México SA
La Bicentenario en el limbo
Refinería de mentiritas
Kessel: “ajustes de calendario”
Refinería de mentiritas
Kessel: “ajustes de calendario”
Carlos Fernández-Vega
Qué bueno que el gobierno calderonista tuvo la brillante idea de calificarla como la obra más importante del sexenio”, porque si no fuera así simplemente la hubiera borrado del mapa, como ha procedido con otros tantos proyectos “prioritarios”. Pero bueno, como es la superlativa de la “continuidad”, sólo la mantienen en el limbo, hasta que, tal vez, el próximo inquilino de Los Pinos la saque del cajón de los recuerdos y la desempolve, para dar inicio a su construcción. Y como en la residencia oficial aseguran vamos de maravilla, entonces el país puede esperar.
Se trata de la denominada “Refinería del Bicentenario”, bautizada en este espacio como la Refinería del Son de la Negra (a todos diles que sí se construirá, pero no les digas cuándo, porque nunca le asignamos presupuesto), cacareada en cinco ocasiones por el inquilino de Los Pinos (a partir del 18 de marzo de 2008), pero que a la fecha los responsables del proyecto ni siquiera se han tomado la molestia de concluir la barda para delimitar la ubicación de “la obra más importante del sexenio”.
En su faraónico show del pasado 2 de septiembre, el señor de las promesas incumplidas aseguró que Petróleos Mexicanos “invierte en la construcción de una nueva refinería en Tula, la Refinería Bicentenario”, pero ni un tornillo ha sido colocado. De hecho, para la citada barda se cuenta con un presupuesto cercano a 129 millones de pesos, de los que 71 millones se gastaron en 2010 y los 58 restantes estiman ejercerlos en 2011 (clave presupuestal 0918T4M0048). Dos largos años y medio transcurridos para no concluir siquiera la barda no es precisamente una muestra de buena voluntad para iniciar la construcción de “la obra más importante del sexenio”.
Peor aún, en el proyecto de presupuesto de egresos 2011 para Pemex-Refinación (Objetivos y acciones relevantes para el año 2011 en inversión) el inquilino de Los Pinos, por medio de la Secretaría de Hacienda, advierte que en dicho año “se podrán atender las prioridades de la cartera de proyectos de inversión de este organismo, siempre y cuando se cuente con los recursos presupuestales suficientes que permitan dar continuidad al Programa de Operación Anual de Pemex Refinación y atender la instrucción del Ejecutivo federal de realizar los estudios necesarios para construir una refinería” (la Bicentenario”), es decir, los mismos estudios que –según la información oficial– ya habían realizado y concluido, tanto que, como resultado de ellos, a mediados de 2009 se tomó la decisión de construirla en Tula, Hidalgo.
El anuncio original lo hizo Felipe Calderón en el 70 aniversario de la expropiación petrolera (18 de marzo de 2008; lo repitió como novedad cuatro veces más, entre esa fecha y el pasado 2 de septiembre). El costo oficial estimado para la construcción de la citada refinería (la primera en 31 años) se aproxima a 10 mil millones de dólares, algo así como 130 mil millones de pesos al tipo de cambio actual, de los que entre 2010 y 2011 se habrían erogado 129 millones, si bien va, o lo que es lo mismo nada (0.1 por ciento del costo total en un bienio). Entonces, han transcurrido dos años y medio desde tal notificación, y a estas alturas resulta que se avanzaría en el proyecto “siempre y cuando se cuente con los recursos presupuestales”, declaración que le pone la cereza a una obra de saliva, como acostumbra el inquilino de Los Pinos, a menos que la intención sea construir la Refinería del Tricentenario.
En conferencia de prensa celebrada el pasado 23 de junio, la secretaria de Energía, Georgina Kessel, aseguró que “no hay retrasos ni está en duda” la construcción de la Refinería Bicentenario; sólo “algunos ajustes en el calendario”. A su diestra, Alonso Lujambio, titular de la SEP, a quien de plano se le pasó la mano: “no se vale poner en duda la palabra del Ejecutivo” (en realidad, lo que no se vale es la tomadura de pelo del inquilino de Los Pinos en torno a una refinería que le urge a la nación, no sólo para que produzca internamente lo que ahora se importa masivamente, con la consabida “exportación” de miles de millones de dólares, sino para aminorar la dependencia foránea y generar aquí los empleos que ahora se crean en las refinerías estadunidenses gracias a los dólares mexicanos).
