6 oct 2008

Astillero
Julio Hernández López
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La anormalidad democrática

■ Narco, miedo, abstención

■ Acapulco, clave múltiple


A la hora de cerrar la presente columna no se tenían resultados confiables de los comicios de Guerrero, aunque el candidato del PRI a la presidencia municipal de Acapulco (el cargo más disputado) había adelantado a sus contrincantes cuando menos en cuanto a declararse triunfador, según eso con una diferencia de cuatro puntos porcentuales, la que sería “irreversible”. No con base en encuestas de salida, como lo hizo el tricolor Manuel Añorve Baños, sino a partir de “datos duros” supuestamente provenientes de actas electorales, el convergente Luis Walton también anunciaba para sí la victoria; reducida al tercer lugar la candidata del gobernador Zeferino Torreblanca, la chucho-perredista Gloria Sierra, aunque ella también se sumó a la guerra de cifras presuntamente favorables para cada uno de los interesados declarantes.

Saldo blanco, se anunciaba, contra los fundados pronósticos de que habría violencia desbordada; reporte incruento de incidentes y detalles más o menos acostumbrados en los procesos electorales siempre cargados de trampas y tretas, es decir, violaciones a las leyes y reglamentos del ramo, brigadas y operadores electorales con dinero en mano a la caza de votantes por pago y uno que otro chispazo de la violencia que es natural en la entidad. La normalidad democrática, diría el ex presidente Ernesto Zedillo, quien acuñó tal etiqueta para aplicarla a un presunto nivel de operación institucional que generaría simples marcadores electorales aceptados por todos en función de su limpieza: tantos votos para un candidato, tantos para otro y el ganador es fulano.

Guerrero es, sin embargo, el primer proceso electoral desarrollado abierta y crudamente en la nueva fase de la descomposición nacional, aceleradamente dominada por los grupos de delincuencia organizada que han decidido competir sin tapujos por el poder político, sabedores unos de que su supervivencia depende del comportamiento de las autoridades constituidas, y otros de que el exterminio de sus adversarios depende de los mismos mecanismos adquiribles mediante inversiones sin registro fiscal. Si antes los capos compraban jefes policiacos y funcionarios relacionados con el “combate” al narcotráfico, ahora los carritos de supermercado de los cárteles buscan piezas mayores de la estantería política. En ese contexto, que ya ha tenido importantes ensayos en lugares emblemáticos, como Tamaulipas, Sinaloa y Chihuahua, los comicios de Guerrero aparecen como una primera consolidación de la anormalidad democrática calderónica, regida por el poder del narco, el flujo abierto de dinero de origen oscuro (o, más bien, demasiado claro), la amenaza e inclusive la agresión física a candidatos indeseados y el abstencionismo de ciudadanos temerosos de violencia proveniente de narcotraficantes y cada vez más convencidos de que la farsa electoral de muy poco sirve.

Esta anormalidad democrática está siendo aprovechada por el partido que ofrece más “experiencia” y “firmeza” para enfrentar los males públicos desatados por la impericia calderonista. La posibilidad de instalar a Añorve como alcalde de Acapulco sería una revancha del tricolor frente a las divisiones de la “izquierda” electoral que ha presidido ese puerto y actualmente “tiene” la gubernatura con un derechista procalderónico llamado Zeferino Torreblanca, quien se ha apoderado de la estructura formal del perredismo de la entidad y, en alianza con los también colaboracionistas Chuchos, impuso candidaturas impugnadas como la de la citada Gloria Sierra en Acapulco. Contra esa maniobra se creó una alternativa compartida por los otros dos partidos que con el sol azteca forman el Frente Amplio Progresista (FAP), de tal manera que los partidos del Trabajo y Convergencia presentaron un candidato contrario a la postulación oficial del perredismo (en estos trotes participó el senador Ricardo Monreal, conocedor y practicante de innovaciones similares en Zacatecas, donde encauzó hacia el PT la corriente del perredismo inconforme con las candidaturas impulsadas por el PRD alineado con la gobernadora Amalia García).

La posibilidad de que el PRI se alce como el gran ganador de los comicios guerrerenses (Manlio Fabio Beltrones aparecía ayer radiante en Acapulco), pues según sus primeros reportes habría obtenido las presidencias de las principales ciudades del estado, sería un ingrediente indicativo del curso que podrían tener los comicios federales intermedios del año próximo y, de continuar esa tendencia, los presidenciales de 2012. Entre otras cosas, el avance del tricolor mostraría los senderos de derrota que esperarían al PRD Chucho y a sus cada vez más distantes compañeros frentistas, el PT y Convergencia, en caso de que caminaran separados en los comicios venideros. Si, por el contrario, quien gana la corona del estado, Acapulco, es el convergente Luis Walton, entonces se iluminarán los caminos alternos al cascarón perredista hoy secuestrado por los Chuchos. Todo en el marco de la nueva anormalidad democrática.

Astillas

Son muchos los correos llegados a esta columna para pedir que desde aquí se renvíen felicitaciones a Andrés Gómez Emilsson y a Mario Jiménez Santiago, lo que de esta manera sintetizada se cumple... Respecto a lo que llama el caso de “Erick el Vikingo y su compañero protestante”, María Sordo comenta: “Después de ver por tercera ocasión la película La delgada línea roja, rescato una frase que creo pertinente para el caso: ‘Hay quienes, entre más alto suben, más grande es su miedo’ ...Por cierto, este domingo fue publicada una entrega especial de Astillero, titulada “Felipe ante su fantasma”, en la que se analizan los hechos del pasado viernes en Palacio Nacional... Y, mientras hoy a las cuatro de la tarde se reúnen en el Che Guevara de CU quienes denuncian arbitrariedad y provocación de agentes capitalinos en la marcha del 2 de octubre, ¡hasta mañana, con la SEP jugando con fuego “extraescolar” en Morelos!




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