28 mar 2011


Nuevo proyecto, nuevo estilo



Bernardo Bátiz V.


Lo que pasó el domingo 20 de marzo en el Auditorio Nacional es un hecho importante en la política de nuestro país; es la prueba práctica de que en México se puede hacer política en forma independiente, con recursos limitados, sin el habitual aparato publicitario y mediático, con sencillez en la forma y con gran relieve y altura en el fondo. Se presentó el nuevo proyecto de nación ante varios miles de ciudadanos también muy distintos a los públicos tradicionales de las reuniones políticas de los partidos. No hubo matracas, ni tortas, ni pase de lista, ni acarreados; de todo el país, pero principalmente del estado de México y del Distrito Federal, nos sorprendió un auditorio confiadamente alegre, entusiasta y participativo. Era víspera del inicio de la primavera y la verdad es que se respiraba en el ambiente un aire tibio de regeneración, de renovación, de renacimiento, acorde con el inicio de un tiempo nuevo. Se trata sin duda de un paso más en el camino para conseguir un cambio profundo en el ejercicio de la política en México; quienes estuvimos en el auditorio vivimos lo que es ser parte del movimiento popular más consistente que se ha dado en la historia reciente de México y también el más novedoso. El auditorio estaba pleno de ciudadanos para nada pasivos; por el contrario, atentos y participativos, pero lo más importante, alegres, esperanzados, vivos, que disfrutaban el momento a plenitud, la música, los discursos, la solidaridad. Los oradores que presentaron el proyecto, incluido el dirigente Andres Manuel López Obrador, sabían que quienes los escuchaban habían sido antes los que, mediante cientos de foros temáticos y regionales, aportaron la materia prima para el documento final, redactado y afinado por los intelectuales que le dieron estilo y forma definitiva; el público de ese día había participado oportunamente en proporcionar el material básico del proyecto. Todos los intelectuales que integraron el estrado al lado de López Obrador, de primer orden, de valía, especialistas en sus campos de estudio, todos también independientes y críticos, incorporados al movimiento voluntariamente y ninguno incondicional, ninguno por la paga o por el cargo o por el encumbramiento personal, por ello, de mayor reconocimiento su aportación y su presencia. Muy distintos, hay que decirlo, de los intelectuales orgánicos que hoy opinan lo que les parece conveniente para el statu quo y mañana cobran sus facturas en alguna nómina pública o privada. Estuvo sin duda ese domingo la mejor parte de la intelectualidad mexicana, pero fue correspondida también por el mejor público posible, el enterado, atento y crítico. Desde mi punto de vista, además de lo ya dicho, algo trascendente fue volver a colocar en el centro del debate el contenido ético que ilumina y da sentido a la acción política. En el nuevo proyecto de nación se tocan quizás, sin faltar uno, los temas torales de este momento, pero no dispersos ni inconexos; se propone un centro, un punto de referencia al que todos demás convergen y ese tema es el de la moral, el de la ética de la solidaridad. El diagnóstico previo es casi innecesario; está claro: México va por un desbarrancadero del que no pueden salvarlo los políticos tradicionales, por muchas razones, por su actuar acartonado, su cuidado pusilánime de su propia imagen, su actitud elusiva al riesgo, todo lo cual los hace inútiles para las grandes hazañas, en cambio en el Movimiento por la Regeneración Nacional (Morena), miles en el auditorio, millones en todo el país, ensayan la fresca nueva fórmula de la política, decir la verdad, actuar con desinterés en lo personal y con patriotismo. Principalmente, poniendo en el centro de todo el discurso y la argumentación, una ética republicana, como se le denomina en el texto del proyecto, sin la cual, la regeneración sería imposible, aun con un cambio de siglas partidistas en el poder, como ya vimos y vivimos en 2000. Podemos resumir. Hay un proyecto muy amplio, un dirigente, apoyado y asistido por lo más sano y granado de los intelectuales y, principalmente, hay un pueblo en movimiento, que percibe lo indispensable del cambio y hacia dónde darlo. Muy bien se ha denominado a quienes apoyan en la extensa organización, con el reparto del periódico Regeneración y con la estructura en todo el país, “protagonistas del cambio verdadero”. Ser protagonista, es un timbre de orgullo y un deber; es ir al frente en la acción para refundar la República, la misma nación, un pueblo que comparte una cultura, el mismo Estado, un pueblo organizado jurídica y políticamente, pero una nueva forma de relacionarnos, una nueva patria ordenada, que dé a todos sus integrantes lo necesario para vivir en paz, con justicia y con libertad; el “protagonista” es el que va al frente, el primero, la avanzada de lo que vendrá, es el que participa en política por un imperativo ético. jusbbv@hotmail.com



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