Que no hay retraso, dice la señora Kessel. Pues bien, en comunicado oficial (14 de agosto de 2009, con Jesús Reyes Heroles González en la dirección general de la paraestatal), Petróleos Mexicanos informó que para el caso de la Refinería Bicentenario “se publicarán las bases de la licitación para la ingeniería, procura y construcción a finales de 2010, con la finalidad de iniciar las obras a principios de 2011”. Por el mismo conducto, pero casi un año después (12 de marzo de 2010, con José Suárez Coppel despachando en la oficina principal de la empresa), Pemex informó que “a más tardar en abril de 2011 comenzará la obra de la Refinería Bicentenario… mientras inicia el proceso de construcción, se dará paso a la ingeniería básica, que tardará en promedio de ocho a 10 meses… con la nueva ley de Pemex pueden optimizarse los tiempos para reducir el tiempo de construcción”. El propio Calderón (18 de marzo de 2010) aseguró que “todo está listo para iniciar la construcción de la Refinería Bicentenario en Hidalgo”.
Pero resulta que no, porque –como si fuera concurso– el 23 de junio de 2010 la secretaria de Kessel convocó a conferencia de prensa (junto con Lujambio) para entre otras cosas precisar que “de acuerdo con lo programado inicialmente, la fase de ingeniería se finalizará en el primer semestre de 2011 y la construcción se licitará en el primer semestre de 2012, para estar en posición de iniciar la operación de esta refinería a finales del año de 2015”. Entonces, todo indica que no se trata de simples “ajustes de calendario”. Lo peor del caso es que para 2011, salvo los citados 58 millones para la barda, no hay asignación presupuestal para “la obra más importante del sexenio”.
Las rebanadas del pastel
He allí los simples “ajustes de calendario” (Kessel dixit), pero al que dejaron colgado de la brocha fue al enclenque erario del estado de Hidalgo y sus supuestos propietarios, los hidalguenses, que deben hacer frente a una deuda cercana a mil 500 millones de pesos por la adquisición y cesión de los terrenos (ya legalmente en dominio de Pemex) en los que se construiría la Bicentenario, amén de que para efectos del crecimiento estatal no fluye el presupuesto federal ni se ha generado una sola de las miles de plazas laborales prometidas por ya saben quién.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
Se trata de la denominada “Refinería del Bicentenario”, bautizada en este espacio como la Refinería del Son de la Negra (a todos diles que sí se construirá, pero no les digas cuándo, porque nunca le asignamos presupuesto), cacareada en cinco ocasiones por el inquilino de Los Pinos (a partir del 18 de marzo de 2008), pero que a la fecha los responsables del proyecto ni siquiera se han tomado la molestia de concluir la barda para delimitar la ubicación de “la obra más importante del sexenio”.
En su faraónico show del pasado 2 de septiembre, el señor de las promesas incumplidas aseguró que Petróleos Mexicanos “invierte en la construcción de una nueva refinería en Tula, la Refinería Bicentenario”, pero ni un tornillo ha sido colocado. De hecho, para la citada barda se cuenta con un presupuesto cercano a 129 millones de pesos, de los que 71 millones se gastaron en 2010 y los 58 restantes estiman ejercerlos en 2011 (clave presupuestal 0918T4M0048). Dos largos años y medio transcurridos para no concluir siquiera la barda no es precisamente una muestra de buena voluntad para iniciar la construcción de “la obra más importante del sexenio”.
Peor aún, en el proyecto de presupuesto de egresos 2011 para Pemex-Refinación (Objetivos y acciones relevantes para el año 2011 en inversión) el inquilino de Los Pinos, por medio de la Secretaría de Hacienda, advierte que en dicho año “se podrán atender las prioridades de la cartera de proyectos de inversión de este organismo, siempre y cuando se cuente con los recursos presupuestales suficientes que permitan dar continuidad al Programa de Operación Anual de Pemex Refinación y atender la instrucción del Ejecutivo federal de realizar los estudios necesarios para construir una refinería” (la Bicentenario”), es decir, los mismos estudios que –según la información oficial– ya habían realizado y concluido, tanto que, como resultado de ellos, a mediados de 2009 se tomó la decisión de construirla en Tula, Hidalgo.
