Sara lovera lópez
México, D.F., 9 de abril (apro-cimac).- ¡Por fin! Emilio Gamboa habló directo y se quitó la careta. El coordinador de las y los diputados priistas aseguró que ese viejo partido político está “ayudando” a Felipe Calderón porque si no lo hacen, “el país estaría al borde del colapso”.
Gamboa no tiene escrúpulos, la “ayuda" a Calderón la calificó como un “trabajo serio y profesional” que permitirá al PRI “recuperar el poder”. Luego le dijo a la reportera que lo entrevistó que la agenda priista está en todos los frentes, con cambios, no con reformas estructurales, del aborto al campo, de la reforma fiscal a la electoral, de la modernización de Pemex a la ecología.
Gamboa, relacionado con el “gober precioso”, con el crimen organizado, de funesta biografía, señalado como uno de los responsables de la aprobación de la llamada “ley Televisa”, ahora resulta el salvador del presidente impuesto y de toda la nación. Sin ambages dice con seguridad que los panistas “necesitan” del PRI.
Da escalofrío tanta seguridad. Lo peor es que con la reforma a la Ley del ISSSTE y el marco para la Reforma del Estado, los priistas con Gamboa, Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones están mostrando un poderío que aterra.
Los priistas son responsables del desastre y de la corrupción --el régimen salinista abrió las heridas profundas en México--, de la “guerra sucia”, la represión selectiva, el uso de la fuerza policíaca y militar sin miramientos, como en la Oaxaca de la APPO y la persecución a indígenas de Chiapas. Y Gamboa es cínico. Dice que su trabajo, “sin duda” traerá al PRI mucho más votos en la contienda intermedia de 2009, porque “la gente se da cuenta que es el partido (el PRI) el que sabe gobernar.
Las declaraciones de Gamboa dan escalofríos. Aparecen al lado del anuncio de una alianza entre el PRI y el PRD para la reforma electoral.
A Calderón lo saben débil, incapaz, sujeto a los intereses que marcó el viejo régimen, el de ellos. Y ahora lo “ayuda” y bien.
Nada de esto es inocente. Los inocentes son los de la “izquierda moderna”, que a estas alturas no se han dado cuenta o sí se han dado cuenta de lo que está sucediendo.
El PRI trabaja, además, en los sótanos de la vida cotidiana para ampliar el rechazo de la población a las fuerzas políticas de la izquierda popular. Por ello no creo en el apoyo priista a la despenalización del aborto, cuyo debate ha creado un escenario cada día más peligroso y de dudosas perspectivas.
Los priistas saben, por otra parte, que amplios sectores de la población --hasta ahora dispersos, desorganizados y, a veces enfrentados-- no les creen desde hace mucho tiempo. Es probable que no tengan una estrategia conveniente para frenar el descontento, que cunde en numerosos grupos sociales.
Hasta ahora el PRI se ha reservado su opinión sobre el desatino calderonista en el caso de Ernestina Ascencio, la indígena asesinada y violada en Soledad Atzompa, Veracruz; mantiene contra todo el pueblo a Ulises Ruiz en Oaxaca; se hace de la vista gorda por la represión de las y los jóvenes, y hasta de algunas religiosas en Yucatán; no pude controlar la indignación de las familias de Pasta de Conchos donde se pretende ahora mismo cerrar el capítulo del rescate de los cuerpos de 65 mineros atrapados.
Para la izquierda, de todos los signos, el reto es mayúsculo. Tiene la urgencia de superar la visión de corto plazo --14 elecciones locales en puerta-- hacia una de alcances mayores. Sólo así tendrá futuro. Debe saber que ese futuro es largo y doloroso.
Si no logra dar el salto, la izquierda popular, aunque no se reconozca izquierda, rebasará a partidos y dirigentes.
La gente sabe, como dice Gamboa, y sabe bien. Sabe de la opresión, de la explotación, de la marginación que es objeto. Sabe y bien del despojo de sus tierras, sus bienes materiales y espirituales; sabe lo que significa la miseria, el abandono y la injusticia.
Las mujeres saben y saben bien de la violencia contra ellas; de la discriminación. La gente sabe que significa la impunidad; pero además y sobre todo, la gente vive la desigualdad ofensiva y los efectos de ésta en la vida cotidiana. Yo creo que la izquierda debía saber que es la hora de iniciar, de comenzar seriamente la construcción del poder popular, capaz de construir desde abajo, lo que hoy se pretende construir desde arriba.
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