La derrota
Luis Javier Garrido
Las elecciones locales de 2011 han constituido un revés contundente para Felipe Calderón en lo personal, que ha sido repudiado por el pueblo por su política antipopular y antinacional, pero lejos de asumir esta derrota el Presidente de facto está impulsando desde su búnker de Los Pinos una campaña más de desinformación, pretendiendo confundir a los mexicanos con vistas al 2012, con la lógica absurda de que las fuerzas derrotadas no han sido las de la ultraderecha en el poder sino las de la izquierda en la oposición.
1. El resultado de las elecciones locales en el estado de México, Nayarit y Coahuila del 3 de julio era previsible por el contexto de violencia criminal desatada por el gobierno, y sin embargo los analistas del oficialismo están haciéndose los sorprendidos por el fracaso del discurso mentiroso del gobierno panista sobre sus políticas al servicio de las trasnacionales y de Washington y de empobrecimiento de los mexicanos, sobre la supuesta guerra “contra el narco”, y sobre sus pretensiones de que el Congreso le apruebe las contrarreformas laboral, política, electoral y social a fin de poder cumplir con los grupos de interés que le financiaron el fraude de 2006, tesis que no han logrado engañar a los mexicanos.
2. Las elecciones del domingo pasado se presentaron desde un principio como una confrontación entre el PAN, que fue a ellas como un verdadero organismo de Estado, utilizando de manera ilegal todos los recursos federales para imponerse, y el PRI, que en los tres estados donde refrendó su dominación ha seguido actuando como un partido de Estado que controla desde los medios hasta la autoridad electoral, de tal suerte que los candidatos de izquierda estaban en absoluta desventaja: peor aún que en el México de los años 50.
3. Estas elecciones pusieron una vez más al descubierto la falacia de que México ha transitado a un régimen democrático. El PAN en el gobierno, lejos de actuar desde 2000 como una fuerza democrática, ha sido tanto o más autoritario, corrupto y antidemocrático que el PRI, y en lo electoral ha asumido como suyas las mismas prácticas y costumbres del priísmo: desde la utilización de los recursos públicos para comprar votos y la manipulación de los medios con sus campañas de miedo y desinformación hasta los mecanismos del fraude a la antigüita, acompañados del fraude cibernético.
4. La consecuencia de esto es que sí sufrieron un serio descalabro los sectores de la población que se han creído la tesis de “la transición”, incluyendo a dirigentes y candidatos “de izquierda” que piensan poder enfrentar las elecciones como si estuvieran en Suiza o en Finlandia, asumiendo que los procesos electorales son democráticos y las autoridades imparciales, ignorando que para vencer a esas dos maquinarias electorales fraudulentas es necesario otro tipo de campañas y de actitudes y que deben imponerse por un nocaut contundente. Y eso es lo más saludable de lo acontecido: las fuerzas populares han de entender cuál es la dimensión del desafío que viene, y que para vencer al PRI y al PAN en 2012 es necesaria una campaña como jamás se ha visto en la historia de México.
5. El país no pasó en los años recientes, como pretende la derecha, por “una transición democrática”, sino por una serie de acuerdos cupulares para hacer viable “la alternancia”. Tras los acuerdos Salinas-PAN de 1988-1989, que crearon las condiciones para ello, el acuerdo Clinton-Zedillo de 1995 para el rescate financiero de México obligó a este último a entregar el poder a los panistas. El PRI, en consecuencia, no peleó la Presidencia de la República en 2000 ni en 2006, como fue evidente, pero ahora lo está haciendo tras haber propiciado y permitido que los panistas gobernaran por dos sexenios, lo que llevó a México a un desastre sin parangón.
6. En el caso del estado de México, la coalición de intereses económicos y políticos que se identifican en el PRI afrontó por eso la coyuntura como un desafío histórico con vistas al 2012, y utilizó todo su poder y sus argucias para arrasar a sus adversarios. El gobierno calderonista cometió el error de vincular esta elección con el 2012 y establecer en su campaña mediática que un revés al gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto terminaría con sus aspiraciones presidenciales, y le salió el tiro por la culata. El PRI no perdió uno solo de los 45 distritos, y sólo en Neza y Ecatepec el candidato de izquierda Alejandro Encinas rebasó el 30 por ciento, quedando relegado el candidato de Los Pinos, Luis Felipe Bravo Mena, a un ridículo 12 por ciento. La maquinaria priísta actuó como nunca, con sus mejores cuadros de alquimistas del sureste y el respaldo de las empresas vinculadas al salinismo, de Cemex y Televisa hasta diversas multinacionales, por lo que el 62 por ciento del priísta Eruviel Ávila no debe sorprender, máxime que la única estrategia que le funcionó a Calderón fue la de la coptación de un sector de la oposición: los chuchos del PRD.
