El Despertar
Redefinir (por enésima vez) a la izquierda
José Agustín Ortiz Pinchetti
Mi participación en un programa de televisión dirigido por Porfirio Muñoz Ledo, al que asistieron Rosa Albina Garavito (con interesante texto) y Luis Javier Garrido, me provocó ciertas cavilaciones: la izquierda mexicana es la única fuerza que está en favor de la modernización; la derecha es reaccionaria. No sólo no quiere cambiar, quiere volver al pasado. En México nadie se reconoce a sí mismo como de derecha.
Ajuste. Después de la caída del bloque soviético, las izquierdas aquí y en todo el mundo han cambiado paradigmas y modelos y han aceptado, entre otras cosas: 1) la economía de mercado, siempre y cuando el Estado ejerza la rectoría; 2) la democracia representativa y la pluralidad de partidos, y 3) ha renunciado a la confrontación con Estados Unidos e incluso al lenguaje antimperialista.
La nueva izquierda en México ha vuelto más realistas sus objetivos y se propone: 1) que el sufragio sea efectivo; 2) que los derechos políticos y la participación ciudadana se amplíen; 3) que la información sea veraz y que no esté controlada por el Estado ni por los poderes fácticos; 4) que la riqueza y las oportunidades se redistribuyan mediante un estado de bienestar generado por una reforma fiscal progresiva; 5) que los monopolios se controlen para asegurar la competencia; 6) que reverdezca el nacionalismo como defensa inteligente de los intereses y la cultura nacional y que se establezca un nuevo tipo de relaciones respetuosas con Estados Unidos, y 7) que se persiga la corrupción y se obligue a los poderosos públicos y privados a rendir cuentas. En las democracias industriales todos estos propósitos se han alanzado ya. Este programa es muy parecido al de la revolución, que no por haber sido postergado o traicionado es inoperante. Tiene su raíz en la historia de México.
La oportunidad de la izquierda es inmensa. El proyecto reaccionario llamado neoliberal ha llevado a México a una involución. Los efectos desastrosos de la apertura indiscriminada y la privatización han postrado a la nación. La corrupción ha adquirido en los pasados 25 años una expansión maligna. Una propuesta izquierdista moderada puede atraer a las masas y ganar el poder mediante elecciones libres y auténticas en 2012. Pero eso sería imposible sin una gran organización popular que promueva y defienda el voto. La izquierda ha aprendido a aceptar las elecciones libres y justas como forma de decidir quién ejerce el poder; la derecha no.
joseaorpin@hotmail.com
Ajuste. Después de la caída del bloque soviético, las izquierdas aquí y en todo el mundo han cambiado paradigmas y modelos y han aceptado, entre otras cosas: 1) la economía de mercado, siempre y cuando el Estado ejerza la rectoría; 2) la democracia representativa y la pluralidad de partidos, y 3) ha renunciado a la confrontación con Estados Unidos e incluso al lenguaje antimperialista.
La nueva izquierda en México ha vuelto más realistas sus objetivos y se propone: 1) que el sufragio sea efectivo; 2) que los derechos políticos y la participación ciudadana se amplíen; 3) que la información sea veraz y que no esté controlada por el Estado ni por los poderes fácticos; 4) que la riqueza y las oportunidades se redistribuyan mediante un estado de bienestar generado por una reforma fiscal progresiva; 5) que los monopolios se controlen para asegurar la competencia; 6) que reverdezca el nacionalismo como defensa inteligente de los intereses y la cultura nacional y que se establezca un nuevo tipo de relaciones respetuosas con Estados Unidos, y 7) que se persiga la corrupción y se obligue a los poderosos públicos y privados a rendir cuentas. En las democracias industriales todos estos propósitos se han alanzado ya. Este programa es muy parecido al de la revolución, que no por haber sido postergado o traicionado es inoperante. Tiene su raíz en la historia de México.
La oportunidad de la izquierda es inmensa. El proyecto reaccionario llamado neoliberal ha llevado a México a una involución. Los efectos desastrosos de la apertura indiscriminada y la privatización han postrado a la nación. La corrupción ha adquirido en los pasados 25 años una expansión maligna. Una propuesta izquierdista moderada puede atraer a las masas y ganar el poder mediante elecciones libres y auténticas en 2012. Pero eso sería imposible sin una gran organización popular que promueva y defienda el voto. La izquierda ha aprendido a aceptar las elecciones libres y justas como forma de decidir quién ejerce el poder; la derecha no.
joseaorpin@hotmail.com
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