30 mar 2007

Rafael Segovia

Un hombre solo

nota original


No sabremos nunca si le avisó el Estado Mayor o si posee un olfato político único, el caso es que la reunión del Zócalo fue un golpe inesperado. Nadie creía que la capacidad de convocatoria de López Obrador seguía entera. La derecha presidencial y la otra se regodeaban de antemano con el fracaso; para ellos la capacidad de convocatoria era cosa del pasado: Calderón estaba seguro y bien asegurado en la Presidencia, sólo quedaban por crear los instrumentos para asegurar hasta fin de siglo el mantenimiento del PAN en el gobierno. Así lo aseguraba Espino, con la seguridad de la derecha católica agresiva del Yunque. Y así lo creía también Fox, desde su museo y su descalabrada biblioteca, la de aquí, monumento elevado a su gloria y a la de la señora Marta.

Se había ya pensado, pues, en un partido que en nada recordara al antiguo PAN. Más duro, más conservador; incluso reaccionario, selectivo y clasista. Un partido no para ganar elecciones, sino para combatir a los incrédulos y para imponer los principios necesarios para durar con o contra el país. Después del domingo 25, no saben bien cómo, porque las dificultades siguen y las divisiones son más claras que nunca antes. Lo lógico ante la realidad política es no reclutar por reclutar. Nada de rebaños, "que terminan por ser crianza de cuervos" (no se puede saber qué quiso decir con eso). En cualquier caso: calidad ante todo; para afirmarlo, le dio como sin querer una patada a la "horda de la academia". Cuando se ven las fotografías de los líderes panistas se presentan las dudas sobre la calidad y la excelencia del partido deseado por el señor Presidente. Y su odio antiintelectual se disipa por un lado y se confirma por otro.

Por lo demás es un hombre amenazado por el narco. Debería haber aclarado esa amenaza, pues si bien es cierto que el narco está asesinando como le viene en gana, se advierte que los asesinatos de jefes de Estado han de hecho desaparecido por haber desaparecido el anarquismo. Los traficantes son quienes ahora se ceban contra la policía y las fuerzas de seguridad. La primera está dimitiendo en masa, al no ver la manera de protegerse ni de ser protegida. Desplegar el Ejército, deportar jefes de la mafia, no le garantiza la vida. Los ejércitos no están hechos para combatir delincuentes ni terroristas, sino para luchar contra otros ejércitos. Los ejemplos abundan. Los 150 mil hombres del ejército más poderoso del mundo, apoyados por el armamento más especializado, son dueños de un poderío que nadie puede enfrentar, excepto un grupo dispuesto a morir por conservar un interés preciso. En Argelia, el Frente de Liberación Nacional que no llegaba a 20 mil hombres obligó a retirarse a Francia que contaba con 125 mil. Los ejemplos se pueden multiplicar; siempre nos encontramos con los mismos resultados.

La operación gigantesca que hemos presenciado sólo tiene un valor político. Cuando el Presidente anuncia que está amenazado, el señor Gamboa Patrón, obsequioso y cortesano como de costumbre, pide que todos se agrupen en torno al jefe del Estado. El señor Gamboa Patrón ya no puede engañar a nadie. Como tampoco lo puede la señora Marván que con unas declaraciones intempestivas y disparatadas pide que todos los medios de comunicación, desde las televisiones, hasta los periódicos y revistas, pasando por sus propietarios, accionistas, colaboradores, empleados, etcétera, declaren no sólo sus propiedades sino sus intenciones, sus ideas políticas, sus deseos. Menos los amantes, todo debe ser puesto a su disposición. Las mismas inquisiciones podemos solicitar sus víctimas, los zarandeados por un IFAI que más que atento a la transparencia se dedica a la conservación de los secretos de Estado.

El Presidente tiene un nuevo problema en puerta. Es el del aborto, donde parece haber perdido el control de todo el proceso. ¿Qué quiere hacer? ¿Vetarlo? Antes que adquiera una posición irreversible debe saber que se le condenaría no a la animadversión de la gente sino a un ridículo más. Debe asomarse a las encuestas, aunque desconfíe de ellas tanto como el que más.

La mayoría de la población se pronuncia en primer lugar por la libertad de la mujer, por la libre disposición de un cuerpo, como el hombre dispone del suyo. Esta idea es tanto más aceptada cuanto mayor es el nivel de estudios de las personas. Sólo quienes no han pasado de la educación primaria escuchan las prédicas de algunos obispos integristas y del señor Serrano Limón, el de las tangas compradas con dinero del Estado. Alinearse con una derecha cerril, retrógrada, enemiga del cambio, es una opción que el Presiente puede tomar. No le servirá más que para alejarse aún más de una nación ya ausente de cualquier entendimiento con él. Más que nunca es un hombre aislado, parapetado tras la seguridad ofrecida por su guardia presidencial.

Las contradicciones del discurso presidencial son flagrantes. Buscar la formación de un nuevo partido consecuencia de una transformación radical del PAN para convertirse en una formación minoritaria y exclusiva, mientras se habla de diálogo, de pluralidad y de progreso no tiene congruencia. No es una respuesta política capaz de romper el cerco de soledad donde se ahoga. No serán sus coqueteos con los empresarios quienes le ayuden a gobernar. Quienes se manifestaron en el Zócalo tienen una connotación especial: pese a la campaña desatada en su contra, siguen fieles a su líder y a sus principios. El PAN debería llamar a los suyos a manifestarse. No iba a asistir ni Espino. Pensar en un país conservador, religioso hasta el tuétano, respetuoso de una riqueza que ayuda a crear para sólo unos cuantos, es jugar con fuego, cosa que no sabe cómo se hace.

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