18 may 2009


Estado confuso

León Bendesky


Fallido o no, el Estado mexicano parece bastante confuso. Esta condición se advierte de modo cada vez más grande. La situación general del país se agrava y no va a mejorar rápidamente, la degradación del entorno político y económico va a ser muy costosa y es necesario reducir inteligentemente la fragilidad prevaleciente.

La epidemia del virus H1N1 puso en evidencia una reacción del gobierno y de la sociedad que aún tiene varios elementos difusos. La manera en que se administró inicialmente el brote de influenza creó confusión y, sobre todo, mucho miedo entre la gente. El llamado a recogernos en casa y cancelar el trabajo en escuelas y centros de trabajo se hizo en ese ambiente de inseguridad, falta de información y manejada sin suficiente claridad, por ejemplo, en el número cambiante de fallecimientos.

Hay una cuestión que hasta ahora en que el efecto del virus se ha extendido por muchas partes del mundo, queda abierta al debate: ¿por qué aquí han muerto muchas más personas que en ningún otro lugar? La explicación que dieron el secretario de Salud y otros funcionarios es que la gente no acude con presteza a los centros de atención.

Ese asunto es muy llamativo. Si eso ocurre puede ser por causas como falta de educación sanitaria, por una costumbre arraigada sobre cómo atenderse dolencias de ese tipo, por las condiciones en que se prestan los servicios públicos de salud, por falta de instalaciones de investigación, dotación de antivirales y el desmantelamiento de políticas para prevenir y combatir las epidemias.

Puede ser porque el sistema de salud pública está en un estado deplorable en términos del deterioro social de una parte muy grande de la sociedad. Esto último cuestiona de modo amplio la política pública de salud y en buena medida la exhibe en cuanto a las obligaciones del Estado con la población.







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