Un manotazo de negociantes
Luis Linares Zapata
Frente al desfiladero que el señor Calderón ha empezado a bajar en su ilegítimo sexenio ensaya, una vez más en su pequeña historia, un falso brinco al futuro. El puro estilo del haiga sido como haiga sido otra vez reluce con triste brillo. Una ocasión adicional para entrar a la televisión encadenada que tanto placer acarrea a sus ambiciones. Fiel a su descompostura como funcionario, político y líder, no encuentra otra manera de enfrentar (¿acaso negociando con justicia?) uno de los muchos problemas que aquejan a esta atribulada República: la real modernización del sector eléctrico. En lugar de ello envía, en clásico sabadazo futbolero, a sus secuaces a tomar instalaciones de la LFC sin, en ese preciso momento, las bases legales para ello. Un abierto manotazo de autoridad que muestra, a las claras, tanto su íntimo talante como las deficiencias que lo aquejan como conductor dentro de un Estado de derecho que pretende fundamentar la vida democrática.
El decreto de disolución es un intento de congraciarse, de sopetón, con los mandones de la iniciativa privada, un cómodo grupito que le había retirado simpatías y hecho reclamos en tiempos recientes. También se enfoca el oficialismo sobre ese segmento que lo sigue: la clase media temerosa de los cambios, pero que, de varias inclementes maneras, está siendo afectada por las inacciones, fallas y huidas poco graciosas de la realidad que efectúan los calderonistas, sus patrones y aliados de viaje. Para lograr tales objetos, desde Los Pinos y sus variados cuan nutridos anexos mediáticos, se desató una feroz campaña para situar al SME como el ente abusivo, irredento culpable de todos los males eléctricos y presupuestales. ¡Se atrevían a cogestionar la empresa!, acusó con desprecio inaudito de litigante chicanero el secretario de Gobernación, Gómez Mont. El ensañamiento ha sido brutal y sólo tiene comparación con las andanadas que enderezan contra López Obrador y el movimiento que encabeza. Se ha llegado a sugerir que el SME y el obradorismo recurrirán a Hugo Chávez, ese fenómeno de todas las desgracias continentales, según la versión derechosa. Tampoco se olvidan de los grupos subversivos internos para fortalecer sus desmesuradas andanzas (¿extraña manera de enfocar el derecho al empleo?) otros avezados columneros del oficialismo.
La campaña parte de una serie de supuestos falsos, arreglados al gusto de los alegatos más ramplones y chantajistas tan de uso común por estos días. Calumnia, que mucho va quedando enredado en la opinión colectiva, es la consigna.
La mañosa comparación del subsidio para 2010 a LFC (40 mil millones de pesos) con los recursos empleados contra la pobreza son citados con frecuencia en las afirmaciones de improvisados, rudos, convenencieros y tramposos conocedores. La verdad de casi todos los datos con que se calumnia al SME tiene que ver con lo siguiente: a) las anuales transferencias masivas a LFC se deben al subsidio gubernamental a las empresas privadas que pagan un tercio del costo de la energía y son las que más fluido consumen; b) las fugas crecientes de la energía se deben a todos aquellos consumidores (por lo demás de gran tamaño) que se cuelgan ilegalmente y del que no escapan organismos del Ejecutivo (Los Pinos incluidos); c) parte sustantiva de las ineficiencias se deben a la secular falta de inversiones que, durante pesadas décadas, han deteriorado y hecho obsoletos los equipos e instalaciones; d) la clasista fobia ante el bienestar de algunos trabajadores, tan azuzada como explotada por comentaristas de cargo que les achacan privilegios inexistentes sin atender a que son, por cierto, reales conquistas conseguidas durante casi un siglo de luchas laborales; f) las timoratas, ineficientes administraciones que se han sucedido en los altos cargos de la empresa; g) el elevado costo de la energía que le vende la CFE, 15 por ciento sobre el ya de por sí alto costo que le arriman, a esa empresa pública, los llamados productores independientes, en su mayoría trasnacionales.
Pero el asunto de urgente importancia que se divisa tras la disolución de la LFC son los negocios en puerta que pueden enumerarse. En primer término el señor. Calderón quiere incrementar la tajada de mercado que ya se llevan los concesionarios privados y las trasnacionales en la ilegal producción de electricidad.
A continuación se desea, fervientemente, repartir los futuros negocios de las telecomunicaciones, quizá el segmento más jugoso y de mayor tamaño, entre los traficantes de influencias que ya se mueven con creciente nerviosismo por asentar su avarienta mano sobre las instalaciones de fibra óptica (oscura la llaman otros) de LFC. Durante el foxiato, sus mismos secretarios de Energía (Martens y Canales Clariond), apoyados por abogados panistas de influencia reconocida, se hicieron con leonina concesión a su favor. A lo que parece, el señor Calderón no quiere beneficiar a tales personajes. Sin duda espera sustituirlos por otros afines a su círculo de intereses. Para tal operación se requiere sacar de la jugada al SME, pues pretendía usar esas instalaciones de fibra óptica para escuelas y espacios públicos, una verdadera monserga para los negociantes de las alturas.
Los entendidos de las decisiones cupulares hablan de la victoria del señor Calderón, de su arrojo, del golpe de timón ejecutado con destreza y valentía inauditas, de la gobernabilidad recuperada. Otros ya encontraron datos adicionales, basados en las opiniones de veloces encuestas telefónicas, para asentar el descontento ciudadano con el SME y sus movilizaciones, el rechazo a sus privilegios y el finiquito de los enredos, la corrupción rampante y el desprecio burocrático que facilitó la decisión terminal.
