La nueva Repùblica
Satiricosas
Pur Esto: Manu Dornbierer
Ni noticia ni rumor: ¡sólo la neta!
El alcoholismo de Felipe Calderón no es un rumor, es del conocimiento público y tampoco es noticia porque hace mucho que se conoce. Los panistas de cepa te dicen que lo heredó de su padre. No es una “campaña de López Obrador”, como piensan los del chismarajo llamado Tercer Grado que se erigieron en Gran Jurado, de Carmen Aristegui, la más profunda y veraz analista política mexicana en medios electrónicos. El incidente de Carmen Aristegui con MVS-Noticias le hizo decir al Peje una tontería respecto a la trascendencia del chupe: “Es algo personal”. Y no, no lo es. El alcoholismo arruina todo a su alrededor, y si ese rededor es un país, pues las consecuencias están a la vista.
Uno de los “tercergradistas”, conocido en el Sureste, en donde no tienen pelos en la lengua, como “la p… de Calderón”, dijo otra de a libra: “No veo a un periodista norteamericano preguntar si el presidente Obama consume drogas o no”. Pues no lee mucho. En ese pequeño Gran Jurado que organizó Televisa sólo mostraron un poco de clase Denisse Maerker, a la que la pusieron a hablar de otra cosa, y Adela Micha, que se sorprendió, con cierta lógica, por la defensa de Carmen a sus despedidores” que intercambiaron el prestigio que dio a su estación por el espejismo de 2.5 mhertz, que no pueden obtener por la vía recta. Los muchos radioescuchas y televidentes que estamos encantados con Carmen les pedimos que reflexionen… El espurio es un gran envilecedor, pero cada día más mexicanos resistimos ¿o no?
Sólo se pudo permitir la pequeña elegancia de reconocer que Carmen “es una buena periodista”, Bernardo Gómez, el jefe del Gran Chisme que no análisis, vicepresidente de Televisa, muy relacionado con el Cisen, glorioso inventor de la ley Televisa al que Santiago Creel, secretario de Gobernación de Fox, le regaló para su amigo Emilio Jean -al que B.G. ha protegido desde un conocido accidente carretero cuando eran jóvenes- la franquicia de “Casas de Juego”, prohibidas en México, para que luego lo dejara colgado de la brocha y lo borrara de su pantalla, a favor del candidato Calderón.
El que no pudo esconder la envidia que le provoca Aristegui e intentó descalificarla fue el connotado misógino, al que le faltan lo que a ella le sobran, Ciro Gómez Leyva.
Igual se vio de pena ajena lo que dijo en redes sociales, aunque no está en Televisa sino en la pésima “Imagen” de Olegario, Pedro Ferriz, quien por cierto también me corrió a mí en 1988 de esa estación de los Vargas a la que me había invitado, eso por órdenes del entonces candidato Salinas. Pero dejemos hablar a Carmen para que le conteste a Carlos Marín que “no ve” a un periodista gringo preguntar a Obama si consume drogas (algo que hace el 60% de sus compatriotas) y se escandaliza porque ella haya preguntado al sacrosanto espurio si empina o no el codo en exceso. Entresaco este párrafo ad hoc de lo que expresó C.A. en su conferencia de prensa:
“¿No tuvo Bill Clinton que hablar del semen depositado en el vestido azul de una muchacha ante una audiencia de millones de personas? ¿No acaso el estado de salud de Dylma Roussef fue motivo de debate público antes de llegar a ser la presidenta de Brasil? ¿Acaso no son las francachelas y excesos de Silvio Berlusconi materia del debate nacional? ¿Por qué en México los empresarios de los medios pueden ser sometidos a presiones indebidas para que silencien a sus comunicadores? ¿Por qué la sociedad mexicana se tiene que conformar con una sola visión de las cosas? ¿Por qué fatalmente tenemos que vivir con la existencia de un duopolio televisivo que no sólo envilece las pantallas con programas denigrantes y nocivos como los de reciente estreno, sino que es ya en sí mismo un poder que ha dañado la vida democrática nacional? ¿Por qué México está entrampado en una espiral de degradación e infamia sin que hagamos nada al respecto? ¿Por qué seguimos dejándolos conducir de esta manera al país? ¿Qué clase de democracia es esta que por un comentario editorial, que irritó al gobernante, se le corta la cabeza a quien opinó? ¿Por qué desde el poder político pueden llevar las cosas al extremo, escalando el conflicto, deliberadamente, hasta lograr hacerle las cosas imposibles tanto al empresario como al periodista ocasionando la ruptura?
Asimismo recuperemos la parte esencial de la conferencia:
“El pasado viernes 4 de febrero, en mi libre derecho a la expresión formulé un comentario editorial que aludía a un incontrovertible hecho noticioso. A raíz de lo ocurrido en la Cámara de Diputados el día anterior, cuando un grupo de legisladores exhibió una manta con la foto de Felipe Calderón con los ojos enrojecidos en la que se leía: “¿Tú dejarías a un borracho conducir tu auto? ¿No, Verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir el país? , naturalmente se produjo una gran rispidez que orilló a suspender la sesión en el recinto legislativo. Había ahí ya una historia que contar a nuestras audiencias. Mi compañero Omar Aguilar presentó con gran profesionalismo ese hecho noticioso con pulcritud, con claridad y con suficiencia, jamás ocultó ni la manta, ni el contenido de la manta, ni a los autores de la manta, ni truqueó nada para que televidentes y radioescuchas no se enteraran de lo que decía la manta. No trampeó a nadie y presentó al público, como el público merecía, todas las expresiones que en diferentes sentidos se emitieron al respecto. Nuestro auditorio quedó perfectamente informado del acontecimiento y con elementos suficientes para hacer su propia valoración. La información presentada me sirvió a mí de base para formular el citado comentario editorial: “Dejemos a un lado la caricatura, tomemos el asunto con seriedad”, e hice algunas otras consideraciones, terminé con un cuestionamiento formal a las autoridades: “¿Tiene o no problemas de alcoholismo el presidente de la República?”.