7. El llamado “regreso del PRI”, con el que Calderón busca asustar, no es tal, por supuesto. El PRI ha seguido estando ahí, controlando las cámaras federales y buena parte de las 32 entidades, pues el PAN tiene sólo seis gubernaturas (por tres del PRD y cuatro de diversas coaliciones), y lo que es más asumió tesis y programas del PRI y una ética similar, a lo que agregó su felonía histórica: el pretender desmantelar las instituciones de la nación y entregar el control del país a Washington, utilizando para ello su guerra criminal, justamente repudiada este domingo.
8. La izquierda lopezobradorista no sólo no fue derrotada en los comicios sino que obtuvo resultados que arrojan luces sobre lo acontecido y son una lección para el 2012. El 21 por ciento de Encinas es del movimiento social, ya que buena parte del aparato del PRD, como se denunció una y otra vez, trabajó a favor de Eruviel. No sólo los tránsfugas (René Arce y compañía) sino los chuchos, aliados de la derecha.
9. El único escenario que le queda al derrotado Calderón para imponer a un panista en 2012 en Los Pinos es más que nunca impedir que Andrés Manuel y Peña Nieto sean candidatos, de ahí la torpe campaña de los medios pretendiendo que el primero habría sido derrotado en los comicios. El diario madrileño El País, representante de los intereses del Grupo Prisa, decía por lo mismo en su edición del martes 5 que tras esa supuesta derrota de López Obrador “la izquierda mexicana” debería de manera pragmática postular a Ebrard para que éste “no asuste al poder económico” y pueda llegar a un acuerdo con Los Pinos, declinando obviamente su candidatura a favor del candidato panista, “para frenar el regreso del PRI”.
10. Los sectores más conscientes del pueblo mexicano han entendido, no obstante, la gravedad de la situación y la urgencia de impedir que la derecha siga desmantelando la nación, y por eso le dicen a Calderón, y le seguirán diciendo hasta el 2012, que: “¡Ya basta!”
1. El resultado de las elecciones locales en el estado de México, Nayarit y Coahuila del 3 de julio era previsible por el contexto de violencia criminal desatada por el gobierno, y sin embargo los analistas del oficialismo están haciéndose los sorprendidos por el fracaso del discurso mentiroso del gobierno panista sobre sus políticas al servicio de las trasnacionales y de Washington y de empobrecimiento de los mexicanos, sobre la supuesta guerra “contra el narco”, y sobre sus pretensiones de que el Congreso le apruebe las contrarreformas laboral, política, electoral y social a fin de poder cumplir con los grupos de interés que le financiaron el fraude de 2006, tesis que no han logrado engañar a los mexicanos.
2. Las elecciones del domingo pasado se presentaron desde un principio como una confrontación entre el PAN, que fue a ellas como un verdadero organismo de Estado, utilizando de manera ilegal todos los recursos federales para imponerse, y el PRI, que en los tres estados donde refrendó su dominación ha seguido actuando como un partido de Estado que controla desde los medios hasta la autoridad electoral, de tal suerte que los candidatos de izquierda estaban en absoluta desventaja: peor aún que en el México de los años 50.
3. Estas elecciones pusieron una vez más al descubierto la falacia de que México ha transitado a un régimen democrático. El PAN en el gobierno, lejos de actuar desde 2000 como una fuerza democrática, ha sido tanto o más autoritario, corrupto y antidemocrático que el PRI, y en lo electoral ha asumido como suyas las mismas prácticas y costumbres del priísmo: desde la utilización de los recursos públicos para comprar votos y la manipulación de los medios con sus campañas de miedo y desinformación hasta los mecanismos del fraude a la antigüita, acompañados del fraude cibernético.
