Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Nuevo rumbo, ¿nuevas actitudes?
■ PT y Convergencia
■ Luchar por candidaturas
Para otorgarle a Carlos Salinas de Gortari una legitimidad de facto, el Partido Acción Nacional erigió a Diego Fernández de Cevallos como gran jefe negociador con derecho de picaporte en Los Pinos y consiguió las primeras gubernaturas blanquiazules, con Ernesto Ruffo Appel como pionero en Baja California (en otros episodios de cambalache político, el PAN abrió el camino de las forzadas senadurías plurinominales). El chuchismo dominante en las fracciones legislativas federales del PRD, en cambio, comenzó a vender su apoyo a Felipe Calderón Hinojosa negociando reformas electorales que cerraran el paso a las posibilidades de repetir coaliciones y escenarios como los del 2006 lopezobradorista. Entre otras cosas, esos perredistas, guiados por el jefe Chucho, “consiguieron” difuminar las coaliciones amplias y plenas, trasladaron las posibilidades de creación de nuevos partidos hasta después de las próximas elecciones presidenciales y establecieron múltiples obstáculos a la participación ciudadana por fuera del monopolio de los partidos.
Esas reformas “regresivas” con dedicatoria serán enfrentadas el año venidero por la alianza electoral que han firmado los partidos del Trabajo y Convergencia con el movimiento social dirigido por López Obrador como referente político y con un compromiso de postulaciones a candidaturas federales y locales. La propuesta de convenio de coalición recién presentada al IFE no tiene todas las ventajas del pasado prechuchista, e incluso corre el riesgo de no ser aprobada, en función de las objeciones que por el uso del título de FAP el PRD de Ortega presentará y los consejeros gerentes del IFE bonsái valorarán, pero será un cauce para los ciudadanos que se han cansado de las historias perredistas chuchas y desean votar y luchar por candidaturas menos viciadas y pervertidas.
Las esperanzas de cambio mediante la acción política no habrán de prosperar, sin embargo, si los militantes, activistas y simpatizantes de movimientos sociales que empujan hoy redefiniciones y replanteamientos siguen quedándose en el plano de la lamentación y la crítica, sin participar abiertamente en la definición de candidaturas apegadas a las exigencias ciudadanas y no a los rejuegos de poder de las elites. El Partido del Trabajo, dirigido por Alberto Anaya, y el de Convergencia, a cargo de Dante Delgado (aunque el presidente es Luis Maldonado), serán nuevos episodios de desilusión si se deja que las decisiones y postulaciones de este reformado Frente Amplio Progresista se tomen en los ámbitos privados de los grupúsculos dominantes, de los intereses específicos de los partidos participantes e incluso de los cálculos multifactoriales que, con pragmatismo futurista, hiciera el mismo López Obrador, que en su momento toleró, promovió y encumbró a los Chuchos, desde siempre fieles a la conducta que hoy practican y que, sin embargo, recibieron de quien entonces era el fiel de la balanza izquierdista una carretada de candidaturas y prerrogativas que constituyen hoy la fuerza con la que están dándole de patadas a quien les privilegió, en detrimento de las muchas posibilidades electorales que en el mismo 2006 presentaba ese movimiento social que ahora, en 2009, deberá luchar para que sean candidatos a diputados federales y locales (en los estados en que habrá elecciones, incluyendo el Distrito Federal en su asamblea legislativa), gobernadores y presidentes municipales los mejores hombres y mujeres surgidos del proceso de movilización, protesta, estudio y resistencia que hoy, con legítimo derecho, debe presionar para que las oportunidades de representación popular sean asignadas a la nueva corriente social de izquierda congruente y no a las nomenklaturas partidistas o a las cuotas grupales que, por ejemplo, en las actuales legislaturas llevaron a diputaciones federales, y de manera marcada a las locales del DF, a personajes francamente vergonzosos por su mala cultura política y general.
