Tello, la desconfianza
josé gil olmos
Proceso
México, D.F., 28 de febrero (apro).- La confianza del lector es una de las bases con las que debe contar todo escritor o periodista. El caso de Carlos Tello llama la atención porque precisamente la confianza es lo que no tiene, luego de haber publicado dos libros: La rebelión de las cañadas y 2 de Julio.
En 1995, cuando publicó La rebelión de las cañadas, Tello utilizó como principal fuente a un delator del EZLN, Salvador Morales Garibay, uno de los fundadores del grupo armado que tuvo diferencias con la comandancia y huyó por un tiempo al norte del país.
Tello aseguró que su libro era producto de una investigación de campo; es decir, que había visitado las comunidades donde el EZLN nació y que recibió de los indígenas información directa del origen y los conflictos entre los zapatistas.
Pero los reporteros que cubrimos el conflicto en Chiapas sabemos que esto era falso porque de manera directa fuimos testigos de como Tello nunca pudo acceder a esas comunidades, ya que cada vez que intentaba hacerlo era rechazado. Incluso, los propios reporteros nos negamos a que nos acompañara en nuestras incursiones a determinadas zonas de conflicto.
La información de Tello provino de Morales Garibay quien, a fines de 1994, se puso en contacto con el Ejército, al que le proporcionó toda la información del EZLN: fundadores, mandos, lugares, fechas, relaciones, etc.
Esta fue la fuente de información de Tello y era necesario que el lector supiera esto. El autor estaba obligado a hacerlo, pero nunca lo hizo. Hubo reporteros, escritores, investigadores e intelectuales que lo defendieron, aduciendo que, mientras la información fuera cierta, la fuente no importaba.
Pero nunca cuestionaron una parte fundamental de la publicación; es decir, dejaron de lado que el autor mintió al decir que había corroborado los datos en las propias comunidades y que los indígenas le habían reafirmado las versiones.
En aquella ocasión fue evidente que Tello sirvió de instrumento del gobierno de Ernesto Zedillo para contraatacar al movimiento zapatista y a uno de los principales defensores de la causa indígena no armada: el obispo Samuel Ruiz.
Las consecuencias de la publicación de Tello fueron terribles para mucha gente inocente, para indígenas que no tuvieron ninguna oportunidad de defenderse en la opinión pública e, incluso, para los integrantes de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, entre ellos el propio Samuel Ruiz, quien sufrió atentados de muerte.
Doce años después, Tello vuelve a las andadas. En su afán de escribir la historia reciente y sin importarle la veracidad de los datos ni la confiabilidad de las fuentes, trató de reconstruir lo ocurrido en la elección presidencial del 2 de julio.
Como en La rebelión de las cañadas, Tello vuelve a ocultar sus fuentes y sólo reconoce que son de tercera mano y que son confiables. ¿Qué clase de historiador con intenciones periodísticas es Tello que se atreve a darle seriedad a una versión de trasmano?
Sin embargo, en esta ocasión, los personajes citados en 2 de Julio si tuvieron oportunidad de responderle al autor y, a contracorriente de la campaña que en Televisa y muchos otros medios había para ensalzar su trabajo, Tello recibió severas correcciones en un punto clave: la confesión de derrota de Andrés Manuel López Obrador la noche del 2 de julio y el inicio de su campaña de desprestigio a la victoria de Felipe Calderón.
La reconstrucción histórica que Tello intentó hacer fue desmentida públicamente por Federico Arreola, Héctor Aguilar Camín, José María Pérez Gay quienes, según Tello, habrían acudido a una cena en la que el equipo de López Obrador habría revelado la confesión del tabasqueño: “Perdí”.
Dicha cena nunca existió y el eje principal de la investigación de Tello – la confesión de López Obrador--, fue desmentida en su totalidad.
La confianza en Tello como autor de investigaciones históricas ha quedado en entredicho. Tampoco como periodista se le puede tomar en serio, pues cada vez que presente una investigación saldrá a relucir como ocultó sus fuentes de información en sus dos principales obras y también como fue desmentido por algunas de sus propias fuentes.
josé gil olmos
Proceso
México, D.F., 28 de febrero (apro).- La confianza del lector es una de las bases con las que debe contar todo escritor o periodista. El caso de Carlos Tello llama la atención porque precisamente la confianza es lo que no tiene, luego de haber publicado dos libros: La rebelión de las cañadas y 2 de Julio.
