Emilio Azcárraga y su poder y AMLO en error mediático
Federico Arreola
Televisa tiene ahora un canal de noticias, Foro TV. Mientras esta nueva opción “informativa” nacía, Televisa anunció que comprará el 30 por ciento de las acciones de Nextel. Ya tenía Televisa cuatro cadenas nacionales de televisión y controlaba el mayor sistema de TV de paga en el país, Sky, además de ser el principal operador de televisión por cable en México. Es tanta su fuerza que los sitios de Internet de la compañía presidida por Emilio Azcárraga Jean son los que tienen más visitas en nuestro país. En resumidas cuentas, Televisa es el rey del llamado “cuádruple play”.
En Reforma, Sergio Sarmiento lo ha expresado este miércoles con claridad: “Ésta debería ser una buena noticia para los consumidores mexicanos. Televisa podrá satisfacer las necesidades de sus clientes en cuatro mercados distintos: televisión (abierta y de paga), internet, telefonía fija y telefonía móvil. Será la primera firma nacional en aprovechar los adelantos de la convergencia de las telecomunicaciones y la radiodifusión. Los beneficios, sin embargo, se ven anulados por el hecho de que la autoridad no está permitiendo a otras empresas competir en esa convergencia digital”.
A Sarmiento le parece injusto que si la autoridad permite a Televisa, a través de los sistemas de cable que controla, ofrecer servicios de telefonía e internet en competencia con Teléfonos de México, “a Telmex se le ha impedido prestar servicios de televisión”.
También, a Sarmiento le parece indebido que si bien a Televisión Azteca la Comisión Federal de Telecomunicaciones le aceptó ofrecer canales adicionales de televisión a través del sistema HiTV en un ancho de banda que ya tenía asignado, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes haya decidido “que la transmisión de esos canales no es radiodifusión sino telecomunicación, excusa que está usando para tratar de bloquear la difusión de canales que pudieran competir con Televisa”.
Dice Sarmiento: “Las autoridades han empezado un proceso de licitación de espectro radioeléctrico para las bandas de 1.7 y 1.9 gigahercios (GHz) que se usarán para telefonía inalámbrica. Esto es positivo para los consumidores. Pero las reglas se han diseñado de tal forma que impiden o restringen la participación de Telcel, Movistar y Iusacell. El aparente propósito es favorecer a Televisa y Nextel, que serán una misma firma”.
Y añade el analista de Reforma: “Por otra parte, los diputados y senadores que establecieron el impuesto del 3 por ciento a las telecomunicaciones decidieron que las nuevas empresas que compren espectro (o sea, Televisa) quedarán exentas durante tres años. El regalo tiene un valor de unos 500 millones de dólares e implica una competencia desleal frente a otras empresas que sí tienen que pagar el impuesto”.
La columna de Sarmiento es muy buena. Pero sería mejor si planteara el verdadero problema: el del oligopolio de la información que se transmite por radio y televisión. Este es un mercado que controlan unas cuantas empresas, Televisa y TV Azteca y no muchas cadenas de radio. Es un hecho que, salvo muy honrosas excepciones (como los noticiarios en los que participa Carmen Aristegui y, tal vez, el de Jacobo Zabludovski) los llamados medios electrónicos en México no se rigen por criterios periodísticos, sino por consideraciones comerciales. Es decir, en vez de dar a conocer noticias y opiniones con libertad, lo hacen pensando en sus clientes o en quedar bien con el gobierno federal del que dependen sus concesiones.
Ignoro si alguna vez el señor Sarmiento se ha preguntado si merecen, o no, operar televisoras y radiodifusoras las más serias empresas informativas que hay en México, a saber: La Jornada, Reforma, El Universal y Proceso. Ningún directivo de Televisa, TV Azteca o de las estaciones de radio mexicanas ha mostrado mejores credenciales periodísticas que Carmen Lira, Alejandro Junco de la Vega, Juan Francisco Ealy Ortiz y Julio Scherer. Con todos los defectos que pudieran tener estos cuatro editores de medios impresos, han probado ser más críticos y plurales que Emilio Azcárraga Jean, Ricardo Salinas Pliego, Rogelio Azcárraga, Francisco González y todos los otros concesionarios de radio y TV.
Lo que urge en México es una ley de medios que acabe con el oligopolio de los actuales concesionarios, sobre todo el de Televisa y TV Azteca. Esto es más importante que jugar al triple o al cuádruple play o que respetar los derechos de Telmex que pisotea el poder de Azcárraga. Sin duda, Carlos Slim Helú debe tener televisión para competir con Emilio Azcárraga Jean. Pero a México le iría mejor si Alejandro Junco controlara un canal de TV. O Carmen Lira, o Ealy o Scherer.
En Brasil, en el contexto del fin del extraordinario gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, vuelve a tomar forma el debate acerca de una ley de medios que rompa el oligopolio de la TV. Hay que recordar que Lula, en 2002, llegó a la Presidencia sin el apoyo de los grandes medios de comunicación. Leo en el diario Público, de España que eso “es todo un enigma para los expertos, que ven a Lula como un fenómeno per se, que no se ajusta a las tradicionales teorías según las cuales la prensa conforma la opinión pública”. ¿Qué hizo Lula para llegar al poder sin la TV? En Público lo explican de esta manera: “Lula ha sabido marcar una comunicación directa con la población que pasa por encima de los medios de comunicación de masas”.