No cabe duda que la campaña surtió efectos según esta historia numérica. Por esa central razón (y otras adicionales de peso indiscutible) los argentinos rompieron los monopolios privados de medios con una ley de avanzada: quieren, sociedad y gobierno, evitar el manipuleo, la opinocracia y la tiranía de los intereses empresariales sobre la ciudadanía, lección que no será posible ocultar y menos aún archivar.
El decreto de disolución es un intento de congraciarse, de sopetón, con los mandones de la iniciativa privada, un cómodo grupito que le había retirado simpatías y hecho reclamos en tiempos recientes. También se enfoca el oficialismo sobre ese segmento que lo sigue: la clase media temerosa de los cambios, pero que, de varias inclementes maneras, está siendo afectada por las inacciones, fallas y huidas poco graciosas de la realidad que efectúan los calderonistas, sus patrones y aliados de viaje. Para lograr tales objetos, desde Los Pinos y sus variados cuan nutridos anexos mediáticos, se desató una feroz campaña para situar al SME como el ente abusivo, irredento culpable de todos los males eléctricos y presupuestales. ¡Se atrevían a cogestionar la empresa!, acusó con desprecio inaudito de litigante chicanero el secretario de Gobernación, Gómez Mont. El ensañamiento ha sido brutal y sólo tiene comparación con las andanadas que enderezan contra López Obrador y el movimiento que encabeza. Se ha llegado a sugerir que el SME y el obradorismo recurrirán a Hugo Chávez, ese fenómeno de todas las desgracias continentales, según la versión derechosa. Tampoco se olvidan de los grupos subversivos internos para fortalecer sus desmesuradas andanzas (¿extraña manera de enfocar el derecho al empleo?) otros avezados columneros del oficialismo.
La campaña parte de una serie de supuestos falsos, arreglados al gusto de los alegatos más ramplones y chantajistas tan de uso común por estos días. Calumnia, que mucho va quedando enredado en la opinión colectiva, es la consigna.
La mañosa comparación del subsidio para 2010 a LFC (40 mil millones de pesos) con los recursos empleados contra la pobreza son citados con frecuencia en las afirmaciones de improvisados, rudos, convenencieros y tramposos conocedores. La verdad de casi todos los datos con que se calumnia al SME tiene que ver con lo siguiente: a) las anuales transferencias masivas a LFC se deben al subsidio gubernamental a las empresas privadas que pagan un tercio del costo de la energía y son las que más fluido consumen; b) las fugas crecientes de la energía se deben a todos aquellos consumidores (por lo demás de gran tamaño) que se cuelgan ilegalmente y del que no escapan organismos del Ejecutivo (Los Pinos incluidos); c) parte sustantiva de las ineficiencias se deben a la secular falta de inversiones que, durante pesadas décadas, han deteriorado y hecho obsoletos los equipos e instalaciones; d) la clasista fobia ante el bienestar de algunos trabajadores, tan azuzada como explotada por comentaristas de cargo que les achacan privilegios inexistentes sin atender a que son, por cierto, reales conquistas conseguidas durante casi un siglo de luchas laborales; f) las timoratas, ineficientes administraciones que se han sucedido en los altos cargos de la empresa; g) el elevado costo de la energía que le vende la CFE, 15 por ciento sobre el ya de por sí alto costo que le arriman, a esa empresa pública, los llamados productores independientes, en su mayoría trasnacionales.
Pero el asunto de urgente importancia que se divisa tras la disolución de la LFC son los negocios en puerta que pueden enumerarse. En primer término el señor. Calderón quiere incrementar la tajada de mercado que ya se llevan los concesionarios privados y las trasnacionales en la ilegal producción de electricidad.
A continuación se desea, fervientemente, repartir los futuros negocios de las telecomunicaciones, quizá el segmento más jugoso y de mayor tamaño, entre los traficantes de influencias que ya se mueven con creciente nerviosismo por asentar su avarienta mano sobre las instalaciones de fibra óptica (oscura la llaman otros) de LFC. Durante el foxiato, sus mismos secretarios de Energía (Martens y Canales Clariond), apoyados por abogados panistas de influencia reconocida, se hicieron con leonina concesión a su favor. A lo que parece, el señor Calderón no quiere beneficiar a tales personajes. Sin duda espera sustituirlos por otros afines a su círculo de intereses. Para tal operación se requiere sacar de la jugada al SME, pues pretendía usar esas instalaciones de fibra óptica para escuelas y espacios públicos, una verdadera monserga para los negociantes de las alturas.
Los entendidos de las decisiones cupulares hablan de la victoria del señor Calderón, de su arrojo, del golpe de timón ejecutado con destreza y valentía inauditas, de la gobernabilidad recuperada. Otros ya encontraron datos adicionales, basados en las opiniones de veloces encuestas telefónicas, para asentar el descontento ciudadano con el SME y sus movilizaciones, el rechazo a sus privilegios y el finiquito de los enredos, la corrupción rampante y el desprecio burocrático que facilitó la decisión terminal.
No cabe duda que la campaña surtió efectos según esta historia numérica. Por esa central razón (y otras adicionales de peso indiscutible) los argentinos rompieron los monopolios privados de medios con una ley de avanzada: quieren, sociedad y gobierno, evitar el manipuleo, la opinocracia y la tiranía de los intereses empresariales sobre la ciudadanía, lección que no será posible ocultar y menos aún archivar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario