Los miedos del IFE
JOSé GIL OLMOS
JOSé GIL OLMOS
MÉXICO, D.F., 25 de marzo (apro).- En la elección de 2006, la Iglesia Católica hizo campaña abierta en favor de Felipe Calderón y el Instituto Federal Electoral, a cargo entonces de Luis Carlos Ugalde, cerró los ojos. Hoy que nuevamente vuelve a hacerlo en favor del PAN, el nuevo titular del Instituto, Leonardo Valdés, repite la misma actitud, con el argumento de está impedido legalmente para actuar, en una actitud que deja en claro que tiene miedo a la reacción que pueda tener el clero mexicano.
A lo largo de su historia, el IFE ha demostrado distintos miedos que no ha podido superar, y todos tienen que ver con poderes fácticos a los cuales ni siquiera se ha querido enfrentar no obstante que han violado la ley de manera clara y pública.
Las televisoras, el Poder Ejecutivo, los empresarios, la iglesia católica y el narcotráfico son algunos de estos poderes fácticos que el IFE no se ha atrevido a tocar y cuando lo hace es de una manera tan débil que ni siquiera deja ver el peso legal que tiene para impedir la actuación irregular que estos y otros personajes han tenido para favorecer a ciertos candidatos.
Cuando aún no conseguía la autonomía, el IFE funcionaba como un apéndice del presidente de la República y, por extensión, del PRI. Con la reforma electoral de 1996, el IFE logró su autonomía y resurgió entonces así la esperanza de que el poder presidencial no volviera a influir más en sus decisiones. Pero al cabo del tiempo ocurrió todo lo contrario.
La elección del 2000 fue la primera prueba que el IFE, a cargo de José Woldenberg no pudo pasar de manera limpia: la entrada de recursos económicos del extranjero vía la agrupación Amigos de Fox, empaño la elección que ganó precisamente el candidato del PAN, Vicente Fox.
Las demandas presentadas en ese entonces en contra del PAN para que se investigara la triangulación financiera, tipificado legalmente como lavado de dinero, a través de Amigos de Fox, se enfrentaron a una serie de argumentaciones en contra de parte del consejero electoral Alonso Lujambio, quien alegó no tener las capacidades legales de auditoria, fueron utilizadas para no llegar al fondo del asunto.
Esta misma negativa, de indagar el origen de los recursos privados utilizados por Vicente Fox, fue esgrimida por Lujambio, no obstante, que el 7 de mayo del 2002 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le envió un comunicado en su calidad de presidente de la Comisión de Fiscalización, para que realizara las indagaciones. Sin embargo, éstas quedaron inconclusas y, al terminar su periodo, Lujambio fue recompensado con la presidencia del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) donde aún permanece.
En esa elección, el IFE comenzó a perder la credibilidad que hoy ya no tiene, pues no supo superar las irregularidades que nuevamente cometió Fox en la elección del 2006 al intervenir directamente en el ánimo de la gente, mediante una campaña favorable a Felipe Calderón desde la Presidencia de la República.
Pero no sólo fue indolente ante el poder del ejecutivo federal sino también de la campaña que hicieron la Iglesia Católica y los empresarios en contra de Andrés Manuel López Obrador y, consecuentemente, en favor de Calderón.
Desde el púlpito, muchos sacerdotes hablaron a sus feligreses de la amenaza de que López Obrador pudiera ganar. En la zona del Bajío, principalmente en Guanajuato, existen denuncias públicas de que los prelados hacían proselitismo en favor del PAN y contra el PRD, manifestando que si ganaba el tabasqueño perderían a sus hijos y sus propiedades. "Es un peligro para México", repiqueteaban en sus misas.
Fue precisamente ese mensaje de peligro el que los empresarios difundieron en televisión y radio participando directamente en la campaña sucia orquestada por el equipo de Calderón en contra de López Obrador.
La injerencia directa en el proceso electoral por parte de Fox, la Iglesia Católica y empresarios no fue sancionada por el nuevo IFE de Luis Carlos Ugalde que, como su antecesor, Woldenberg, demostró que la autonomía del Instituto sólo es orgánica pues no ha superado los miedos que ejercen dichos poderes fácticos.
En víspera de las elecciones federales del próximo 5 de julio, el IFE de Leonardo Valdés vuelve a demostrar que no está ajeno a los intereses de grupo ni a la influencia de poderes que lo rebasan, como la Iglesia Católica y el jefe del Ejecutivo.
Desde hace unas semanas, la jerarquía católica viene promoviendo el voto en contra del PRI mediante los mensajes que se transmiten en los templos de todo el país y ante esta irregularidad el titular del IFE manifestó que no pueden actuar, que esa tarea le corresponde a la Secretaría de Gobernación la cual, por su puesto, no ha declarado nada al respecto.
Pero el IFE tampoco ha hecho algo para enfrentar un nuevo poder que puede empañar las próximas elecciones: el narcotráfico.
Es bien conocido que existen zonas de entidades como Sinaloa, Chihuahua, Guerrero y Tamaulipas donde los funcionarios del IFE no pueden entrar porque se encuentran en riesgo. El poder del narcotráfico es tan fuerte en estos municipios que ninguna autoridad puede entrar y eso lo sabe bien el gobierno y el IFE.
