Luis Linares Zapata
Se ha dicho y repetido que las próximas elecciones en el estado de México son y serán un laboratorio para las de 2012. Y en muchos sentidos la afirmación es atinada. No porque se enfrentará, desde la izquierda, a una figura harto conocida: la de Peña Nieto, el adelantado del priísmo en quien recaen todas las conveniencias y resguardos de la elite empresarial de gran talla, sino porque en el mero fondo de la batalla estalló la disputa por la prevalencia del modelo de gobierno en boga o su cambio radical. Un episodio ciertamente crucial y que se está escenificando en el estado más poblado del país.
El modelo bajo cuestión implica dos realidades distintas pero entrelazadas de manera estructural. Una apunta hacia la injusticia para distribuir riqueza y las oportunidades. La otra revela el acendrado talante antidemocrático de la cultura imperante. Ambas vertientes están en juego en esta contienda, pues el priísmo trata de darles continuidad y, la izquierda, porque pretende finiquitar tan dañina orientación y práctica. El Edomex es, quizá, la entidad donde la inequidad distributiva cobra más relevancia. Los contrastes entre los pocos que todo lo tienen hasta de sobra y las mayorías carentes de lo indispensable abruman a cualquiera y a simple vista. Para empezar el recuento de los agravios, 7 millones de pobres y marginados lo ejemplifican sin tapujos que se atrevan a disfrazar la realidad. Las clases medias mexiquenses (40 por ciento) depauperadas sin contemplaciones, se sitúan entre los tres y seis salarios mínimos y sólo 4 por ciento ingresa más de 10 de los mismos minisalarios.
El distintivo antidemocrático del sistema, acampado a escala nacional pero que, en el Edomex, se agudiza de manera notable es el anverso de la moneda. Su llamada clase política, bien atrincherada en los cargos públicos desde hace por lo menos setenta años, no duda en emplear las peores artimañas –incluyendo francas ilegalidades– para perpetuarse en el poder. Las imbricaciones entre políticos, empresarios, traficantes de influencias, contratistas, asesores y negociantes de variada laya y escrúpulos, alcanza tal consistencia que se emparenta, con abierto cinismo, con los grupos mafiosos que, en tropel, rondan esta República.
La inequidad en la actual contienda puede observarse al contabilizar y analizar el despliegue propagandístico de uno y los otros candidatos. El priísta hace mal uso de un apabullante, cuasi monopólico, empleo de bardas, espectaculares a todo color, acarreos y demás utensilios propagandísticos. Los infomerciales de radio y televisión se incluyen por separado porque acaparan el espectro radiotelevisivo. A ello se agrega la avalancha de apoyos y halagos a todo color de seudocríticos, analistas orgánicos y encuestólogos cargando en su favor. Pero lo más indicativo, por su trascendencia en la vida democrática, quizá sea la captura, por parte del PRI o del gobernador, de los organismos que debían velar por la limpieza y equidad en la contienda: el IEEM y el tribunal respectivo. Las pruebas de su parcialidad se han ido apilando una a otra hasta contaminar a sus similares a escala federal. Al uso de los programas sociales, los obsequios en bienes y efectivo se aúnan las presiones y hasta amenazas de autoridad. Hechos bien conocidos y hasta plasmados en el video exhibido ante los tribunales pero que, en desgraciada sesión, fue desechado por no precisar lugar, fecha y alcances o algo parecido pero igual de insensato. Bien puede decirse que toda la estructura del gobierno fue transformada en un aparato de campaña para asegurar, a toda costa, la prolongación del estado de cosas imperante.
No faltan, además, los articulistas y columneros centrales que espulgan la propensión de la mayoría mexiquense por sumarse, a pesar de todo y con malsana compulsión, por la continuidad priísta. Para los mexiquenses vale más el mal conocido, sostienen. Dan por descontado los defectos implícitos del abanderado y sus mentores del sistema local y desechan, por peligrosa, mal orientada y peor planteada, la oferta de la izquierda y a su candidato, sin importar gran cosa que este sea, aceptan a regañadientes, mejor opción.
Aunque las encuestas, algunas de ellas publicadas diariamente, muestran, según sus conclusiones, un claro e indiscutible ganador, la pelea no ha concluido. Las posibilidades a la izquierda van emergiendo en medio del barullo, dado que el PAN y su adalid resultaron, como se esperaba, un acto opcional fallido. La fuerza popular del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es respaldo suficiente de Encinas para dar digna batalla. Y en eso están comprometidas todas sus bases de apoyo. La pretensión es no sólo triunfar, sino trabajar por el cambio futuro de un sistema asfixiante, causal del enorme descontento nacional. Lograr una votación para la izquierda cercana al 30 por ciento del total será una verdadera hazaña, dadas las circunstancias arriba descritas. El segundo enfrentamiento será el definitivo.
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