La Reacción
Pedro Miguel
Imagínense que el gobierno estadunidense festejara en escala nacional el asalto confederado a la guarnición de Fort Sumter y rindiera tributo, de esa forma, a la causa de los esclavistas del Sur. Piensen por un momento cómo se vería el reyezuelo peninsular si echara el Palacio de la Zarzuela por la ventana un 14 de abril, día de la proclamación de la segunda República Española. Háganse la imagen de la fiesta que podría organizar el actual régimen cubano un 4 de septiembre, fecha en la que Fulgencio Batista instauró, en 1933, su primera dictadura.
Algo así tuvo que hacer, los pasados 15 y 16 de septiembre, la Reacción mexicana: rendir tributo ceremonial a Hidalgo, a la Corregidora, a Morelos, a Aldama, a Allende, a Guerrero y al pueblo insurgente, es decir, rendir tributo al bando de sus enemigos naturales.
Es cierto que la Reacción ha colado, por aquí y por allá, toques poco sutiles de su descontento ante una obligación tan ingrata: el administrador en turno recreó la atrocidad y volvió a poner en exhibición pública los cráneos de los primeros próceres, como lo hizo, en su momento, el virrey Francisco Javier Venegas y Saavedra; los príncipes de la Iglesia sacan los restos de Iturbide de su clóset póstumo para rendirle homenaje asumidamente monárquico, y el régimen se gasta un dineral en un monigote monumental con la cara de Benjamín Argumedo, un incondicional de la violencia por la violencia, como ha demostrado serlo el propio Calderón: más allá de toda duda, el nombre aparecía en la página web del escultor, posteriormente censurada (http://twitpic.com/2pfwqm/full), asociado al adefesio. Menos recatadas, las autoridades municipales de Querétaro (panistas, but of course), en presumible adelanto de lo que harán el 20 de noviembre, han adornado desde ya las calles con retratos de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta (http://bit.ly/c9w9bK).
Si por ellos fuera, los oligarcas y sus administradores estarían rindiendo un abierto homenaje, en estas fechas patrias, a Cortés y a Alvarado, a Calleja y a Francisco Picaluga, a Santa Anna, a Houston y a Lorenzo de Zavala, a Lorencez y a Maximiliano, a John Pershing y a Jesús Guajardo, a León Toral y a la cristera Teresita Bustos. Pero no son tan tontos: saben que, en la disputa por la memoria colectiva, la correlación de fuerzas no les es favorable y que la destrucción de la historia debe ir, por definición, a la zaga de la destrucción del país.
Podría parecer que en el segundo de esos terrenos la Reacción gobernante ha logrado grandes avances: ya perdió el control territorial de la franja norte y hoy en día la población, las empresas y los medios de esa zona saben que las autoridades efectivas son los señores de la droga: no se puede culpar al Diario de Juárez por dirigirse a los narcos para pedirles que aclaren las condiciones de su dominio pues, durante décadas, los juarenses se han dirigido a las autoridades formales, federales, estatales y municipales, para demandarles que pongan un alto a la violencia homicida, que hagan justicia y que garanticen la vida de los habitantes, y como respuesta han obtenido prepotencia, desinterés y, en el mejor de los casos, balbuceos incoherentes; como ejemplo, el anterior encargo del actual procurador general de la República, Arturo Chávez y Chávez, en cuyas policiales narices fueron asesinadas centenares de mujeres y creció el descontrol que ahora se expresa en Chihuahua en todo su esplendor. Tienen razón los periodistas juarenses: posiblemente los capos de la droga no sean mucho peores que Calderón y García Luna y, en todo caso, la discusión sería bizantina porque, a fin de cuentas, y si se juzga con hechos, son los primeros quienes detentan el dominio efectivo de la plaza.
La Reacción no puede ir mucho más allá: ¿qué habrá de quedarle, después de transferir el sector energético y las telecomunicaciones a las trasnacionales, las funciones de gobierno, a un manojo de contratistas privados, la educación, a la mafia sindical, y el control territorial, a la delincuencia? ¿Con qué aparato se festejará a sí misma? ¿Quién mandará a construir las estatuas de Calderón, Fox, Zedillo y Salinas? ¿El Chapo Guzmán, titular del cártel de Sinaloa, Antonio Brufau, presidente de Repsol, o Emilio Azcárraga, propietario de Televisa, o los tres juntos, por medio de una comisión de delegados?
