¿Dónde quedó el PRD?
MARTí BATRES
La campaña que ha emprendido un grupo de personajes a favor del voto en blanco, el frustrado debate entre los presidentes del PRI y el PAN, y al que no se invitó al PRD, y la acción-político-electoral-mediática que llevó a cabo el gobierno federal arrollando al gobierno perredista de Michoacán conducen a la misma pregunta: ¿Dónde está el PRD?
La ausencia del PRD en el escenario nacional se corresponde con la lucha interna que libra el núcleo dominante en el aparato de este partido contra la vertiente del movimiento popular que le dio al mismo la mayor votación de su historia.
En lugar de recurrir al apoyo del más amplio movimiento social existente hoy en día, se veta la difusión de un spot de Andrés Manuel López Obrador llamando a votar por el PRD en el Distrito Federal, entidad en la que una encuesta del periódico Reforma ubica ya al Partido del Trabajo con más de 8% de la intención del voto debido a la asociación de AMLO con este partido en el imaginario popular.
En vez de proteger sus liderazgos más convocantes, se opta por una política de facción para defender los espacios de un grupo, aunque esto represente la pérdida de decenas de miles y tal vez cientos de miles de votos, como en Iztapalapa, al despojar de su candidatura a Clara Brugada, la personalidad de mayor arrastre popular que tiene el PRD en esa región, y con mayor posicionamiento personal, después de Ana Gabriela Guevara y Bernardo Bátiz, según la encuesta de Mitofsky.
En lugar de promover la continuidad del Frente Amplio Progresista y sumar un amplio abanico de expresiones, se promueve una reforma electoral para debilitar a las fuerzas políticas emergentes, como el PT y Convergencia; se desarticula la relación con estas dos fuerzas políticas y se queda sin política de alianzas al condicionarlas todas a la realización de un acuerdo con el insignificante Partido Social Demócrata.
En vez de utilizar sus espacios en televisión para promocionar a sus candidatos o asociar al partido con personajes o figuras convocantes, se utilizan dichos espacios para darle difusión a un dirigente desconocido.
En lugar de usar tiempo y energía para luchar contra el PRI y el PAN, se combate al excandidato presidencial que más votos le ha dado al PRD.
En lugar de diferenciarse del PRI y del PAN, se quiere que el PRD cada día se parezca más al PRI y al PAN.
En lugar de marcar tajantemente su independencia respecto a un gobierno usurpador, neoliberal y represivo, se construye una relación de subordinación al gobierno de Felipe Calderón.
Las consecuencias están a la vista. La campaña por el voto nulo o voto en blanco está montada sobre la idea de que todos los partidos son iguales. Es la primera vez, desde que surgió el PRD, que una protesta de naturaleza alternativa por la vía electoral no se canaliza a través del PRD. Antes era imposible que sucediera una protesta como la que representa el voto en blanco porque el PRD simbolizaba esa inconformidad antisistémica expresada electoralmente. La responsabilidad de que este fenómeno haya surgido se debe también a quienes se han empeñado en ir borrando la diferencia del PRD con el binomio PRI-PAN.
También era imposible que un gobierno federal se atreviera a pasar por encima de un gobierno perredista, como ocurrió recientemente en Michoacán, sin que ello implicara un alto costo político para la autoridad federal.
Y así mismo hubiera sido imposible que en 2006, 2003, 2000 o en 1997, se planteara un debate entre el PRI y el PAN sin el PRD. Esto sólo se explica por la actitud de un PRD callado y pasivo, incapaz de levantarle la voz al gobierno federal y de aparecer frente a la ciudadanía con la voluntad de combate y pelea de quien, se supone, busca transformar radicalmente a México.
En estos días, tres años después de haber estado en la antesala del Palacio Nacional, las encuestas que se publican le dan al PRD entre 12 y 17% de la votación. Sólo en el Distrito Federal y en otras regiones localizadas se mantiene como primera fuerza política.
¿Qué está pasando? ¿Dónde está el partido capaz de convocar y organizar la protesta social, de encauzarla electoralmente, de unificar a las izquierdas en su seno, de articular un arcoiris de alianzas, de retar al poder y al sistema?
Ojalá reaparezca pronto, porque una izquierda errática y sumisa con los poderosos no es muy atractiva para los votantes, que están hartos de la clase política tradicional.
