Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
05 de febrero de 2007
Modelo para desarmar
Y hay que hacerlo cuanto antes. Porque de verdad ya no da para más. El modelo económico neoliberal a ultranza de este país tiene que ser desmontado. De no hacerlo, el riesgo es enorme. Estamos sentados en un barril de pólvora y algunos todavía no lo quieren reconocer. Sin embargo, el riesgo de estallidos sociales en buena parte del territorio nacional ahí está a la vista. Apenas el 15 de enero dijimos aquí que el problema es el modelo y que "lo que nadie quiere escuchar allá arriba es que estamos ante los primeros e inequívocos avisos de una espiral inflacionaria que podría derivar en una profunda crisis económica y social".
Las marchas y concentraciones de decenas de miles de mexicanos en 10 estados y el Distrito Federal son apenas el principio de lo que se anuncia como una larga batalla que se dará en la calle, en el Congreso y en los partidos para obligar al gobierno de Felipe Calderón a, por lo menos, reorientar el capitalismo salvaje versión tlahuica por un modelo más inteligente, más humano y más mexicano.
En la "Declaración del zócalo", suscrita fundamentalmente por organizaciones sindicales y campesinas, se demandan cambios en la política social para pasar de la caridad pública al reconocimiento pleno de los derechos ciudadanos; se convoca también a todas las organizaciones del país a la construcción de una amplia unidad social para trabajar en diversos propósitos urgentes: priorizar el campo; revertir la destrucción de pequeños y medianos productores; negociar el capítulo agropecuario del TLC; crear un programa emergente de aumento a la producción; frenar la escalada de precios; castigar a los acaparadores; establecer un aumento salarial de emergencia; impulsar la generación inmediata de empleos formales y detener la represión a los movimientos sociales. Más tarde, Andrés Manuel López Obrador se pronunció por objetivos similares, a los que añadió la aprobación en el Congreso de la ley sobre precios competitivos que, dijo, beneficiaría a los consumidores mexicanos con ahorros de más de 10%.
En suma, una combinación de medidas emergentes con una convocatoria a la construcción de un "nuevo pacto social" para asegurar alimentación y empleo, y descartar la exclusión y la represión.
Lo notable es que esa primera gran protesta se ha mantenido en los cauces de manifestaciones civilizadas y hasta respetuosas. Son gritonas y combativas porque está en su misma naturaleza, pero nadie podía decir que han exhortado a la violencia. Hay, sin embargo, otras organizaciones sociales muy radicalizadas que no responden a control alguno y que están a un paso del hartazgo.
Por ello, es fundamental la respuesta del gobierno de Felipe Calderón a esta primera y ya tan pronta llamada al inicio de su gestión. Si en Los Pinos interpretan estas movilizaciones como una amenaza político-partidista a la que no deben ceder, este país puede irse preparando a sobrevivir años de tensión extrema que nadie de buena fe puede desear. Pero todavía más, un desgarramiento aún más profundo entre los que cada vez menos que tienen más y los cada vez más que tienen menos. Por ende, un retraimiento económico tal vez irreparable de cara al futuro. Los precios del petróleo y el estancamiento en la economía del otro lado de la frontera norte no nos van a ayudar en lo absoluto.
En cambio, si Calderón y su equipo leen el miércoles 31 de enero como una advertencia seria y realista, y como una legítima y oportuna demanda ciudadana, puede haber signos alentadores. Es más, podría significar el acto de legitimación que tanto han estado buscando. Por eso no basta que Calderón se muestre sensible a los planteamientos y demandas de diálogo que se le han hecho a él y su gobierno. No puede ni debe dejar en una instrucción a tres de sus secretarios de Estado para que atiendan a los quejosos. Debe ser él personalmente quien responda a esta convocatoria. Recordar que jamás en sus seis años de pesadilla Fox invitó a la oposición a Los Pinos. Calderón no puede caer en el error de reunirse con los opositores en España y menospreciarlos aquí.
Hay que atender la emergencia, sí. Pero empezar a plantearse de una vez por todas la revisión de este viejo modelo neoliberal que a nadie conviene y que sigue generando tantos pobres. Luego, ¿quién va a comprar?
ddn_rocha@hotmail.com
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