Desfiladero
PAN y PRI se unen contra el Morena
Jaime Avilés
Al ver que de un padrón de 10 millones 557 mil 497 electores registrados por el IFE en el estado de México, 250 mil (a lo mucho) participaron en la consulta del domingo pasado sobre la alianza PAN-PRD, Calderón de la Parca retiró los vendajes que envolvían a Luis Felipe Bravo Mena, ilustre momia yunquista, para nombrarlo candidato a gobernador.
Al comprender que el PAN abandonaba así la contienda, para auxiliar por debajo del agua al PRI en la batalla mexiquense contra Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Marcelo Ebrard corrió a levantarle el brazo a Alejandro Encinas. Y el nuevo presidente del PRD, Jesús Zambrano, tuvo que tragarse todas las zarandajas que los Chuchos habían vociferado para justificar sus deseos de coaligarse con la ultraderecha panista.
Al percatarse de que ningún pirrurris de Atlacomulco podría contrarrestar la fuerza de Morena y de AMLO, que hará crecer como bola de nieve la candidatura de Encinas, Carlos Salinas de Gortari y Elba Esther Gordillo destaparon al más marrullero de los aspirantes priístas en la entidad: el dos veces presidente municipal de Ecatepec (2003-2006 y 2009-2011) Eruviel Ávila Villegas, protegido del obispo Onésimo Cepeda, el capellán de la mafia que se robó la Presidencia de la República sólo para destruir el país.
Ahora, las cosas vuelven a estar más claras que el tequila y el mezcal. El tiempo de Calderón se agota y priístas y panistas cierran filas de nuevo, para luchar codo a codo por cuatro objetivos comunes a corto plazo.
A saber, 1) aprobar la reforma laboral, del 18 al 30 de abril, al grito de ahora o nunca; 2) iniciar la entrega de contratos incentivados a empresas extranjeras, hoy que Pemex dice haber descubierto nuevas reservas por 5 millones de barriles en el Golfo; 3) impedir a toda costa el triunfo de Encinas en el estado de México, y 4) alcanzar un acuerdo, hacia octubre, para que el próximo paquete fiscal incluya el cobro de impuestos a medicinas y alimentos.
De cada 100 mexicanos, según encuestas confiables, apenas cinco saben de qué se trata la reforma laboral que hace un año propuso el secretario del Trabajo, Javier “Coopelas o cuello” Lozano, y que el PRI retocó para borrarle ciertos mecanismos de rendición de cuentas, que veían como una molestia los líderes sindicales de la CTM.
Libre de esas incomodidades, en caso de ser convertida en Ley Federal del Trabajo, la reforma permitirá la contratación de trabajadores por horas, trimestres o semestres, sin consecuencias para los empresarios; éstos podrán decirnos: te pusimos a prueba, pero no nos sirves, regresa a la calle, no tengo por qué darte indemnización. Esto, por tanto, impedirá que los jóvenes acumulen antigüedad y gocen de una pensión cuando se jubilen, y cuando ustedes, por ejemplo, demanden a su patrón para inconformarse por un despido, y se vayan a un juicio que se prolongue, digamos, seis u ocho años, al término del proceso su jefe sólo se verá obligado a pagarles un año de salarios caídos.
Nada de esto se está ventilando en la televisión, los programas de radio, la prensa escrita o los blogs. El plan de la olinarquía consiste en que la gente no se entere de nada, para que el 18 de abril, en la Cámara de Diputados, en plena Semana Santa, los dedos del PRI, del PAN, de los Chuchos, del Verde Ecologista y de las abejas del Panal, aprueben por sorpresa la reforma.
Aunque algunos sindicatos de la Unión Nacional de Trabajadores empiezan a moverse en compañía de grupos estudiantiles, la respuesta popular debe ser mucho más amplia y contundente. Anteayer, los diputados de Morena subieron a la tribuna de San Lázaro a protestar con cartulinas, pero ningún medio publicó la foto. Como sociedad civil nos estamos durmiendo.