Yo no tengo manera de corroborarlo pero, si fuera el caso, sería algo delicado que debiéramos saber. No hay nada de ofensivo en la interrogante, especialmente si se trata de algo que, de existir, afectaría por su naturaleza la toma de decisiones que impactan en todo momento a millones de personas en el país. El comentario editorial cerraba diciendo que el tema –y dada su exposición pública a través de la manta de los legisladores– merecía una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República. La Presidencia no respondió a la periodista, de inmediato exigió a los dueños –que no a la periodista- una disculpa pública inmediata por tremenda osadía. Demostró con ello un grado de irritabilidad e intolerancia que por sí mismas hablan de algún tipo de problemática, que por supuesto, también deben ser analizadas. Reconozco que el cuestionamiento era duro, pero de ningún modo injurioso o difamatorio, tampoco se transgredía en ningún punto al código de ética que ha sido aludido. Era simple y llanamente la formulación de una pregunta válida. Pregunta hecha por una periodista cuya intención quedaba perfectamente delimitada.
El estado de salud y grado de equilibrio de un mandatario, por supuesto que es un asunto de claro interés público. La sociedad mexicana tiene derecho a saber con certeza, sin ofensas, sin caricaturizaciones sobre las condiciones de salud de quien ha tomado y seguirá tomando todos los días decisiones gravísimas que impactan sobre el destino de una nación. Y vaya que sí ha impactado el destino de la nación las decisiones tomadas desde Los Pinos en este sexenio. El motivo de mi despido, se dijo, fue haberme negado a ofrecer una disculpa y transgredir el código de ética, cosa que es falsa y se convirtió sólo en una coartada. En este momento no sólo no rectifico, ni me disculpo, porque no hay nada que disculpar; por el contrario, ratifico la pertinencia de que la Presidencia de la República se manifieste al respecto. Lamento si personalmente el presidente y su familia se hayan sentido ofendidos por el cuestionamiento. No hay en la formulación de mi pregunta ninguna intención o ánimo de ofender. Lamento que ellos se sientan ofendidos, pero aún así, la pregunta sigue vigente.
El ejercicio del poder hace que las figuras públicas sean sujetas de escrutinios e interrogantes a los que no estarían sujetas otras personas por razón, precisamente, de sus responsabilidades y del impacto de sus decisiones. En una democracia esto forma parte del juego”.
La pregunta es: ¿Cómo es que pudieron elevar, desde Los Pinos, el grado de exigencia pidiendo casi la humillación por un hecho absolutamente sobredimensionado? ¿Cómo es que a un empresario a quien tenemos como decente lo llevaron a comportarse de esta manera? ¿Cómo pudieron lograr que se sintiera obligado a tal punto como para exigirme la lectura de una carta –obviamente no escrita por mí, en términos que me eran ajenos y que por supuesto no empataban con lo que dicta mi conciencia- para calmar la ira presidencial? (…)
Y concluye Carmen : “La Asociación Mexicana de Derecho a la Información, a la que pertenezco y que preside el maestro Raúl Trejo Delarbre, ha dicho que la salida nuestra del aire es una pésima noticia para la sociedad mexicana. La decisión tomada es desafortunada para todos. “Pierde MVS, cuya independencia editorial queda en entredicho debido a la suspensión de este espacio; pierde la periodista y su amplia audiencia. Pierde la Presidencia de la República, de donde surgieron las exigencias para que Carmen Aristegui se disculpara por el comentario que hizo el viernes 4 de febrero”.
Hay que exigirle a Calderón que si no es culpable de tu despido, Carmen, te coloque en el IMER, RADIO PUBLICA, que es excelente y que dé la orden de respetar absolutamente tu libertad de expresión, en el entendimiento que Estado y Gobierno no son lo mismo. Los ciudadanos mexicanos tenemos el derecho a que el Estado nos proteja contra las veleidades de los gobiernos en turno, sólo en turno.
PD. Tienes el apoyo y afecto de los mexicanos que no están envilecidos. Bien que mal los tiempos son mejores: Cuando me sucedió algo equivalente en 1991 con Raúl Salinas de Gortari, que fue personalmente al Excelsior de Regino Díaz Redondo a pedir mi cabeza por haber dicho que los Salinas Brothers querían apropiarse del Hipódromo de las Américas, casi me mete a la cárcel por “calumnia” el procurador de entonces, Ignacio Morales Lechuga. Los que me defendieron se podían contar con los dedos de una mano: María Victoria Llamas y el escultor Feliciano Béjar. Y entre los políticos, Hank González que le ordenó al Excelsior que me volviera a instalar (por supuesto me rehusé) tras explicarme “que no es correcto debilitar al presidente Salinas ahora que lucha por el Tratado de Libre Comercio “y Pepe Ruiz Massieu, que me aseguró que “mis cuñados son muy simpáticos”. Tanto que… ya vimos… Mi amigo Jesús González Schmal, el único aún en mucha vida afortunadamente. Después, cuando Zedillo metió al bote a Raúl, amables colegas como Joaquín López Dóriga, mi vecino y amigo, querían una entrevista en tele para celebrar que años antes yo hubiera tenido razón al dudar de la honestidad de Raúl Salinas, lo que Margarita Michelena consideró “otra de las infamias de Manú”.
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