Jorge Camil
¿Cómo ganar una campaña presidencial con más de 40 mil muertos a cuestas? Ese era el predicamento de Felipe Calderón de cara a 2012, hasta que sus asesores, quizá los mismos que diseñaron la campaña contra Andrés Manuel López Obrador en 2006, creyeron haber encontrado la solución. No fue difícil porque hoy, como advirtió Manuel Vicent en El País (http://bit.ly/jmVGf1), las elecciones se ganan con una sola frase. Olvídese de partidos, ideologías y principios morales.
Con sólo cuatro palabras, “el eje del mal”, George W. Bush ganó sus primeras elecciones y envió a 4 mil 500 jóvenes (http://icasualties.org/) a una muerte segura en Irak. Fueron la carne de cañón de su “guerra contra el terrorismo”, que con un costo superior a tres billones de dólares tiene a Estados Unidos y al mundo entero al borde del colapso económico. Por cuanto a nuestra propia guerra nadie tiene la menor idea de cómo ha sido financiada, ni de su costo en términos económicos, aunque en vidas humanas pudiese llegar a 70 mil en 2012.
En un artículo anterior, sobre la reunión de Chapultepec con la Caravana de la Paz, creí adivinar que Calderón había lanzado a prueba una frase con visos de tema de campaña (http://bit.ly/pFrOzn). En realidad fue más que eso. Fue el inicio de la purificación: “Los soldados no causan violencia por estar ahí; están ahí porque hay violencia” (el retruécano del huevo o la gallina). Aunque todos sabemos de sobra que los soldados llegaron primero, el inefable Alejandro Poiré decidió llover sobre mojado: “¡Todos pidieron la lucha anticrimen!” (¿“todos”, monsieur Poiré?). No obstante, Amnesty International considera que nos dirigimos a una “represión sistematizada”, como ocurrió en algunas dictaduras del cono sur (http://bit.ly/pwxnyg).
En 2006 la frase diseñada por Dick Morris no intentaba “vender” a Calderón como producto de moda. Pretendía solamente eliminar al candidato ganador en las encuestas. Así que tras una campaña para caracterizar a López Obrador como un Hugo Chávez mexicano, lo presentaron como “un peligro para México”. Ese fue sin duda uno de los factores importantes en la derrota perredista. ¿Los otros? No vale la pena mencionarlos; los sospechosos de siempre: Fox, Salinas, las televisoras, la Iglesia, y los pusilánimes electores mexicanos.
Hoy, seis años después, un Fox desilusionado pronostica el regreso del PRI, y un ex presidente del PAN, Germán Martínez Cázares, se pregunta si las alianzas con el PRD constituyen “un peligro para México”. En forma inesperada mostró a un “PAN enfermo” (Reforma, 11/07/11), por causas “que no se alojan en el PRI, o en las encuestas, ni en los medios de comunicación”. La causa “es interna y profunda”. Acusa como motivo de los últimos fracasos electorales una traición “al carácter libertario del PAN”. Se refirió a algunas “maneras” de ser panista y, emulando a Daniel Cosío Villegas, habló de distintos “estilos de gobernar”. Describió al partido como un enfermo “que ha perdido las ganas de comer”. No distinguió entre buenas y malas maneras de ser panista, ni dio ejemplos de los diferentes estilos de gobernar.
Pero no era necesario, porque el primero que viene a la mente es Vicente Fox, un panista heterodoxo que hoy pronostica la derrota del partido en 2012; un oportunista que utilizó el registro del PAN en 2000, y con ayuda de Rob Allyn, otro publicista gringo, fundó un partido paralelo (Amigos de Fox). Hizo campaña al margen del partido y recibió contribuciones ilegales; gobernó como quiso, o más bien como quiso su esposa, la señora Marta. Juntos iban de la mano ostentándose con frivolidad como “pareja presidencial”. Hoy Fox recorre Estados Unidos volviendo a promover el libro de Rob Allyn, que nadie lee, y concediendo entrevistas para especular sobre la derrota del PAN y el triunfo de Enrique Peña Nieto, “un miembro de la generación de jóvenes priístas que crecieron en un ambiente democrático”.
Volviendo a la crítica de Martínez Cázares, reconozco que nunca imaginé a Vicente Fox al lado de Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna o Carlos Castillo Peraza. Fox es harina de otro costal. Y para demostrarlo él mismo reconoce, comprobando lo poco que le importa la crítica de Acción Nacional, que muchos panistas piden “que ya se calle ese pinche Fox, que todo el día dice pendejadas…” (¿se imaginan eso en boca de Gómez Morín?).
Martínez Cázares da ejemplos de traiciones a la ideología “libertaria” del PAN, como la “traición” a la libertad sindical, y la reforma electoral en la que votaron “con el hígado” para dañar a las televisoras; dice que dejaron de apoyar a la iniciativa privada. Sin referirse a la “maestra”, asegura que en educación “privilegiaron la cúpula sindical y descuidaron a maestros y padres de familia”. Afirma que algunos panistas se convirtieron en “gestores de dinero y programas públicos”; formaron rebaños electorales que “reciben línea”.
El ex dirigente deplora que se hayan aliado con el PRD (“enemigos de la libertad”), con quienes hipotecaron la modernización del país y contribuyeron a promover “políticas públicas que son un peligro para México”.
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