La Reacción está en su mejor momento, es decir, el momento en el que empieza a podrirse por dentro y a agotar el combustible de la rentabilidad nacional. En gran medida, su destino ha dejado de depender de ella misma. Ya se ha visto de lo que es capaz y hasta dónde ha llegado. La indiferencia y la abulia han sido llevadas a los límites en los cuales tendrían que extinguirse. Si es así, ahora la iniciativa le corresponde a la sociedad organizada.
navegaciones@yahoo.com - http://navegaciones.blogspot.com/
Algo así tuvo que hacer, los pasados 15 y 16 de septiembre, la Reacción mexicana: rendir tributo ceremonial a Hidalgo, a la Corregidora, a Morelos, a Aldama, a Allende, a Guerrero y al pueblo insurgente, es decir, rendir tributo al bando de sus enemigos naturales.
Es cierto que la Reacción ha colado, por aquí y por allá, toques poco sutiles de su descontento ante una obligación tan ingrata: el administrador en turno recreó la atrocidad y volvió a poner en exhibición pública los cráneos de los primeros próceres, como lo hizo, en su momento, el virrey Francisco Javier Venegas y Saavedra; los príncipes de la Iglesia sacan los restos de Iturbide de su clóset póstumo para rendirle homenaje asumidamente monárquico, y el régimen se gasta un dineral en un monigote monumental con la cara de Benjamín Argumedo, un incondicional de la violencia por la violencia, como ha demostrado serlo el propio Calderón: más allá de toda duda, el nombre aparecía en la página web del escultor, posteriormente censurada (http://twitpic.com/2pfwqm/full), asociado al adefesio. Menos recatadas, las autoridades municipales de Querétaro (panistas, but of course), en presumible adelanto de lo que harán el 20 de noviembre, han adornado desde ya las calles con retratos de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta (http://bit.ly/c9w9bK).
Si por ellos fuera, los oligarcas y sus administradores estarían rindiendo un abierto homenaje, en estas fechas patrias, a Cortés y a Alvarado, a Calleja y a Francisco Picaluga, a Santa Anna, a Houston y a Lorenzo de Zavala, a Lorencez y a Maximiliano, a John Pershing y a Jesús Guajardo, a León Toral y a la cristera Teresita Bustos. Pero no son tan tontos: saben que, en la disputa por la memoria colectiva, la correlación de fuerzas no les es favorable y que la destrucción de la historia debe ir, por definición, a la zaga de la destrucción del país.
Podría parecer que en el segundo de esos terrenos la Reacción gobernante ha logrado grandes avances: ya perdió el control territorial de la franja norte y hoy en día la población, las empresas y los medios de esa zona saben que las autoridades efectivas son los señores de la droga: no se puede culpar al Diario de Juárez por dirigirse a los narcos para pedirles que aclaren las condiciones de su dominio pues, durante décadas, los juarenses se han dirigido a las autoridades formales, federales, estatales y municipales, para demandarles que pongan un alto a la violencia homicida, que hagan justicia y que garanticen la vida de los habitantes, y como respuesta han obtenido prepotencia, desinterés y, en el mejor de los casos, balbuceos incoherentes; como ejemplo, el anterior encargo del actual procurador general de la República, Arturo Chávez y Chávez, en cuyas policiales narices fueron asesinadas centenares de mujeres y creció el descontrol que ahora se expresa en Chihuahua en todo su esplendor. Tienen razón los periodistas juarenses: posiblemente los capos de la droga no sean mucho peores que Calderón y García Luna y, en todo caso, la discusión sería bizantina porque, a fin de cuentas, y si se juzga con hechos, son los primeros quienes detentan el dominio efectivo de la plaza.
La Reacción no puede ir mucho más allá: ¿qué habrá de quedarle, después de transferir el sector energético y las telecomunicaciones a las trasnacionales, las funciones de gobierno, a un manojo de contratistas privados, la educación, a la mafia sindical, y el control territorial, a la delincuencia? ¿Con qué aparato se festejará a sí misma? ¿Quién mandará a construir las estatuas de Calderón, Fox, Zedillo y Salinas? ¿El Chapo Guzmán, titular del cártel de Sinaloa, Antonio Brufau, presidente de Repsol, o Emilio Azcárraga, propietario de Televisa, o los tres juntos, por medio de una comisión de delegados?
La Reacción está en su mejor momento, es decir, el momento en el que empieza a podrirse por dentro y a agotar el combustible de la rentabilidad nacional. En gran medida, su destino ha dejado de depender de ella misma. Ya se ha visto de lo que es capaz y hasta dónde ha llegado. La indiferencia y la abulia han sido llevadas a los límites en los cuales tendrían que extinguirse. Si es así, ahora la iniciativa le corresponde a la sociedad organizada.
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