Cordero, un estúpido popular
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 13 de junio (apro).- Felipe Calderón y el identificado como su delfín, Ernesto Cordero, son distintos, pero en la búsqueda de la Presidencia de la República siguen el mismo guión: “Posicionar” al aspirante aun con estupideces, forjar alianzas inclusive con mafiosos y polarizar al electorado para que, a cualquier costo --con dinero público, guerra sucia y fraude electoral--, triunfe el “bien” sobre el “mal”.
Eso exactamente hizo Calderón en 2006 y es lo que, de la mano de éste, ya está haciendo Cordero, cuya etapa de posicionamiento explica sus insolentes dislates para la mayoría de los mexicanos, sobre cuando habla del poder de compra del salario mínimo, la suficiencia de 6 mil pesos mensuales para una familia, la disolución de México con pobreza y aun la imploración a los panistas para que lo quieran.
En 2006, al inicio de la campaña, Calderón también protagonizó ridículos comportamientos para ser conocido por los mexicanos a través de posar para las cámaras: En San Juan del Río manejó un tráiler, en la capital queretana reunió taxistas, en San Luis Potosí besó niños, en Aguascalientes condujo una carcacha y en Guadalajara saludó a locatarios, montó en bicicleta y subió al metro.
Calderón hasta se comparó con “Mister Increíble”, que entonces era el protagonista principal de la película Los increíbles, en una estrategia para dar a conocer a un personaje que era conocido por menos de la mitad de la población luego de que, en octubre de 2005, ganó la contienda interna a Santiago Creel, Alberto Cárdenas y Francisco Barrio.
“Todo eso es deliberado”, me confió en esos días de enero de 2006 el propio Cordero, miembro del “cuarto de guerra” de Calderón que coordinaba Javier Lozano Alarcón, hoy secretario del Trabajo, presente en esa charla sobre el anticlimático arranque de la campaña y el comportamiento de Calderón.
“No es algo casual ni accidental. Todo está perfectamente premeditado”, se ufanaba Lozano, quien decía que la primera etapa de la campaña era “de posicionamiento” de Calderón, cuya estrategia había rendido frutos aun antes de lo programado, porque al arranque de la campaña ya era conocido por más del 80% de la población.
La segunda etapa de la campaña eran las propuestas y el responsable era precisamente Cordero, quien me dijo: “Una vez que termine el posicionamiento de Felipe, empezaremos a platicar de propuesta, que es bastante amplia en todos los temas y debidamente sustentada.”
Esta etapa incluía difundir los programas del gobierno de Vicente Fox. “Desde luego que hay que retomar las cosas buenas que han funcionado en este gobierno –decía Cordero--: el programa de vivienda, los programas contra la pobreza, el Seguro Popular…”
Y la tercera etapa de Calderón era, como será con Cordero --si es que logra imponerlo en el PAN, o lo hará con Alonso Lujambio--, la de “contraste”, eufemismo del uso de todos los métodos de guerra sucia para montar campañas de mentiras contra los adversarios, como ocurrió efectivamente en 2006, evidentemente con el respaldo de los grupos mediáticos, en especial Televisa.
Para hacer este trabajo de cañería, que deja mucho dinero a sus artífices, está listo el español Antonio Solá Reche, que hasta se nacionalizó mexicano para no violar la Constitución, como impunemente lo hizo en 2006, y Juan Ignacio Zavala y Maximiliano Cortázar, sus ayudantes.
Cordero, entonces, apenas se encuentra en la etapa de “posicionamiento”, primero entre los panistas para que no se le complique la imposición en curso, y luego, si es que se logra este propósito --que tampoco es seguro--, entre los mexicanos.
En este empeño se inscribe que el secretario de Hacienda se presente como imbécil intencional y la lógica de esa estrategia es sencilla: A falta de una trayectoria con logros que genere conocimiento entre la sociedad, sólo con estupideces se obtiene la popularidad necesaria para la conquista del poder.
Calderón, hay que reconocerlo, no llegó en su campaña al extremo de los dislates de Cordero, como sí lo hizo Fox como candidato y luego como presidente de la República, algo que --como ahora-- su propio vocero, Rubén Aguilar, reconoció como deliberado.