Ahora, los medios vuelven a estar contra el proyecto que Lula representa. Cito de nuevo a Público: “Los expertos aún se preguntan cómo ganó Lula en 2002 con todos los medios en contra. La pregunta que se hacen en el Partido de los Trabajadores (PT) es si la mucho menos carismática candidata a suceder a Lula, Dilma Rousseff, actual jefa del Gabinete, podrá emular su hazaña y convertirse en la primera mujer que preside el país sin el apoyo del poder mediático”. Ella está en empate técnico frente al candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña, José Serra. Es decir, Lula no ha logrado heredarle a Dilma su inmensa popularidad, que anda en los niveles de 80 por ciento.
Así que, leí en el citado diario español, como la abolición de la Ley de Medios de la dictadura dejó un vacío legal en Brasil, “por lo que pueda pasar, Lula no quiere concluir su segundo mandato sin atar algunos cabos. Y uno de ellos pasa por sentar las bases de una estructura mediática en el país que salga de la situación actual, en la que media docena de grandes empresas, todas ellas de matiz conservador, controlan la información”. El problema mayor que enfrenta Lula en esta materia es que su política de medios ha sido muy errática. Por un lado, no quiso o no pudo chocar con los grandes grupos, y por el otro creó un conglomerado público de medios, Brasil de Comunicaciones, que tendrá en 2010 un presupuesto de 250 millones de dólares.
En sus pronunciamientos sobre el tema, Lula ha propuesto, dice Público, “un marco legal más democrático, con un nuevo sistema de distribución de licencias que garantice el pluralismo y evite una situación en la que unos pocos grupos empresariales ejercen el control casi absoluto sobre la producción y divulgación de los contenidos informativos y culturales. Así lo dijo el pasado diciembre en la Conferencia Nacional de la Comunicación promovida por el Gobierno”. Naturalmente, después de ese discurso los grandes medios se pusieron a la defensiva pasando al ataque: acusaron al gobierno de Lula de “querer maniatar a los medios independientes y nacionalizar las comunicaciones”. Enemigos políticos de Lula pretendieron emparentar su deseo de una nueva ley mediática con las “tendencias autoritarias” en materia de medios que, según la derecha brasileña, avanzan en América del Sur, sobre todo en Argentina y Venezuela. Pero no hay tal intención autoritaria en Lula, por supuesto, sino un elemental deseo de romper un oligopolio mediático que se ha convertido en un lastre para el desarrollo de Brasil.
La situación mediática en Brasil es muy parecida a la de México. Cito de nuevo a Público:
“Nacida al albor de la dictadura, en tiempos en que el fútbol, el carnaval y las telenovelas eran el pan y circo utilizado por los militares para acallar al pueblo –hay quien dice que sigue siéndolo en la era democrática–, la Red Globo es hoy es el mayor grupo de comunicación de Suramérica y está entre los cinco más importantes del mundo. Posee la omnipotente TV Globo, que con sus 122 emisoras llega al 99,5% de la población brasileña –lo que no es poco en un país de dimensiones continentales– y se mantiene, año tras año, con audiencias muy por encima de sus competidoras, SBT y Record, a las que sólo les queda competir por el segundo puesto. El grupo es además el mayor productor de contenidos del país y posee el diario más vendido, O Globo, y más de un centenar de emisoras de radio”.
En México urge una nueva ley de medios. Para cancelarla en definitiva Televisa ha decidido jugar a imponer gobernantes. Aplastó en Nuevo León al panista Fernando Elizondo (el priista Rodrigo Medina es un gobernador totalmente Televisa) y en las elecciones estatales de 2010 favorecerá a los candidatos del PRI que se alineen en la lógica del candidato presidencial de Emilio Azcárraga, el priista Enrique Peña Nieto. Ya se verá en Puebla, Oaxaca y Veracruz que los verdaderos rivales de Rafael Moreno Valle, Gabino Cué y Dante Delgado y Gerardo Buganza no serán los gobernadores del PRI actualmente en el poder (Mario Marín, Ulises Ruiz y Fidel Herrera), sino la programación de Televisa.
Felipe Calderón quiso limitar el poder de Televisa. No pudo. Ahora Televisa, ensoberbecida por la debilidad del segundo gobierno panista, busca imponer al próximo presidente de la República. Ignoro si, dentro del PRI, tendrán fuerza para impedirlo políticos menos favorecidos por la televisora de Azcárraga como Manlio Fabio Beltrones o Beatriz Paredes. De lo que estoy seguro es de que en la izquierda, a pesar de las traiciones de la burocracia del PRD, el movimiento de resistencia civil pacífica encabezado por Andrés López Obrador se las arreglará para hacer llegar sus mensajes a la población al margen de los grandes grupos mediáticos.
Pero, para lograrlo, López Obrador tendrá que corregir su estrategia. Ha cometido un error al centrar su proyecto mediático en una publicación semanal gratuita, Regeneración, que será útil para mantener activas a las redes de ciudadanos que ha organizado el gobierno legítimo en todo el país, pero que de ninguna manera será eficaz para comunicar. Si AMLO no rectifica, es decir, si no dedica sus recursos y su esfuerzo a internet, se le complicarán las cosas. Andrés Manuel sabrá lo que hace, pero si quiere tener éxito no debe equivocarse en lo fundamental.
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