Felipe Calderón equipara a Mouriño con el Cid Campeador
‘‘Fue arquitecto del triunfo del PAN en 2006’’; lo tacha de ‘‘invencible’’
‘‘Ejerció el poder con todas sus consecuencias, con todas sus amenazas
Honrar su memoria, consigna surgida del homenaje panista al extinto titular de Gobernación
Mouriño, colocado en el pedestal de los padres fundadores de Acción Nacional
‘‘Fue arquitecto del triunfo del PAN en 2006’’; lo tacha de ‘‘invencible’’
‘‘Ejerció el poder con todas sus consecuencias, con todas sus amenazas
Honrar su memoria, consigna surgida del homenaje panista al extinto titular de Gobernación
Mouriño, colocado en el pedestal de los padres fundadores de Acción Nacional
Música de Vivaldi y lágrimas en el acto luctuoso
El ex presidente Vicente Fox, ausente
Rosa Elvira Vargas
El PAN se quedó con todos los adjetivos y ya no dejó alguno para describir con alguna precisión la retórica del homenaje post mortem que organizó a Juan Camilo Mouriño.
Inenarrable, la escena. Porque, ¿cómo acercarse con la pluma a la dimensión de alguien que en palabras del presidente Felipe Calderón Hinojosa tuvo “’un rol heroico, vital para la transformación del país” y que, “como el Cid Campeador, seguirá ganando batallas después de muerto?” Está difícil.
¿Cuántos calificativos caben en un discurso de 42 minutos, tiempo dedicado por el jefe del Ejecutivo a ensalzar las virtudes de su amigo? ¿Cuántos en la carta escrita y leída por Germán Martínez, con voz desbordada y siempre al borde del llanto? ¿Y cuántos a cargo de la campechana protegida política del funcionario, Nelly Márquez Zapata? Todos.
Adiós al arquitecto del triunfo electoral en 2006
Claro que los panistas están afectados. Cómo no estarlo si, según todos ellos, Iván fue el arquitecto, el estratega del triunfo de su partido en las elecciones presidenciales de 2006.
¡En qué orfandad los deja si tenía tal poder de decisión que se encargaba del nombramiento hasta de los subdelegados de las dependencias federales en toda la República!
¿Alguien que no esté hoy en algún puesto relevante en la administración pública federal puede desmentir el peso decisivo que tenía la oficina de Mouriño a través de sus personeros, campechanos eso sí, para operar como interventores cuando se ordenaba la salida de un responsable –también panista– de alguna delegación y designar a su relevo?
De ahí que, en el aire de santificación del que lo han investido, Juan Camilo Mouriño aparece con tantos atributos y virtudes que ya lo colocaron en el mismo pedestal de los padres fundadores del PAN. Prendas asumidas de inmediato como símbolo y compromiso electoral del blanquiazul para 2009, pero eso sí, con la consigna de “honrar su memoria”.
Y también de lealtad hacia la patria, por supuesto, porque ese “gran hombre, gran amigo y gran hermano” que fue del presidente Felipe Calderón Hinojosa merece, no sólo ser recordado, dijo aquél, por la “luz que irradiaba, su alegría, carisma, jovialidad, inteligencia y valor”, sino también un líder de los que requiere el país, porque “construyen la esperanza y son capaces, precisamente, de hacer que esa esperanza se realice”.
Mouriño, dijo Calderón Hinojosa, también era un ser humano “cálido, alegre, que siempre proveía ánimo, comentarios serenos (...) infinitamente generoso, que sabía integrar equipos, leal entre los leales, amigo entre los amigos”.
El anticlimax vino, hay que decirlo, del propio Germán Martínez Cázares, cuando en su carta a Mouriño ofreció también honrar su memoria, sin pactar con el narco, sin negociar con delincuentes. Esa expresión, comentaron algunos, sólo sirve para alimentar especulaciones sobre las causas de la caída del Learjet 45.
El acto para el homenaje en la sede nacional panista fue cuidado hasta el último detalle.
Desde los gafetes de identificación con la fotografía de Juan Camilo, y un color en la parte inferior que ubicaba la procedencia y lugar que ocuparían los invitados, hasta la música de Vivaldi, que triste se oía en todo el hermético edificio.
También, y como suelen hacerlo a propósito de casi todo, por ahí se repartían pulseritas de tela que llevaban los colores del Partido Acción Nacional, los de la bandera mexicana y una leyenda: “Juan Camilo... gracias”.
Había flores debajo del gran retrato del secretario de Gobernación y del otro panista muerto en el percance, Arcadio Echeverría. Porque sólo ellos eran los de casa, únicamente a ellos se referían los discursos. Y de los demás, ni una mención.
Y luego, ya en la ceremonia, el llanto irrefrenable de Manuel Carlos Mouriño, su padre. Las lágrimas más contenidas de Mari Geli, su viuda, ambos en el presídium que ocuparon con el matrimonio Calderón y con los gobernadores y los coordinadores parlamentarios del PAN.
