13 abr 2012


Un pacto para rescatar al campo... o seguir resistiendo



Víctor M. Quintana S.


Al cumplirse 93 años del asesinato de Zapata, el Caudillo del Sur fue conmemorado por los candidatos presidenciales del PRI-PVEM y del Movimiento Progresista en sendos actos el martes 10. Fueron actos muy diferentes: el encabezado por Peña Nieto, en el estado de México, se distinguió por el alarde de logística y los altisonantes discursos sobre la soberanía alimentaria. Quién sabe qué entenderán por ella el candidato y las huestes de la CNC. Porque esta organización fue ajuste-estructuralista cuando Miguel de la Madrid se lo mandó; fue defensora del TLCAN cuando Salinas se lo ordenó, y ahora es defensora de los transgénicos, tal vez porque Monsanto se lo pagó. No pueden salvar al campo quienes fueron perpetradores de su hundimiento. Acordándose tal vez de eso, buena parte de los campesinos asistentes al acto fueron vaciándolo antes de terminar.

El acto que López Obrador presidió en Torreón, más allá del discurso fue la lectura por una mujer campesina del documento de las organizaciones agrarias, el Plan de Ayala para el siglo XXI y la firma del Pacto para el rescate del campo y la soberanía alimentaria de México. A pesar del inclemente sol del desierto lagunero, aumentado por el reflejo de los cerros calizos y pelones, el contingente campesino aguantó completo hasta la firma del documento.

El Plan de Ayala para el siglo XXI surge de un proceso iniciado en noviembre pasado en Ayoxuxtla, Puebla, lugar de la promulgación del Plan de Ayala zapatista, hace 100 años. Las organizaciones que apoyan el Movimiento Regeneración Nacional acordaron con AMlLO iniciar toda una serie de reuniones de trabajo y de consulta con campesinos, campesinas, productores empresariales, jornaleros agrícolas, académicos, técnicos, para elaborar una propuesta de pacto que recogiera las demandas básicas e históricas del campesinado y otros actores rurales y a fin de entregárselo para que lo asuma como un compromiso y plan de gobierno para el sector agropecuario.

Inicialmente se pensó construir el pacto mediante foros a celebrarse en tres o cuatro regiones del país, pero fue tanto el interés que terminan realizándose seis foros, desde Yucatán hasta Baja California, desde el sur indígena hasta el norte árido, y también un foro binacional con los jornaleros oaxaqueños en Los Ángeles, California.

El resultado es un documento bastante esencial, asequible, que recoge las demandas centrales de cada región y tipo de productores. Se va a las cuestiones esenciales y no se enreda en políticas y medidas secundarias En una breve introducción explica cómo fue confeccionado, siguen 11 apartados en que se exponen las cuestiones centrales: el primero de ellos hace un diagnóstico de la ya muy conocida situación de devastación y violencia en el medio rural y ubica sus raíces en los 30 años de políticas antiagrarias del PRI y del PAN.

Enseguida se deja muy claro que las mujeres y los hombres del campo se asumen como un sujeto de la salvación de México y no como sólo objetos o beneficiarios de políticas. Y luego se plantean sus demandas y compromisos en ocho apartados desde una perspectiva de derechos: derecho a la tierra; a la alimentación y a la soberanía alimentaria; derechos del trabajo rural, asalariado o por cuenta propia; derecho a una vida buena y a servicios sociales de calidad; al territorio y a los recursos naturales como bienes colectivos; a una naturaleza sana; derechos de los sectores postergados: mujeres, indios, jóvenes. Y se termina con un derecho clave en un mundo donde ha imperado el corporativismo: el derecho a la libertad política y a la verdadera democracia.

Un López Obrador asoleado y entusiasmado firmó el Pacto para el rescate del campo y la soberanía alimentaria de México teniendo como fedatarios públicos a miles de campesinas, campesinos y hasta empresarios agrícolas, y puso fecha para que el país logre la plena soberanía alimentaria: a mitad del próximo sexenio, a fin de que “ningún mexicano padezca hambre”. Por parte de las organizaciones campesinas suscribieron el pacto 94 de ellas, de carácter nacional y regional.

El Plan de Ayala para el siglo XXI y el Pacto para el rescate del campo son esfuerzos de inclusión no sólo de las demandas campesinas, sino también de los productores empresariales, de todos aquellos homogeneizados por la crisis productiva inducida por los neoliberales. Asumen la responsabilidad no sólo de los productores, sino también de los consumidores de alimentos. Marcan hasta ahora la única vía para rescatar la agricultura y la alimentación de México con justicia y sustentabilidad. Es notable que de los cuatro candidatos a la Presidencia, López Obrador sea el único que propicie, acepte y luego suscriba sin condiciones un documento elaborado desde abajo, desde la pluralidad de organizaciones y de gente estudiosa y preocupada por el agro nacional.

Un esfuerzo así no debe desperdiciarse. Ha de compartirse, discutirse, enriquecerse con el aporte de más y más organizaciones. Si López Obrador gana, será la guía de exigencia y evaluación a su gobierno en materia agropecuaria. Si no, será la bandera de lucha, el ideario que sostenga otro largo ciclo de resistencia campesina.





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