MARTí BATRES
La campaña que ha emprendido un grupo de personajes a favor del voto en blanco, el frustrado debate entre los presidentes del PRI y el PAN, y al que no se invitó al PRD, y la acción-político-electoral-mediática que llevó a cabo el gobierno federal arrollando al gobierno perredista de Michoacán conducen a la misma pregunta: ¿Dónde está el PRD?
La ausencia del PRD en el escenario nacional se corresponde con la lucha interna que libra el núcleo dominante en el aparato de este partido contra la vertiente del movimiento popular que le dio al mismo la mayor votación de su historia.
En lugar de recurrir al apoyo del más amplio movimiento social existente hoy en día, se veta la difusión de un spot de Andrés Manuel López Obrador llamando a votar por el PRD en el Distrito Federal, entidad en la que una encuesta del periódico Reforma ubica ya al Partido del Trabajo con más de 8% de la intención del voto debido a la asociación de AMLO con este partido en el imaginario popular.
En vez de proteger sus liderazgos más convocantes, se opta por una política de facción para defender los espacios de un grupo, aunque esto represente la pérdida de decenas de miles y tal vez cientos de miles de votos, como en Iztapalapa, al despojar de su candidatura a Clara Brugada, la personalidad de mayor arrastre popular que tiene el PRD en esa región, y con mayor posicionamiento personal, después de Ana Gabriela Guevara y Bernardo Bátiz, según la encuesta de Mitofsky.
En lugar de promover la continuidad del Frente Amplio Progresista y sumar un amplio abanico de expresiones, se promueve una reforma electoral para debilitar a las fuerzas políticas emergentes, como el PT y Convergencia; se desarticula la relación con estas dos fuerzas políticas y se queda sin política de alianzas al condicionarlas todas a la realización de un acuerdo con el insignificante Partido Social Demócrata.
En vez de utilizar sus espacios en televisión para promocionar a sus candidatos o asociar al partido con personajes o figuras convocantes, se utilizan dichos espacios para darle difusión a un dirigente desconocido.
En lugar de usar tiempo y energía para luchar contra el PRI y el PAN, se combate al excandidato presidencial que más votos le ha dado al PRD.
En lugar de diferenciarse del PRI y del PAN, se quiere que el PRD cada día se parezca más al PRI y al PAN.
En lugar de marcar tajantemente su independencia respecto a un gobierno usurpador, neoliberal y represivo, se construye una relación de subordinación al gobierno de Felipe Calderón.
Las consecuencias están a la vista. La campaña por el voto nulo o voto en blanco está montada sobre la idea de que todos los partidos son iguales. Es la primera vez, desde que surgió el PRD, que una protesta de naturaleza alternativa por la vía electoral no se canaliza a través del PRD. Antes era imposible que sucediera una protesta como la que representa el voto en blanco porque el PRD simbolizaba esa inconformidad antisistémica expresada electoralmente. La responsabilidad de que este fenómeno haya surgido se debe también a quienes se han empeñado en ir borrando la diferencia del PRD con el binomio PRI-PAN.
También era imposible que un gobierno federal se atreviera a pasar por encima de un gobierno perredista, como ocurrió recientemente en Michoacán, sin que ello implicara un alto costo político para la autoridad federal.
Y así mismo hubiera sido imposible que en 2006, 2003, 2000 o en 1997, se planteara un debate entre el PRI y el PAN sin el PRD. Esto sólo se explica por la actitud de un PRD callado y pasivo, incapaz de levantarle la voz al gobierno federal y de aparecer frente a la ciudadanía con la voluntad de combate y pelea de quien, se supone, busca transformar radicalmente a México.
En estos días, tres años después de haber estado en la antesala del Palacio Nacional, las encuestas que se publican le dan al PRD entre 12 y 17% de la votación. Sólo en el Distrito Federal y en otras regiones localizadas se mantiene como primera fuerza política.
¿Qué está pasando? ¿Dónde está el partido capaz de convocar y organizar la protesta social, de encauzarla electoralmente, de unificar a las izquierdas en su seno, de articular un arcoiris de alianzas, de retar al poder y al sistema?
Ojalá reaparezca pronto, porque una izquierda errática y sumisa con los poderosos no es muy atractiva para los votantes, que están hartos de la clase política tradicional.
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