Frente a este nuevo reto, el instituto electoral vuelve a estar rebasado y difícilmente podrá hacer algo pues a diferencia de los otros casos en este es al gobierno a quien le toca resolverlo.
A lo largo de su historia, el IFE ha demostrado distintos miedos que no ha podido superar, y todos tienen que ver con poderes fácticos a los cuales ni siquiera se ha querido enfrentar no obstante que han violado la ley de manera clara y pública.
Las televisoras, el Poder Ejecutivo, los empresarios, la iglesia católica y el narcotráfico son algunos de estos poderes fácticos que el IFE no se ha atrevido a tocar y cuando lo hace es de una manera tan débil que ni siquiera deja ver el peso legal que tiene para impedir la actuación irregular que estos y otros personajes han tenido para favorecer a ciertos candidatos.
Cuando aún no conseguía la autonomía, el IFE funcionaba como un apéndice del presidente de la República y, por extensión, del PRI. Con la reforma electoral de 1996, el IFE logró su autonomía y resurgió entonces así la esperanza de que el poder presidencial no volviera a influir más en sus decisiones. Pero al cabo del tiempo ocurrió todo lo contrario.
La elección del 2000 fue la primera prueba que el IFE, a cargo de José Woldenberg no pudo pasar de manera limpia: la entrada de recursos económicos del extranjero vía la agrupación Amigos de Fox, empaño la elección que ganó precisamente el candidato del PAN, Vicente Fox.
Las demandas presentadas en ese entonces en contra del PAN para que se investigara la triangulación financiera, tipificado legalmente como lavado de dinero, a través de Amigos de Fox, se enfrentaron a una serie de argumentaciones en contra de parte del consejero electoral Alonso Lujambio, quien alegó no tener las capacidades legales de auditoria, fueron utilizadas para no llegar al fondo del asunto.
Esta misma negativa, de indagar el origen de los recursos privados utilizados por Vicente Fox, fue esgrimida por Lujambio, no obstante, que el 7 de mayo del 2002 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le envió un comunicado en su calidad de presidente de la Comisión de Fiscalización, para que realizara las indagaciones. Sin embargo, éstas quedaron inconclusas y, al terminar su periodo, Lujambio fue recompensado con la presidencia del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) donde aún permanece.
En esa elección, el IFE comenzó a perder la credibilidad que hoy ya no tiene, pues no supo superar las irregularidades que nuevamente cometió Fox en la elección del 2006 al intervenir directamente en el ánimo de la gente, mediante una campaña favorable a Felipe Calderón desde la Presidencia de la República.
Pero no sólo fue indolente ante el poder del ejecutivo federal sino también de la campaña que hicieron la Iglesia Católica y los empresarios en contra de Andrés Manuel López Obrador y, consecuentemente, en favor de Calderón.
Desde el púlpito, muchos sacerdotes hablaron a sus feligreses de la amenaza de que López Obrador pudiera ganar. En la zona del Bajío, principalmente en Guanajuato, existen denuncias públicas de que los prelados hacían proselitismo en favor del PAN y contra el PRD, manifestando que si ganaba el tabasqueño perderían a sus hijos y sus propiedades. "Es un peligro para México", repiqueteaban en sus misas.
Fue precisamente ese mensaje de peligro el que los empresarios difundieron en televisión y radio participando directamente en la campaña sucia orquestada por el equipo de Calderón en contra de López Obrador.
La injerencia directa en el proceso electoral por parte de Fox, la Iglesia Católica y empresarios no fue sancionada por el nuevo IFE de Luis Carlos Ugalde que, como su antecesor, Woldenberg, demostró que la autonomía del Instituto sólo es orgánica pues no ha superado los miedos que ejercen dichos poderes fácticos.
En víspera de las elecciones federales del próximo 5 de julio, el IFE de Leonardo Valdés vuelve a demostrar que no está ajeno a los intereses de grupo ni a la influencia de poderes que lo rebasan, como la Iglesia Católica y el jefe del Ejecutivo.
Desde hace unas semanas, la jerarquía católica viene promoviendo el voto en contra del PRI mediante los mensajes que se transmiten en los templos de todo el país y ante esta irregularidad el titular del IFE manifestó que no pueden actuar, que esa tarea le corresponde a la Secretaría de Gobernación la cual, por su puesto, no ha declarado nada al respecto.
Pero el IFE tampoco ha hecho algo para enfrentar un nuevo poder que puede empañar las próximas elecciones: el narcotráfico.
Es bien conocido que existen zonas de entidades como Sinaloa, Chihuahua, Guerrero y Tamaulipas donde los funcionarios del IFE no pueden entrar porque se encuentran en riesgo. El poder del narcotráfico es tan fuerte en estos municipios que ninguna autoridad puede entrar y eso lo sabe bien el gobierno y el IFE.
Frente a este nuevo reto, el instituto electoral vuelve a estar rebasado y difícilmente podrá hacer algo pues a diferencia de los otros casos en este es al gobierno a quien le toca resolverlo.