4. La consecuencia de esto es que sí sufrieron un serio descalabro los sectores de la población que se han creído la tesis de “la transición”, incluyendo a dirigentes y candidatos “de izquierda” que piensan poder enfrentar las elecciones como si estuvieran en Suiza o en Finlandia, asumiendo que los procesos electorales son democráticos y las autoridades imparciales, ignorando que para vencer a esas dos maquinarias electorales fraudulentas es necesario otro tipo de campañas y de actitudes y que deben imponerse por un nocaut contundente. Y eso es lo más saludable de lo acontecido: las fuerzas populares han de entender cuál es la dimensión del desafío que viene, y que para vencer al PRI y al PAN en 2012 es necesaria una campaña como jamás se ha visto en la historia de México.
5. El país no pasó en los años recientes, como pretende la derecha, por “una transición democrática”, sino por una serie de acuerdos cupulares para hacer viable “la alternancia”. Tras los acuerdos Salinas-PAN de 1988-1989, que crearon las condiciones para ello, el acuerdo Clinton-Zedillo de 1995 para el rescate financiero de México obligó a este último a entregar el poder a los panistas. El PRI, en consecuencia, no peleó la Presidencia de la República en 2000 ni en 2006, como fue evidente, pero ahora lo está haciendo tras haber propiciado y permitido que los panistas gobernaran por dos sexenios, lo que llevó a México a un desastre sin parangón.
6. En el caso del estado de México, la coalición de intereses económicos y políticos que se identifican en el PRI afrontó por eso la coyuntura como un desafío histórico con vistas al 2012, y utilizó todo su poder y sus argucias para arrasar a sus adversarios. El gobierno calderonista cometió el error de vincular esta elección con el 2012 y establecer en su campaña mediática que un revés al gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto terminaría con sus aspiraciones presidenciales, y le salió el tiro por la culata. El PRI no perdió uno solo de los 45 distritos, y sólo en Neza y Ecatepec el candidato de izquierda Alejandro Encinas rebasó el 30 por ciento, quedando relegado el candidato de Los Pinos, Luis Felipe Bravo Mena, a un ridículo 12 por ciento. La maquinaria priísta actuó como nunca, con sus mejores cuadros de alquimistas del sureste y el respaldo de las empresas vinculadas al salinismo, de Cemex y Televisa hasta diversas multinacionales, por lo que el 62 por ciento del priísta Eruviel Ávila no debe sorprender, máxime que la única estrategia que le funcionó a Calderón fue la de la coptación de un sector de la oposición: los chuchos del PRD.
7. El llamado “regreso del PRI”, con el que Calderón busca asustar, no es tal, por supuesto. El PRI ha seguido estando ahí, controlando las cámaras federales y buena parte de las 32 entidades, pues el PAN tiene sólo seis gubernaturas (por tres del PRD y cuatro de diversas coaliciones), y lo que es más asumió tesis y programas del PRI y una ética similar, a lo que agregó su felonía histórica: el pretender desmantelar las instituciones de la nación y entregar el control del país a Washington, utilizando para ello su guerra criminal, justamente repudiada este domingo.
8. La izquierda lopezobradorista no sólo no fue derrotada en los comicios sino que obtuvo resultados que arrojan luces sobre lo acontecido y son una lección para el 2012. El 21 por ciento de Encinas es del movimiento social, ya que buena parte del aparato del PRD, como se denunció una y otra vez, trabajó a favor de Eruviel. No sólo los tránsfugas (René Arce y compañía) sino los chuchos, aliados de la derecha.
9. El único escenario que le queda al derrotado Calderón para imponer a un panista en 2012 en Los Pinos es más que nunca impedir que Andrés Manuel y Peña Nieto sean candidatos, de ahí la torpe campaña de los medios pretendiendo que el primero habría sido derrotado en los comicios. El diario madrileño El País, representante de los intereses del Grupo Prisa, decía por lo mismo en su edición del martes 5 que tras esa supuesta derrota de López Obrador “la izquierda mexicana” debería de manera pragmática postular a Ebrard para que éste “no asuste al poder económico” y pueda llegar a un acuerdo con Los Pinos, declinando obviamente su candidatura a favor del candidato panista, “para frenar el regreso del PRI”.
10. Los sectores más conscientes del pueblo mexicano han entendido, no obstante, la gravedad de la situación y la urgencia de impedir que la derecha siga desmantelando la nación, y por eso le dicen a Calderón, y le seguirán diciendo hasta el 2012, que: “¡Ya basta!”
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