El anuncio original lo hizo Felipe Calderón en el 70 aniversario de la expropiación petrolera (18 de marzo de 2008; lo repitió como novedad cuatro veces más, entre esa fecha y el pasado 2 de septiembre). El costo oficial estimado para la construcción de la citada refinería (la primera en 31 años) se aproxima a 10 mil millones de dólares, algo así como 130 mil millones de pesos al tipo de cambio actual, de los que entre 2010 y 2011 se habrían erogado 129 millones, si bien va, o lo que es lo mismo nada (0.1 por ciento del costo total en un bienio). Entonces, han transcurrido dos años y medio desde tal notificación, y a estas alturas resulta que se avanzaría en el proyecto “siempre y cuando se cuente con los recursos presupuestales”, declaración que le pone la cereza a una obra de saliva, como acostumbra el inquilino de Los Pinos, a menos que la intención sea construir la Refinería del Tricentenario.
En conferencia de prensa celebrada el pasado 23 de junio, la secretaria de Energía, Georgina Kessel, aseguró que “no hay retrasos ni está en duda” la construcción de la Refinería Bicentenario; sólo “algunos ajustes en el calendario”. A su diestra, Alonso Lujambio, titular de la SEP, a quien de plano se le pasó la mano: “no se vale poner en duda la palabra del Ejecutivo” (en realidad, lo que no se vale es la tomadura de pelo del inquilino de Los Pinos en torno a una refinería que le urge a la nación, no sólo para que produzca internamente lo que ahora se importa masivamente, con la consabida “exportación” de miles de millones de dólares, sino para aminorar la dependencia foránea y generar aquí los empleos que ahora se crean en las refinerías estadunidenses gracias a los dólares mexicanos).
Que no hay retraso, dice la señora Kessel. Pues bien, en comunicado oficial (14 de agosto de 2009, con Jesús Reyes Heroles González en la dirección general de la paraestatal), Petróleos Mexicanos informó que para el caso de la Refinería Bicentenario “se publicarán las bases de la licitación para la ingeniería, procura y construcción a finales de 2010, con la finalidad de iniciar las obras a principios de 2011”. Por el mismo conducto, pero casi un año después (12 de marzo de 2010, con José Suárez Coppel despachando en la oficina principal de la empresa), Pemex informó que “a más tardar en abril de 2011 comenzará la obra de la Refinería Bicentenario… mientras inicia el proceso de construcción, se dará paso a la ingeniería básica, que tardará en promedio de ocho a 10 meses… con la nueva ley de Pemex pueden optimizarse los tiempos para reducir el tiempo de construcción”. El propio Calderón (18 de marzo de 2010) aseguró que “todo está listo para iniciar la construcción de la Refinería Bicentenario en Hidalgo”.
Pero resulta que no, porque –como si fuera concurso– el 23 de junio de 2010 la secretaria de Kessel convocó a conferencia de prensa (junto con Lujambio) para entre otras cosas precisar que “de acuerdo con lo programado inicialmente, la fase de ingeniería se finalizará en el primer semestre de 2011 y la construcción se licitará en el primer semestre de 2012, para estar en posición de iniciar la operación de esta refinería a finales del año de 2015”. Entonces, todo indica que no se trata de simples “ajustes de calendario”. Lo peor del caso es que para 2011, salvo los citados 58 millones para la barda, no hay asignación presupuestal para “la obra más importante del sexenio”.
Las rebanadas del pastel
He allí los simples “ajustes de calendario” (Kessel dixit), pero al que dejaron colgado de la brocha fue al enclenque erario del estado de Hidalgo y sus supuestos propietarios, los hidalguenses, que deben hacer frente a una deuda cercana a mil 500 millones de pesos por la adquisición y cesión de los terrenos (ya legalmente en dominio de Pemex) en los que se construiría la Bicentenario, amén de que para efectos del crecimiento estatal no fluye el presupuesto federal ni se ha generado una sola de las miles de plazas laborales prometidas por ya saben quién.
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