Por lo pronto, el rediseño del foro izquierdista ha llevado a Ricardo Monreal a pasarse a la bancada del PT para evitar que la salida de Josefina Cota (miembro de la familia que desde el sol azteca domina la política de Baja California Sur), para reintegrarse al PRD, dejara al PT sin su grupo parlamentario particular en el Senado (y las prerrogativas asociadas a esa figura de trabajo legislativo). El salvamento del mencionado grupo petista acaba siendo un pretexto para que el zacatecano asuma abiertamente la línea de trabajo del lopezobradorismo inmediato: sí, Convergencia y el Partido del Trabajo, pero mucho más éste que aquel, más confianza en Anaya que en Delgado, aunque obviamente el trabajo de los dirigentes será tratar de que la liga unitaria PT-Convergencia-FAP estire, sin romperse, lo más que sea posible.
Monreal es ave experta en tempestades partidarias. Fue priísta y dejó de serlo para ser candidato del PRD a la gubernatura de Zacatecas, que ganó sin problemas. Enfrentado a la hora de las candidaturas a presidencias municipales con la actual gobernadora, Amalia García, impulsó opciones por la vía del PT, en particular las relacionadas con las aspiraciones de uno de sus hermanos, que finalmente ganó con esas siglas trabajosas. Esas experimentaciones por fuera de la ortodoxia perredista le valieron a Monreal un intento de expulsión que, por razones jurídicas, no fue consumado. Luego, al igual que en el Zacatecas familiar, la mano apenas disfrazada de Monreal estuvo presente en los comicios de Guerrero, en especial en Acapulco, donde la terquedad del gobernador Zeferino Torreblanca en imponer una candidatura propia a la alcaldía del puerto provocó una división que encontró alternativas numéricamente más importantes por la vía de Convergencia y el PT. Ahora, Monreal se pasa a la bancada del PT y aun cuando seguramente alegará que es un lance solidario con un partido miembro del FAP, las iras del chuchismo le alcanzarán para colocarle fuera del Perreducho del que, en la práctica, bastante lejos desde hace tiempo está. ¡Chin: se acabó el espacio! ¡Feliz fin de semana guadalupano!
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Nuevo rumbo, ¿nuevas actitudes?
■ PT y Convergencia
■ Luchar por candidaturas
Para otorgarle a Carlos Salinas de Gortari una legitimidad de facto, el Partido Acción Nacional erigió a Diego Fernández de Cevallos como gran jefe negociador con derecho de picaporte en Los Pinos y consiguió las primeras gubernaturas blanquiazules, con Ernesto Ruffo Appel como pionero en Baja California (en otros episodios de cambalache político, el PAN abrió el camino de las forzadas senadurías plurinominales). El chuchismo dominante en las fracciones legislativas federales del PRD, en cambio, comenzó a vender su apoyo a Felipe Calderón Hinojosa negociando reformas electorales que cerraran el paso a las posibilidades de repetir coaliciones y escenarios como los del 2006 lopezobradorista. Entre otras cosas, esos perredistas, guiados por el jefe Chucho, “consiguieron” difuminar las coaliciones amplias y plenas, trasladaron las posibilidades de creación de nuevos partidos hasta después de las próximas elecciones presidenciales y establecieron múltiples obstáculos a la participación ciudadana por fuera del monopolio de los partidos.
Esas reformas “regresivas” con dedicatoria serán enfrentadas el año venidero por la alianza electoral que han firmado los partidos del Trabajo y Convergencia con el movimiento social dirigido por López Obrador como referente político y con un compromiso de postulaciones a candidaturas federales y locales. La propuesta de convenio de coalición recién presentada al IFE no tiene todas las ventajas del pasado prechuchista, e incluso corre el riesgo de no ser aprobada, en función de las objeciones que por el uso del título de FAP el PRD de Ortega presentará y los consejeros gerentes del IFE bonsái valorarán, pero será un cauce para los ciudadanos que se han cansado de las historias perredistas chuchas y desean votar y luchar por candidaturas menos viciadas y pervertidas.
