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RUBÉN MARTÍN: LAS DOS POLÍTICAS
Pocos años contienen dentro de su tiempo tanta cantidad de acontecimientos y hechos relevantes como ocurre ahora con este año que termina. Una mera relación de lo sucedido en 2006 ofrece una muestra de la profundidad de sucesos que marcaron la vida de la nación.
2006 arrancó en San Cristóbal de las Casas con la salida de La Otra Campaña zapatista y la misma campaña electoral de los partidos profesionales. 2006 también fue el año en el los mexicanos hemos vivido la campaña electoral más sucia; una campaña en la que se combinaron las más modernas estrategias de marketing político provistas por asesores extranjeros, con las más arcaicas formas de presión y compra de voto suministradas por los viejos cuadros priistas, todo para hacer posible que el PAN siguiera en el poder. 2006 fue año de Atenco y la brutal venganza ejercida por el foxismo en contra de un pueblo organizado, cuya resistencia autónoma parecía una cachetada a la cara del poder. Este año fue el de la muerte de los mineros por negligencia patronal y por represión gubernamental, en Pasta de Conchos y en Lázaro Cárdenas.
2006 fue el año de la doble cara y de la hipocresía foxista, que perseguía justificadamente a un líder sindical corrupto como Napoleón Gómez mientras que solapaba a Elba Esther Gordillo y Víctor Flores.
2006 fue el año del Pacto de Chapultepec de Carlos Slim y de los Encuentros Nacionales Indígenas en Apulco y en Mezcala, los dos polos de una sociedad marcada cada vez más por la desigualdad.
2006 fue el año de la polarización de los ciudadanos que todavía creen en las elecciones como medio para mejorar sus vidas y del creciente y consistente abstencionismo de otra parte de la población que ya se desengañó de los comicios, de los candidatos y de los partidos como medio político para resolver sus problemas cotidianos.
2006 fue el tiempo de Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa; y también de Carlos Ahumada y Kamel Nacif con toda la cauda de políticos corruptos que beben coñac en su mano.
Este año que termina es el tiempo de los plantones en Reforma y de los irregulares resultados en 72 mil casillas en todo el país. Es el año de la descarada y cínica intervención de Vicente Fox en el proceso electoral y su desprecio por quienes se movilizaron protestando en contra del fraude llamándolos renegados. Pero 2006 es también el ingenio de un ciudadano agraviado por la alteración de su voto que en una cartulina le respondió a Fox: ¿Renegado?: Dícese del ciudadano pensante que es ingobernable por un presidente pendejo.
2006 es el año de la comuna de Oaxaca y sus tres mil barricadas sostenidas por más de cuatro meses por barrios urbanos y comunidades rurales. Pero 2006 es sobre todo el agotamiento de las formas políticas del México de arriba y el surgimiento de formas, medios y tiempos de hacer otro tipo de política.
Este años parece marcar una importante ruptura, quien sabe si definitiva, con las formas de hacer política que imponen los dueños del poder y del dinero y la exploración de vías nuevas que vienen desde los pueblos y comunidades de abajo. Los caracoles zapatistas, las barricadas oaxaqueñas, los foros indígenas y las miles de luchas pequeñas que ocurrieron a lo largo del país. Luchas como la de quienes defendieron el bosque de El Nixticuil en Zapopan y al de quienes lucharon contra la contaminación en El Salto y Miravalle. Luchas como las de los anarquistas de Sayula en contra de la explotación en las empacadoras que hay en el municipio.
Este año condensa por un lado una crisis del México político de arriba, con la emergencia de formas novedosas y distintas de hacer política por parte del México de abajo.
Si México va a cambiar para bien de la mayoría de la sociedad, será no por personajes como Felipe Calderón, Marcelo Ebrard, Mario Marín, Emilio Gamboa Patrón. No cambiará por los intereses de las dos televisoras, o de los grandes empresarios que se benefician de las inversiones que hacen a las campañas electorales. Cambiará por la decisión y acción de personas comunes que surgen de pronto en el momento justo para reclamar sus derechos, como la doctora Berta Elena Muñoz, la voz de la resistencia oaxaqueña.
ROBERTO CASTELÁN RUEDA: NAVIDEÑOS
Dos momentos de nostalgia después de la cena navideña.
En el primero, dos diputados panistas, coñac y puro en la mano se enfilan hacia la terraza de una de las casas recién construidas en un moderno condominio clasemediero tapatío.
Entre trago y trago y fumadas al estilo nuevo rico, conversaban con un dejo de frustración y amargura sobre su futuro y sobre el espléndido negocio que en vísperas de Navidad se les había caído.
Si todo mundo lo hace. Si todos sus compañeros de bancada estrenan casas y autos de lujo, por qué ellos no podrían hacerlo. Si hasta unos simples regidores de su partido viajaban y hacían negocios vendiendo permisos de cualquier cosa.
Recordaron con nostalgia y admiración a aquel ilustre diputado maquinitas, quien ponía a chambear hasta a su chofer cobrando el dinero de los cochecitos en las ferias. Ese sí que la supo hacer.