Ausencias y presencias
En el sillerío, como invitados especiales, los hermanos de Juan Camilo, los deudos de Echeverría Lanz y muchos integrantes de las familias panistas de prosapia, como las del propio Calderón Hinojosa y de Margarita Zavala. Asimismo, algunos integrantes del gabinete ,
Consignado queda: siempre no vino el ex presidente Vicente Fox Quesada, como había anunciado desde la víspera. Y, en un lugar de privilegio, Antonio Solá, el famoso publicista español de la campaña presidencial panista de 2006.
El ex presidente Vicente Fox, ausente
Rosa Elvira Vargas
El PAN se quedó con todos los adjetivos y ya no dejó alguno para describir con alguna precisión la retórica del homenaje post mortem que organizó a Juan Camilo Mouriño.
Inenarrable, la escena. Porque, ¿cómo acercarse con la pluma a la dimensión de alguien que en palabras del presidente Felipe Calderón Hinojosa tuvo “’un rol heroico, vital para la transformación del país” y que, “como el Cid Campeador, seguirá ganando batallas después de muerto?” Está difícil.
¿Cuántos calificativos caben en un discurso de 42 minutos, tiempo dedicado por el jefe del Ejecutivo a ensalzar las virtudes de su amigo? ¿Cuántos en la carta escrita y leída por Germán Martínez, con voz desbordada y siempre al borde del llanto? ¿Y cuántos a cargo de la campechana protegida política del funcionario, Nelly Márquez Zapata? Todos.
Adiós al arquitecto del triunfo electoral en 2006
Claro que los panistas están afectados. Cómo no estarlo si, según todos ellos, Iván fue el arquitecto, el estratega del triunfo de su partido en las elecciones presidenciales de 2006.
¡En qué orfandad los deja si tenía tal poder de decisión que se encargaba del nombramiento hasta de los subdelegados de las dependencias federales en toda la República!
¿Alguien que no esté hoy en algún puesto relevante en la administración pública federal puede desmentir el peso decisivo que tenía la oficina de Mouriño a través de sus personeros, campechanos eso sí, para operar como interventores cuando se ordenaba la salida de un responsable –también panista– de alguna delegación y designar a su relevo?
De ahí que, en el aire de santificación del que lo han investido, Juan Camilo Mouriño aparece con tantos atributos y virtudes que ya lo colocaron en el mismo pedestal de los padres fundadores del PAN. Prendas asumidas de inmediato como símbolo y compromiso electoral del blanquiazul para 2009, pero eso sí, con la consigna de “honrar su memoria”.
Y también de lealtad hacia la patria, por supuesto, porque ese “gran hombre, gran amigo y gran hermano” que fue del presidente Felipe Calderón Hinojosa merece, no sólo ser recordado, dijo aquél, por la “luz que irradiaba, su alegría, carisma, jovialidad, inteligencia y valor”, sino también un líder de los que requiere el país, porque “construyen la esperanza y son capaces, precisamente, de hacer que esa esperanza se realice”.
Mouriño, dijo Calderón Hinojosa, también era un ser humano “cálido, alegre, que siempre proveía ánimo, comentarios serenos (...) infinitamente generoso, que sabía integrar equipos, leal entre los leales, amigo entre los amigos”.
El anticlimax vino, hay que decirlo, del propio Germán Martínez Cázares, cuando en su carta a Mouriño ofreció también honrar su memoria, sin pactar con el narco, sin negociar con delincuentes. Esa expresión, comentaron algunos, sólo sirve para alimentar especulaciones sobre las causas de la caída del Learjet 45.
El acto para el homenaje en la sede nacional panista fue cuidado hasta el último detalle.
Desde los gafetes de identificación con la fotografía de Juan Camilo, y un color en la parte inferior que ubicaba la procedencia y lugar que ocuparían los invitados, hasta la música de Vivaldi, que triste se oía en todo el hermético edificio.
También, y como suelen hacerlo a propósito de casi todo, por ahí se repartían pulseritas de tela que llevaban los colores del Partido Acción Nacional, los de la bandera mexicana y una leyenda: “Juan Camilo... gracias”.
Había flores debajo del gran retrato del secretario de Gobernación y del otro panista muerto en el percance, Arcadio Echeverría. Porque sólo ellos eran los de casa, únicamente a ellos se referían los discursos. Y de los demás, ni una mención.
Y luego, ya en la ceremonia, el llanto irrefrenable de Manuel Carlos Mouriño, su padre. Las lágrimas más contenidas de Mari Geli, su viuda, ambos en el presídium que ocuparon con el matrimonio Calderón y con los gobernadores y los coordinadores parlamentarios del PAN.
Ausencias y presencias
En el sillerío, como invitados especiales, los hermanos de Juan Camilo, los deudos de Echeverría Lanz y muchos integrantes de las familias panistas de prosapia, como las del propio Calderón Hinojosa y de Margarita Zavala. Asimismo, algunos integrantes del gabinete ,
Consignado queda: siempre no vino el ex presidente Vicente Fox Quesada, como había anunciado desde la víspera. Y, en un lugar de privilegio, Antonio Solá, el famoso publicista español de la campaña presidencial panista de 2006.
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