El Despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti
jaorpin@yahoo.com.mx
■ Un Estado fallido o un proyecto fallido
La visión benévola y cómplice de los estadunidenses hacia los gobiernos conservadores de México ha dado un giro dramático. Diversas agencias de ese país están de acuerdo en que México es un Estado fallido. Creo que esta crítica es egoísta y tardía, aunque en alguna forma resulte justa.
Les preocupa que una ruptura en México provoque una oleada inmanejable de millones de inmigrantes. Hace 25 años que el proyecto neoliberal ha tenido rendimientos decrecientes, pero como permitía ventajas para ellos prefirieron apoyar a la elite mexicana. Ahora han despertado ante el grave peligro en su dilatada frontera sur.
¿Es fallido el Estado mexicano? Un Estado es la estructura jurídica y política de una nación. México no está en proceso de disolución. Hasta donde alcanza la vista, el Estado mexicano que se consolidó hace 150 años tendrá centenares más de vida.
El gobierno de Felipe Calderón, basado en elecciones fraudulentas e injustas, es fallido, es decir, frustrado, desacreditado, a un paso de la quiebra. Repase usted cualquier indicador y verá los resultados negativos abrumadores.
Es fallido también el proyecto neoliberal. Un intento de modernización conservadora, copia extralógica del estadunidense aplicado a rajatabla desde 1983.
Una ONG found for peace ha señalado una multitud de déficits en los terrenos demográfico, económico, en la desigualdad entre las clases y castas, en la fragmentación e ilegitimidad del gobierno y el desastre del aparato de seguridad.
Ni Calderón ni el proyecto “neoliberal” pueden ser identificados con México. Si se hunden, no tienen por qué arrastrar a la nación. Existe un proyecto alternativo. Podemos volver a crecer, empezar a redistribuir, compactar la estructura de gobierno, defender el interés nacional, completar el proceso democrático. Este proyecto no es una utopía lejana. México no tiene por qué ser una nación marginal y decadente. Podemos recuperar el rumbo y convertirnos en una nación poderosa que ocupe el lugar que le corresponde en el mundo y que haga aportaciones sustantivas en beneficio de la humanidad.
José Agustín Ortiz Pinchetti
jaorpin@yahoo.com.mx
■ Un Estado fallido o un proyecto fallido
La visión benévola y cómplice de los estadunidenses hacia los gobiernos conservadores de México ha dado un giro dramático. Diversas agencias de ese país están de acuerdo en que México es un Estado fallido. Creo que esta crítica es egoísta y tardía, aunque en alguna forma resulte justa.
Les preocupa que una ruptura en México provoque una oleada inmanejable de millones de inmigrantes. Hace 25 años que el proyecto neoliberal ha tenido rendimientos decrecientes, pero como permitía ventajas para ellos prefirieron apoyar a la elite mexicana. Ahora han despertado ante el grave peligro en su dilatada frontera sur.
¿Es fallido el Estado mexicano? Un Estado es la estructura jurídica y política de una nación. México no está en proceso de disolución. Hasta donde alcanza la vista, el Estado mexicano que se consolidó hace 150 años tendrá centenares más de vida.
El gobierno de Felipe Calderón, basado en elecciones fraudulentas e injustas, es fallido, es decir, frustrado, desacreditado, a un paso de la quiebra. Repase usted cualquier indicador y verá los resultados negativos abrumadores.
Es fallido también el proyecto neoliberal. Un intento de modernización conservadora, copia extralógica del estadunidense aplicado a rajatabla desde 1983.
Una ONG found for peace ha señalado una multitud de déficits en los terrenos demográfico, económico, en la desigualdad entre las clases y castas, en la fragmentación e ilegitimidad del gobierno y el desastre del aparato de seguridad.
Ni Calderón ni el proyecto “neoliberal” pueden ser identificados con México. Si se hunden, no tienen por qué arrastrar a la nación. Existe un proyecto alternativo. Podemos volver a crecer, empezar a redistribuir, compactar la estructura de gobierno, defender el interés nacional, completar el proceso democrático. Este proyecto no es una utopía lejana. México no tiene por qué ser una nación marginal y decadente. Podemos recuperar el rumbo y convertirnos en una nación poderosa que ocupe el lugar que le corresponde en el mundo y que haga aportaciones sustantivas en beneficio de la humanidad.
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