¿Qué falló? Los camioneros sólo tenían que darnos seis millones de pesos y asunto arreglado. Ya está. Tres y tres. Tu pagas tu casa yo pago la mía y en una de esas hasta nos queda una feria para llevar a las viejas a Las Vegas y a San Diego. Sí, a éstas, para que no estén dando lata. También en la casa hay que saber repartir.
Tan bien que iba todo. Y en una de esas hasta la nueva chamba en el ayuntamiento se viene abajo. Ahora todo es cuestión de convencer al presidente del partido. Que haga lo suyo, al cabo está acostumbrado a defender delincuentes.
Total, aunque ya pasaron las campañas, puede decir que los enemigos de la democracia quieren golpear al partido del de las manos limpias.
Si no, a calentar banca un rato. Que al cabo después se olvida todo. ¿Más coñac?
Segundo momento. Tres familias, separadas, diferentes pero unidas por la misma circunstancia.
En una, el dolor es amargo. La Navidad transcurre entre llantos. Los recuerdos se agolpan y a veces se piensa que el joven va a aparecer de un momento a otro, con alguno de sus amigos. Como siempre lo hacía en estas fechas. Alguien cree oír el motor del volsk wagen que se estaciona. Los padres reciben muestras de amor y fortaleza. Son fuertes, pero el dolor no cede.
En las otras familias, el papá parece estar molesto. Se reprende al hijo con toda la energía que el caso requiere. Se le conmina para que la próxima vez tenga más cuidado.
Si no fuiste al bote es gracias a tu padre que está bien parado en el gobierno. Imagínate qué hubiera pasado si al Jefe no se le hace en Gobernación. Den gracias a Dios que su padre es importante, que puede comprar prensa y ministerios públicos.
¿Ya te dieron las llaves del nuevo coche? Disfrutemos la cena. Por fortuna tendremos gobierno del cambio otros seis años.
Para poner la siguiente nota en contexto, hay que aclarar que por el recientemente aumento a la gasolina y el diesel recetado por Calderón/Cartens, el transporte público en Guadalajara -como agradecimiento a la ciudad más panista del país- acaba de aumentar a $4.50 esta semana, de costar $4 el pasaje.
GABRIEL TORRES ESPINOZA: AUMENTO INJUSTIFICADO
La diferencia es la calidad. El aumento al transporte público es un tema que afecta la economía de la clase trabajadora que no posee un automóvil y de quienes necesitan este servicio para acudir a recibir educación básica, media superior y superior. El aumento a quienes no son, obviamente, la ?madre Teresa de Calcuta?, repercute a la sociedad más castigada por los bajos salarios y pésimas condiciones de un servicio que dista mucho de ser eficiente, seguro y confortable. Si el aumento al transporte significara una mejora sustancial de estas condiciones, tal vez la resistencia fuese mucho menor. El problema es que estamos frente a un injustificado aumento de un abominable sistema de transporte público.
La apuesta al automóvil como principal medio de transporte en las grandes ciudades de México ha sido terrible, costosa y altamente ineficiente. El tráfico en Guadalajara, León y Monterrey, evidencia el descuido monumental de nuestros gobernantes para invertir en nuevas formas de transporte público como el Metro. En Guadalajara la crisis vial es descomunal. Tan sólo en los últimos dos años los tiempos promedio para el traslado en automóvil y autobús se han duplicado. Agreguemos que las soluciones de nuestros gobernantes apenas han consistido en alargar la distancia entre un semáforo y otro (paso a desnivel) y en demoler camellones para ensanchar avenidas.
Parece increíble que una ciudad como Guadalajara aún no cuente con un anillo periférico ¡completo! Más aún, la segunda ciudad más grande del país apenas cuenta con dos líneas de Tren Ligero y en los últimos doce años no se ha creado ninguna otra línea de tren o forma alternativa de transporte público que agilice la afluencia de personas por la ciudad, mejore la circulación al disminuir el uso del automóvil y atenúe las condiciones de contaminación ambiental. Simplemente el transporte público está olvidado de la agenda de las políticas públicas. Por el contrario, lo que sí aumentó es la indiferencia gubernamental sobre las vergonzosas condiciones del transporte público y la desproporción con el precio al usuario.
Para nadie es un secreto que el servicio de taxi en Guadalajara es uno de los más caros del país, que supera el precio de ciudades como el DF, Monterrey o León, Guanajuato. En contraparte, la calidad del servicio no es superior al de otras ciudades del país donde es más barato entre 30 a 50 por ciento. Buena parte de la solución a los problemas de contaminación, uso excesivo del automóvil, congestión vial, seguridad y comodidad en el transporte pasan por la inversión en nuevas formas de transporte público. El precio puede ser más elevado. Si fuese eficiente, puntual y confortable, seguramente a muchos les convendría en sustitución del automóvil y podría ser un negocio más rentable para transportistas y un servicio digno para los usuarios. Hoy somos tristemente célebres en la mala calidad del transporte público y bajo esas circunstancias simplemente no se justifica un aumento que alienta el maltrato al usuario y la inseguridad del peatón
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