Si el lector detecta que el escritor o periodista le ha mentido al escribir sobre un hecho real o en un reportaje, inmediatamente queda invalidado y ninguna campaña publicitaria podrá borrar esta huella de desconfianza.
En el caso de Tello las dos obras citadas adolecen precisamente de la confianza, pues en la elaboración de las investigaciones respectivas, ha echado mano de fuentes carentes de credibilidad y de honradez.En 1995, cuando publicó La rebelión de las cañadas, Tello utilizó como principal fuente a un delator del EZLN, Salvador Morales Garibay, uno de los fundadores del grupo armado que tuvo diferencias con la comandancia y huyó por un tiempo al norte del país.
Tello aseguró que su libro era producto de una investigación de campo; es decir, que había visitado las comunidades donde el EZLN nació y que recibió de los indígenas información directa del origen y los conflictos entre los zapatistas.
Pero los reporteros que cubrimos el conflicto en Chiapas sabemos que esto era falso porque de manera directa fuimos testigos de como Tello nunca pudo acceder a esas comunidades, ya que cada vez que intentaba hacerlo era rechazado. Incluso, los propios reporteros nos negamos a que nos acompañara en nuestras incursiones a determinadas zonas de conflicto.
La información de Tello provino de Morales Garibay quien, a fines de 1994, se puso en contacto con el Ejército, al que le proporcionó toda la información del EZLN: fundadores, mandos, lugares, fechas, relaciones, etc.
Esta fue la fuente de información de Tello y era necesario que el lector supiera esto. El autor estaba obligado a hacerlo, pero nunca lo hizo. Hubo reporteros, escritores, investigadores e intelectuales que lo defendieron, aduciendo que, mientras la información fuera cierta, la fuente no importaba.
Pero nunca cuestionaron una parte fundamental de la publicación; es decir, dejaron de lado que el autor mintió al decir que había corroborado los datos en las propias comunidades y que los indígenas le habían reafirmado las versiones.
En aquella ocasión fue evidente que Tello sirvió de instrumento del gobierno de Ernesto Zedillo para contraatacar al movimiento zapatista y a uno de los principales defensores de la causa indígena no armada: el obispo Samuel Ruiz.
Las consecuencias de la publicación de Tello fueron terribles para mucha gente inocente, para indígenas que no tuvieron ninguna oportunidad de defenderse en la opinión pública e, incluso, para los integrantes de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, entre ellos el propio Samuel Ruiz, quien sufrió atentados de muerte.
Doce años después, Tello vuelve a las andadas. En su afán de escribir la historia reciente y sin importarle la veracidad de los datos ni la confiabilidad de las fuentes, trató de reconstruir lo ocurrido en la elección presidencial del 2 de julio.
Como en La rebelión de las cañadas, Tello vuelve a ocultar sus fuentes y sólo reconoce que son de tercera mano y que son confiables. ¿Qué clase de historiador con intenciones periodísticas es Tello que se atreve a darle seriedad a una versión de trasmano?
Sin embargo, en esta ocasión, los personajes citados en 2 de Julio si tuvieron oportunidad de responderle al autor y, a contracorriente de la campaña que en Televisa y muchos otros medios había para ensalzar su trabajo, Tello recibió severas correcciones en un punto clave: la confesión de derrota de Andrés Manuel López Obrador la noche del 2 de julio y el inicio de su campaña de desprestigio a la victoria de Felipe Calderón.
La reconstrucción histórica que Tello intentó hacer fue desmentida públicamente por Federico Arreola, Héctor Aguilar Camín, José María Pérez Gay quienes, según Tello, habrían acudido a una cena en la que el equipo de López Obrador habría revelado la confesión del tabasqueño: “Perdí”.
Dicha cena nunca existió y el eje principal de la investigación de Tello – la confesión de López Obrador--, fue desmentida en su totalidad.
La confianza en Tello como autor de investigaciones históricas ha quedado en entredicho. Tampoco como periodista se le puede tomar en serio, pues cada vez que presente una investigación saldrá a relucir como ocultó sus fuentes de información en sus dos principales obras y también como fue desmentido por algunas de sus propias fuentes.
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