Las esperanzas de cambio mediante la acción política no habrán de prosperar, sin embargo, si los militantes, activistas y simpatizantes de movimientos sociales que empujan hoy redefiniciones y replanteamientos siguen quedándose en el plano de la lamentación y la crítica, sin participar abiertamente en la definición de candidaturas apegadas a las exigencias ciudadanas y no a los rejuegos de poder de las elites. El Partido del Trabajo, dirigido por Alberto Anaya, y el de Convergencia, a cargo de Dante Delgado (aunque el presidente es Luis Maldonado), serán nuevos episodios de desilusión si se deja que las decisiones y postulaciones de este reformado Frente Amplio Progresista se tomen en los ámbitos privados de los grupúsculos dominantes, de los intereses específicos de los partidos participantes e incluso de los cálculos multifactoriales que, con pragmatismo futurista, hiciera el mismo López Obrador, que en su momento toleró, promovió y encumbró a los Chuchos, desde siempre fieles a la conducta que hoy practican y que, sin embargo, recibieron de quien entonces era el fiel de la balanza izquierdista una carretada de candidaturas y prerrogativas que constituyen hoy la fuerza con la que están dándole de patadas a quien les privilegió, en detrimento de las muchas posibilidades electorales que en el mismo 2006 presentaba ese movimiento social que ahora, en 2009, deberá luchar para que sean candidatos a diputados federales y locales (en los estados en que habrá elecciones, incluyendo el Distrito Federal en su asamblea legislativa), gobernadores y presidentes municipales los mejores hombres y mujeres surgidos del proceso de movilización, protesta, estudio y resistencia que hoy, con legítimo derecho, debe presionar para que las oportunidades de representación popular sean asignadas a la nueva corriente social de izquierda congruente y no a las nomenklaturas partidistas o a las cuotas grupales que, por ejemplo, en las actuales legislaturas llevaron a diputaciones federales, y de manera marcada a las locales del DF, a personajes francamente vergonzosos por su mala cultura política y general.
Por lo pronto, el rediseño del foro izquierdista ha llevado a Ricardo Monreal a pasarse a la bancada del PT para evitar que la salida de Josefina Cota (miembro de la familia que desde el sol azteca domina la política de Baja California Sur), para reintegrarse al PRD, dejara al PT sin su grupo parlamentario particular en el Senado (y las prerrogativas asociadas a esa figura de trabajo legislativo). El salvamento del mencionado grupo petista acaba siendo un pretexto para que el zacatecano asuma abiertamente la línea de trabajo del lopezobradorismo inmediato: sí, Convergencia y el Partido del Trabajo, pero mucho más éste que aquel, más confianza en Anaya que en Delgado, aunque obviamente el trabajo de los dirigentes será tratar de que la liga unitaria PT-Convergencia-FAP estire, sin romperse, lo más que sea posible.
Monreal es ave experta en tempestades partidarias. Fue priísta y dejó de serlo para ser candidato del PRD a la gubernatura de Zacatecas, que ganó sin problemas. Enfrentado a la hora de las candidaturas a presidencias municipales con la actual gobernadora, Amalia García, impulsó opciones por la vía del PT, en particular las relacionadas con las aspiraciones de uno de sus hermanos, que finalmente ganó con esas siglas trabajosas. Esas experimentaciones por fuera de la ortodoxia perredista le valieron a Monreal un intento de expulsión que, por razones jurídicas, no fue consumado. Luego, al igual que en el Zacatecas familiar, la mano apenas disfrazada de Monreal estuvo presente en los comicios de Guerrero, en especial en Acapulco, donde la terquedad del gobernador Zeferino Torreblanca en imponer una candidatura propia a la alcaldía del puerto provocó una división que encontró alternativas numéricamente más importantes por la vía de Convergencia y el PT. Ahora, Monreal se pasa a la bancada del PT y aun cuando seguramente alegará que es un lance solidario con un partido miembro del FAP, las iras del chuchismo le alcanzarán para colocarle fuera del Perreducho del que, en la práctica, bastante lejos desde hace tiempo está. ¡Chin: se acabó el espacio! ¡Feliz fin de semana guadalupano!
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