Sin embargo, como lacayos de los magnates que saquean el país a su antojo, los políticos de la olinarquía están nerviosos: no esperaban un triunfo tan rotundo como el de AMLO en el estado de México –donde en una sola jugada desbarató la maniobra de Calderón dentro del PRD y obligó al PRI a lanzar un candidato impresentable, pues Eruviel Ávila Villegas arrastra toda clase de denuncias de corrupción, nepotismo, homofobia y las que surjan a partir de ahora– y, en cuanto a la reforma laboral, el tiempo caminará contra ellos.
Si la ley Coopelas o cuello no es aprobada a finales de este mes, su discusión tendrá que aplazarse hasta septiembre, lo que dará margen suficiente para que otros sectores sociales la conozcan y la repudien. Por eso hay que bloquearla ahora, denunciándola en todas partes. Es imprescindible conjurar el peligro de que panistas, priístas y Chuchos den un madruguete legislativo en Semana Santa. Como dice Galeano, hay que dormir con un ojo abierto.
Crisis en la UACM
Empeoran las relaciones entre Esther Orozco, rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, y la comunidad académica y estudiantil, que esta semana salió a protestar contra ella frente a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, después de que una burda maniobra, urdida por ella y seis diputados locales perredistas, cerró todos los planteles de la casa de estudios fundada por el GDF en tiempos de López Obrador.
El matrimonio entre Orozco y la UACM, que tuvo como padrino a Marcelo Ebrard y nunca pudo disfrutar siquiera de una breve luna de miel, se deteriora velozmente, pues la prestigiosa científica llegó prometiendo recursos económicos que nunca consiguió, y trató, por el contrario, de reducir las prestaciones e incluso de desconocer el contrato colectivo del personal de base.
Peor aún, sus criterios eficientistas, de corte neoliberal, chocaron con la filosofía de la institución –cuya meta es que la educación universitaria sea un bien al alcance de todas las personas que hayan terminado la preparatoria, aunque no se gradúen– y su manejo indelicado del poder terminó por enfrentarla con sus gobernados. La gota que derramó el vaso fue su intento, disimulado y subrepticio, de relegirse promoviendo una reforma a la ley orgánica de la UACM a través de esos diputados perredistas en la ALDF.
El descubrimiento de esta jugarreta de mal gusto sacó a los jóvenes a las calles y los llevó a pedir, en el consejo universitario, su destitución. Este problema abultará aún más el número de conflictos provocado, en el Distrito Federal, por las autoridades capitalinas, tanto en las delegaciones, donde impera la corrupción, como en el GDF, donde obras como la supervía de Cuajimalpa y la destrucción del deportivo de Azcapotzalco exacerban la irritación de millones de chilangos.
Pero si en el centro del país surgen brotes de rebeldía contra los Chuchos, en Jalisco no cortan mal la arrachera. Enrique Alfaro, presidente del municipio de Tlajomulco, en la zona conurbada de Guadalajara, inauguró anteayer la sede de Alianza Ciudadana, un frente plural, integrado sobre todo por militantes de Morena, para luchar contra el cacicazgo de Raúl Padilla López y buscar la gubernatura en 2012.
Entre tanto, desde el pasado lunes, una oleada de indignación indecible se expande a raíz del asesinato de Juan Francisco Sicilia Ortega en Cuernavaca. Policías, militares y narcotraficantes lo mataron, todos a una, en represalia por haberse atrevido a presentar una denuncia contra el crimen organizado. A esta indignación se agrega la honda pena que embarga a Mérida por la muerte natural del viejo poeta y periodista José Rafael Menéndez Navarrete. Pepín, sin duda, conversa ya en la nave de Caronte con su amigo don Samuel Ruiz y con el gringo loco de John Ross, oyendo, entre miles y miles de víctimas del genocidio calderónico, la voz que no se apaga de Rita Guerrero.
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