Aunque Calderón no ha impuesto aún a Cordero como candidato del PAN, como lo perfilan las evidencias en las semanas recientes, sí ha estado generando un contexto de polarización como en el 2006, como Fox desde el gobierno, para hacer plebiscitaria la elección presidencial de 2012: Apostar por el futuro o volver al pasado.
Así como Fox pedía a los mexicanos “no cambiar de jinete a mitad del río”, Calderón exhorta a valorar lo ganado y no volver a un “régimen autocrático”, como lo definió en la Universidad de Stanford apenas ayer domingo.
Y mientras llega la etapa de contrastes en la campaña --la guerra sucia--, el gobierno federal, como en el 2006, prepara el terreno no sólo con discurso, sino con abundantes recursos: Si Fox usó un promedio de 3 mil millones de pesos anuales y 18 mil millones de pesos en su sexenio, Calderón había gastado hasta, en cuatro años, casi 17 mil millones de pesos, 6 mil 479 millones sólo en 2010, 300% más que lo autorizado por el Congreso.
De manera que, a prácticamente un año de la elección presidencial, está claro que Calderón, como en el 2006, hará lo que sea –como Fox-- para no entregar el poder a otro partido que no sea el PAN.
Sólo que, como decía Carlos Marx, cuando la historia se repite es una vez como tragedia y otra como farsa.
En esas estamos…
Apuntes
El problema de Calderón es que Cordero ha pasado de lo ridículo y de lo grotesco a lo sucio: Este domingo recibió la adhesión de Juan Manuel Oliva, gobernador de Guanajuato, estado emblema del panismo, pero también de la corrupción y, claro, uno de los estados que controla El Yunque. La fotografía es un poema: El candidato oficial se inclina para escuchar lo que le dice al oído Elías Villegas, uno de los jerarcas de esa organización secreta en esa entidad. Que Corderito… Precisamente en ese estado, aunque desde su cabañita, Fox le propinó descontones a Calderón, a quien llamó en su cara “mi pre-si-den-te”: Primero lo censuró por dar “línea” al PAN para respaldar a Cordero y luego por ser un sirviente al que Estados Unidos le da “una propina” a través de la Iniciativa Mérida... Y lo que viene…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
MÉXICO, D.F., 13 de junio (apro).- Felipe Calderón y el identificado como su delfín, Ernesto Cordero, son distintos, pero en la búsqueda de la Presidencia de la República siguen el mismo guión: “Posicionar” al aspirante aun con estupideces, forjar alianzas inclusive con mafiosos y polarizar al electorado para que, a cualquier costo --con dinero público, guerra sucia y fraude electoral--, triunfe el “bien” sobre el “mal”.
Eso exactamente hizo Calderón en 2006 y es lo que, de la mano de éste, ya está haciendo Cordero, cuya etapa de posicionamiento explica sus insolentes dislates para la mayoría de los mexicanos, sobre cuando habla del poder de compra del salario mínimo, la suficiencia de 6 mil pesos mensuales para una familia, la disolución de México con pobreza y aun la imploración a los panistas para que lo quieran.
En 2006, al inicio de la campaña, Calderón también protagonizó ridículos comportamientos para ser conocido por los mexicanos a través de posar para las cámaras: En San Juan del Río manejó un tráiler, en la capital queretana reunió taxistas, en San Luis Potosí besó niños, en Aguascalientes condujo una carcacha y en Guadalajara saludó a locatarios, montó en bicicleta y subió al metro.
Calderón hasta se comparó con “Mister Increíble”, que entonces era el protagonista principal de la película Los increíbles, en una estrategia para dar a conocer a un personaje que era conocido por menos de la mitad de la población luego de que, en octubre de 2005, ganó la contienda interna a Santiago Creel, Alberto Cárdenas y Francisco Barrio.
“Todo eso es deliberado”, me confió en esos días de enero de 2006 el propio Cordero, miembro del “cuarto de guerra” de Calderón que coordinaba Javier Lozano Alarcón, hoy secretario del Trabajo, presente en esa charla sobre el anticlimático arranque de la campaña y el comportamiento de Calderón.
“No es algo casual ni accidental. Todo está perfectamente premeditado”, se ufanaba Lozano, quien decía que la primera etapa de la campaña era “de posicionamiento” de Calderón, cuya estrategia había rendido frutos aun antes de lo programado, porque al arranque de la campaña ya era conocido por más del 80% de la población.
