Por qué sí… y por qué no
Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
02 de junio de 2009
México padece hoy un nuevo desgarramiento. Entre quienes afirman que ir a votar el próximo 5 de julio no es sólo un derecho sino también una obligación, frente a quienes propugnan que ya basta, que hay que decirles que no a todos mediante una abstención activa. Se trata de ir a las urnas y anular la boleta con un cruce total para que no haya duda del rechazo generalizado a todos los partidos. Una iniciativa que, como la humedad, se va filtrando y creciendo a lo largo y ancho del territorio.
Un debate cada vez más áspero y ácido porque para muchos el voto es un avance democrático irrenunciable que ha costado demasiada sangre y esfuerzo como para tirarlo a la basura; así que hay que votar por cualquiera, aunque se trate del menos malo y no del mejor.
En cambio, el hartazgo se manifiesta en innumerables mensajes que establecen que sólo hay un modo de revertir el proceso de degradación de la política y nuestros políticos: enviar una señal de desprecio como respuesta al menosprecio al que nos han sometido los hombres y mujeres del poder.
Del por qué sí hay razones poderosas: sería una especie de traición, si no a la patria, por lo menos a quienes nos han precedido en las pequeñas grandes conquistas de nuestro proceso democrático; tampoco podemos dejar en las pocas manos de los que voten el destino del país o la parte de destino del país que representa la renovación de la Cámara de Diputados, algunas gubernaturas, alcaldías y legislaturas locales; hay que votar a como dé lugar, aunque ningún partido o candidato satisfaga del todo nuestras aspiraciones; se vale el voto diferenciado en la búsqueda de expectativas. Ir y votar por quien sea.
Para el por qué no también hay argumentos: hoy por hoy ningún partido político está a la altura de las circunstancias; ninguno de los grandes problemas que hemos enfrentado tan sólo en los meses recientes ha merecido una propuesta partidaria patriótica; de los candidatos no se hace uno, porque se trata de cartuchos quemados, ahijados comprometidos, dinosaurios de ultratumba o bebesaurios de incubadora; ya va siendo hora de que los partidos y sus políticos entiendan de una vez por todas de que, por nuestra parte, el contrato social está roto.
En resumen, una disyuntiva creciente entre quienes creen que México todavía es posible a partir del voto. Frente a los que piensan que todo es inútil. Que la democracia no sirve para derrotar a la pobreza, para generar empleos ni para darles educación y futuro a nuestros hijos. Que ya de perdida hay que restregar en la cara de los poderosos toda la furia creciente de una sociedad desgarrada y descompuesta.
Una cuaresma tórrida y hórrida de aquí al 5 de julio.
Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
02 de junio de 2009
México padece hoy un nuevo desgarramiento. Entre quienes afirman que ir a votar el próximo 5 de julio no es sólo un derecho sino también una obligación, frente a quienes propugnan que ya basta, que hay que decirles que no a todos mediante una abstención activa. Se trata de ir a las urnas y anular la boleta con un cruce total para que no haya duda del rechazo generalizado a todos los partidos. Una iniciativa que, como la humedad, se va filtrando y creciendo a lo largo y ancho del territorio.
Un debate cada vez más áspero y ácido porque para muchos el voto es un avance democrático irrenunciable que ha costado demasiada sangre y esfuerzo como para tirarlo a la basura; así que hay que votar por cualquiera, aunque se trate del menos malo y no del mejor.
En cambio, el hartazgo se manifiesta en innumerables mensajes que establecen que sólo hay un modo de revertir el proceso de degradación de la política y nuestros políticos: enviar una señal de desprecio como respuesta al menosprecio al que nos han sometido los hombres y mujeres del poder.
Del por qué sí hay razones poderosas: sería una especie de traición, si no a la patria, por lo menos a quienes nos han precedido en las pequeñas grandes conquistas de nuestro proceso democrático; tampoco podemos dejar en las pocas manos de los que voten el destino del país o la parte de destino del país que representa la renovación de la Cámara de Diputados, algunas gubernaturas, alcaldías y legislaturas locales; hay que votar a como dé lugar, aunque ningún partido o candidato satisfaga del todo nuestras aspiraciones; se vale el voto diferenciado en la búsqueda de expectativas. Ir y votar por quien sea.
Para el por qué no también hay argumentos: hoy por hoy ningún partido político está a la altura de las circunstancias; ninguno de los grandes problemas que hemos enfrentado tan sólo en los meses recientes ha merecido una propuesta partidaria patriótica; de los candidatos no se hace uno, porque se trata de cartuchos quemados, ahijados comprometidos, dinosaurios de ultratumba o bebesaurios de incubadora; ya va siendo hora de que los partidos y sus políticos entiendan de una vez por todas de que, por nuestra parte, el contrato social está roto.
En resumen, una disyuntiva creciente entre quienes creen que México todavía es posible a partir del voto. Frente a los que piensan que todo es inútil. Que la democracia no sirve para derrotar a la pobreza, para generar empleos ni para darles educación y futuro a nuestros hijos. Que ya de perdida hay que restregar en la cara de los poderosos toda la furia creciente de una sociedad desgarrada y descompuesta.
Una cuaresma tórrida y hórrida de aquí al 5 de julio.
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