido a vivir a El Paso; nada más en la maquila se han perdido 80 mil empleos; 10 mil pequeñas y medianas empresas han cerrado por extorsiones y amenazas; 600 mil de sus habitantes son más pobres que nunca; en Juárez el tiempo ya no se mide por meses, sino por muertos… dos mil en lo que va del año, más 7000 huérfanos y viudas en toda esta guerra; y el horror llega a úlceras infantiles e inflamaciones cerebrales por estrés extremo y eso nadie lo sabe mejor que los propios juarenses.
Por eso, más que hablarles, Calderón debe ir a escucharlos, como a la maestra Mari Tere Almada, que escribió: “En Mayo pasado, cuando asesinaron a su padre, mi hijo me lanzó la pregunta: ‘¿Mamá y no nos vamos a ir a otra ciudad?’ Y yo le contesté que no, que era importante quedarnos a luchar para que las cosas cambiaran aquí. Hoy siento que el tiempo y las fuerzas se nos agotan y que Juárez se nos muere de tristeza”.
***Siempre he creído que quienes nos dedicamos a dar noticias traemos de carga la tristeza y hasta algún sentimiento de culpa porque, las más de las veces, nos ocupamos de las peores facetas de los seres humanos.
Hoy me entero de la muerte de Sor María Suárez Vázquez alma infatigable de las Hermanas del Verbo Encarnado quien, primero en la Sierra Tarahumara y luego como directora de Enfermería del Hospital de Cardiología Ignacio Chávez dedicó 40 años de su vida a cuidar a los más necesitados. Y creo que, a pesar del dolor de su partida, la sola existencia de un ser tan luminoso es una maravillosa noticia acá en la tierra como en el cielo.
Juárez: última llamada
No sé qué pasará hoy luego de la visita del presidente Calderón a Ciudad Juárez. Mi ingenuidad me da todavía para pensar en la remota posibilidad de una terapia intensiva. A menos que se quiera decretar la extremaunción. Porque hoy, Juárez se muere. A pesar del diagnóstico facilón de los muchos expertos que tal vez jamás han estado ahí y que todo lo reducen a un pleito entre cárteles.
Como si pudiera ignorarse el largo proceso de descomposición: desde que fue puesta como ejemplo de crecimiento con sus miles de maquiladoras que jalaron el desarrollo no sólo para Chihuahua sino para todo el país; a la vez que imán irresistible para pobres sin esperanza de todas partes. De entonces a la fecha, el pudrimiento ha sido gradual y constante. Y de él son igualmente responsables los gobiernos priístas y panistas, que por corrupción u omisión han fracasado estrepitosamente en los niveles municipal, estatal y federal.
Por eso Juárez apenas sobrevive. Y no hay duda que la inseguridad, la pobreza, el deterioro económico, la guerra federal contra el narco y la violencia siempre creciente son factores que se entrecruzan e interactúan en perjuicio de sus todavía un millón 300 mil habitantes. Basten algunos datos para ilustrar el desastre generalizado: hay ahora 116 mil viviendas vacías, como en la que celebraban su fiesta los muchachos masacrados; más de 100 mil juarenses se han ido a vivir a El Paso; nada más en la maquila se han perdido 80 mil empleos; 10 mil pequeñas y medianas empresas han cerrado por extorsiones y amenazas; 600 mil de sus habitantes son más pobres que nunca; en Juárez el tiempo ya no se mide por meses, sino por muertos… dos mil en lo que va del año, más 7000 huérfanos y viudas en toda esta guerra; y el horror llega a úlceras infantiles e inflamaciones cerebrales por estrés extremo y eso nadie lo sabe mejor que los propios juarenses.
Por eso, más que hablarles, Calderón debe ir a escucharlos, como a la maestra Mari Tere Almada, que escribió: “En Mayo pasado, cuando asesinaron a su padre, mi hijo me lanzó la pregunta: ‘¿Mamá y no nos vamos a ir a otra ciudad?’ Y yo le contesté que no, que era importante quedarnos a luchar para que las cosas cambiaran aquí. Hoy siento que el tiempo y las fuerzas se nos agotan y que Juárez se nos muere de tristeza”.
***Siempre he creído que quienes nos dedicamos a dar noticias traemos de carga la tristeza y hasta algún sentimiento de culpa porque, las más de las veces, nos ocupamos de las peores facetas de los seres humanos.
Hoy me entero de la muerte de Sor María Suárez Vázquez alma infatigable de las Hermanas del Verbo Encarnado quien, primero en la Sierra Tarahumara y luego como directora de Enfermería del Hospital de Cardiología Ignacio Chávez dedicó 40 años de su vida a cuidar a los más necesitados. Y creo que, a pesar del dolor de su partida, la sola existencia de un ser tan luminoso es una maravillosa noticia acá en la tierra como en el cielo.
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