La segunda etapa de la campaña eran las propuestas y el responsable era precisamente Cordero, quien me dijo: “Una vez que termine el posicionamiento de Felipe, empezaremos a platicar de propuesta, que es bastante amplia en todos los temas y debidamente sustentada.”
Esta etapa incluía difundir los programas del gobierno de Vicente Fox. “Desde luego que hay que retomar las cosas buenas que han funcionado en este gobierno –decía Cordero--: el programa de vivienda, los programas contra la pobreza, el Seguro Popular…”
Y la tercera etapa de Calderón era, como será con Cordero --si es que logra imponerlo en el PAN, o lo hará con Alonso Lujambio--, la de “contraste”, eufemismo del uso de todos los métodos de guerra sucia para montar campañas de mentiras contra los adversarios, como ocurrió efectivamente en 2006, evidentemente con el respaldo de los grupos mediáticos, en especial Televisa.
Para hacer este trabajo de cañería, que deja mucho dinero a sus artífices, está listo el español Antonio Solá Reche, que hasta se nacionalizó mexicano para no violar la Constitución, como impunemente lo hizo en 2006, y Juan Ignacio Zavala y Maximiliano Cortázar, sus ayudantes.
Cordero, entonces, apenas se encuentra en la etapa de “posicionamiento”, primero entre los panistas para que no se le complique la imposición en curso, y luego, si es que se logra este propósito --que tampoco es seguro--, entre los mexicanos.
En este empeño se inscribe que el secretario de Hacienda se presente como imbécil intencional y la lógica de esa estrategia es sencilla: A falta de una trayectoria con logros que genere conocimiento entre la sociedad, sólo con estupideces se obtiene la popularidad necesaria para la conquista del poder.
Calderón, hay que reconocerlo, no llegó en su campaña al extremo de los dislates de Cordero, como sí lo hizo Fox como candidato y luego como presidente de la República, algo que --como ahora-- su propio vocero, Rubén Aguilar, reconoció como deliberado.
Aunque Calderón no ha impuesto aún a Cordero como candidato del PAN, como lo perfilan las evidencias en las semanas recientes, sí ha estado generando un contexto de polarización como en el 2006, como Fox desde el gobierno, para hacer plebiscitaria la elección presidencial de 2012: Apostar por el futuro o volver al pasado.
Así como Fox pedía a los mexicanos “no cambiar de jinete a mitad del río”, Calderón exhorta a valorar lo ganado y no volver a un “régimen autocrático”, como lo definió en la Universidad de Stanford apenas ayer domingo.
Y mientras llega la etapa de contrastes en la campaña --la guerra sucia--, el gobierno federal, como en el 2006, prepara el terreno no sólo con discurso, sino con abundantes recursos: Si Fox usó un promedio de 3 mil millones de pesos anuales y 18 mil millones de pesos en su sexenio, Calderón había gastado hasta, en cuatro años, casi 17 mil millones de pesos, 6 mil 479 millones sólo en 2010, 300% más que lo autorizado por el Congreso.
De manera que, a prácticamente un año de la elección presidencial, está claro que Calderón, como en el 2006, hará lo que sea –como Fox-- para no entregar el poder a otro partido que no sea el PAN.
Sólo que, como decía Carlos Marx, cuando la historia se repite es una vez como tragedia y otra como farsa.
En esas estamos…
Apuntes
El problema de Calderón es que Cordero ha pasado de lo ridículo y de lo grotesco a lo sucio: Este domingo recibió la adhesión de Juan Manuel Oliva, gobernador de Guanajuato, estado emblema del panismo, pero también de la corrupción y, claro, uno de los estados que controla El Yunque. La fotografía es un poema: El candidato oficial se inclina para escuchar lo que le dice al oído Elías Villegas, uno de los jerarcas de esa organización secreta en esa entidad. Que Corderito… Precisamente en ese estado, aunque desde su cabañita, Fox le propinó descontones a Calderón, a quien llamó en su cara “mi pre-si-den-te”: Primero lo censuró por dar “línea” al PAN para respaldar a Cordero y luego por ser un sirviente al que Estados Unidos le da “una propina” a través de la Iniciativa Mérida... Y lo que viene…
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